Amor sin medida

Capítulo 1 Esta noche él será tuyo

Un año después…

He estado flotando sobre el piso desde que llegué a mi escritorio y encontré un precioso ramo de flores coloridas abarrotando casi toda la superficie. Por poco me da un patatús, pero pude controlarme. Quería celebrar el hermoso gesto saltando como posesa, alzando mi puño al aire y gritando a todo pulmón, quizás habría añadido un bailecito, pero una chica con un cargo de tanto prestigio y responsabilidad como el mío, debe cuidar las apariencias.

Lo más emocionante fue lo que ocurrió después…

Mis manos no dejan de temblar y mi corazón no para de latir de manera convulsa. ¿Será posible? ¿El milagro está ocurriendo?

«No te dejes llevar por falsas ilusiones que ya has tenido bastante desde que te enamoraste de tu jefe. Pon tus pies sobre la tierra y ve con pasos precavidos. No permitas que los impulsos tomen la delantera»

Asiento en acuerdo con aquel pensamiento. Nerviosa, deslizo las manos sobre mi ropa, inhalo profundo y me dirijo a la oficina de mi jefe. Mis piernas tiemblan, pero pongo todo mi empeño para no desmayarme. Toco dos veces antes de entrar.

―Adelante.

¡Madre mía! Esa voz no deja de erizarme la piel.

―Buenos días, Rhys ―pronunciar su nombre me fascina. Hace tiempo fue muy categórico al exigirme que lo tuteara. Por supuesto, no puse ningún inconveniente al respecto, porque me gusta la manera en que su nombre se desliza sobre mi lengua como una cucharada de miel―. Quería agradecerte por el hermoso obsequio.

Aparta la mirada de su computadora en cuanto escucha mi voz. Me derrito al ver esa hermosa sonrisa tirando de las esquinas de su boca. ¿Cómo puede ser un hombre tan perfecto?

―Es poco para lo que realmente te mereces.

Mis mejillas arden de rubor y las mariposas comienzan su baile rutinario dentro de mi estómago. ¿Cómo evita una mujer perder la cabeza por un hombre como él? Es atento, inteligente, educado y… ¿Sexi? Sí, sobre todo, sexi y varonil. Uff, comienzo a acalorarme.

―Es la primera vez que alguien me regala flores.

Comento con una exhalación, pero me arrepiento en cuanto se me escapa de la boca, sobre todo, al notar su mirada de sorpresa. ¿Qué estupidez acabo de hacer?

―¿Me estás tomando el pelo? ¿Ninguno de tus pretendientes te regaló flores?

¿Pretendientes? Nunca he tenido uno, pero es algo que prefiero reservar para mí misma. Rhys y yo nos hicimos muy buenos amigos, pero nunca hemos cruzado la línea de lo personal. Cada uno mantiene su vida privada a resguardo. Así que se puede decir que ninguno sabe nada del otro más de lo necesario. Bueno, a decir verdad, he estado recibiendo mucha información de las revistas del corazón y de la prensa que circula en la ciudad. Por supuesto, la mayoría de las publicaciones que hacen se trata de chismes y reportajes amarillistas. Nunca confío en nada de lo que dicen, sin embargo, hubo un día en particular en que una noticia me dejó devastada.

Rhys se había comprometido. Fue difícil para mí ver las innumerables fotos que se publicaban de la pareja más comentada del momento. Aquello se convirtió en mi peor pesadilla. Pataleé, lloré y me lamenté, porque aquel compromiso ponía fin a mis aspiraciones, incluso, si se trataba de un imposible. Pero mi alma volvió a la vida en cuanto supe que habían roto. Hice una pijamada con Phoebe para celebrarlo.

―Olvida que lo mencioné, por favor.

Le suplico angustiada. ¿Cómo fui capaz de confesarle tal tontería? ¿En qué demonios estaba pensando?

―No puedes soltar algo como eso y luego pretender que no lo dijiste.

Me recrimino a mí misma por ser tan estúpida.

―No tiene importancia, Rhys, así que déjalo, por favor.

Nota mi incomodidad, así que asiente en acuerdo. Se levanta de la silla y se acerca a mí. A medida que se aproxima, mis pulmones van acelerando su ritmo y mi cuerpo parece congelarse. A pesar de que pasamos mucho tiempo juntos, su presencia sigue causándome el mismo efecto.

―¿Comprendes lo importante que eres para mí? ―me deja atónita con aquella revelación―. Te has convertido en mucho más que una amiga, Andrea.

Se detiene tan cerca de mí que puedo sentir su aliento batir sobre mi cara. ¿Está diciéndome lo que estoy pensando? ¿Es esta una declaración de amor? Tengo ganas de romper a llorar de emoción.

―¿Lo soy?

Eleva una de sus cejas y sonríe divertido.

―Que dudes de mí me decepciona.

Trago grueso. Lo miro a los ojos y por un instante me siento impulsada a confesarle mis sentimientos por él. Declararle que lo he amado desde que era una jovencita. Que ha sido el único amor de mi vida.

«Recuerda, Andrea, tómalo con calma y espera a que sea él quien dé el primer paso»

Cierro la boca antes de que se escape una imprudente o algo de lo que pueda arrepentirme. Justo en ese momento suena su móvil rompiendo el encanto mágico por el que estamos envueltos. Saca el teléfono de su bolsillo, mira la pantalla y sonríe.



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En el texto hay: sacrificio, amor, embarazo

Editado: 12.09.2024

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