Amor sin medida

Capítulo 3 El rumbo de nuestras vidas

Estoy hipnotizada con la imagen que veo en el espejo. Parezco otra. Me miro de arriba abajo y le doy un punto positivo a mi apariencia. Todo gracias a la ayuda de mi querida amiga.

―Siempre te he dicho lo hermosa que eres, no entiendo por qué te niegas a reconocerlo ―la miro a través del espejo, está parada detrás de mí, mirándome por encima del hombro―. Ya es hora de que comiences a creer en ti misma.

Vuelvo a mirarme y es la primera vez que me aprecio de una manera diferente. No es por mi apariencia física, es también por todo lo demás. Mis ojos brillan tanto que encandilan, apenas puedo contener la sonrisa que tira a cada instante de las esquinas de mi boca, incluso, mi rostro se ve radiante y más juvenil que nunca. En resumen, se nota que la felicidad puede hacer buen efecto sobre tu vida cuando le abres las puertas y le permites entrar. ¿Hace cuánto tiempo que no me sentía de esta manera?

―Sabes, a lo largo de este año descubrí que la prensa ha estado muy equivocada con respecto a él ―niego con la cabeza―. No es un hombre indiferente ni de corazón frío como lo pintan en las reseñas ―mis mejillas se tiñen de rojo―, todo lo contrario ―jugueteo con mis dedos, producto de los nervios―. Rhys es un hombre muy dulce y romántico.

Aparto la mirada hacia un lado, incapaz de sostener la suya.

―Quizás se deba al efecto que causas en él y en todas las personas que te conocen ―vuelvo a mirarla―. Eres un panal de miel, Andrea ―sonrío de manera espontánea―. ¿Y a quién no le gusta lo dulce? ―pone sus manos sobre mis hombros―. En el mundo ya no existen personas como tú, haces tuyos el dolor y el sufrimiento de los demás ―me da un apretoncito leve en los hombros―. Sumado al hecho de que eres capaz de hacer cualquier sacrificio para que todos sean felices, incluso, a costa de tu propia felicidad.

Ella me conoce mejor que nadie. Sufro con el dolor de la gente, con sus tragedias, con su infelicidad. Sé lo mucho que duele el desprecio, el desamor y la indiferencia. Nací en un hogar en el que la apariencia era y sigue siendo la base fundamental de la aceptación, en el que dinero está por encima de todo, en el que debes sonreír cuando no hay razones para hacerlo. Crecí en el seno de una familia en la que tuve que esforzarme mucho más que cualquiera para ser amada, aceptada o querida. Soporté sus humillaciones, las ofensas y el desprecio, por no ser la imagen perfecta de la hija que tanto deseaban. Dejé de ser lo que era para complacer a los demás. Sin embargo, ningún sacrificio fue suficiente. Me trataron como al chucho callejero al que todos desprecian y nadie quiere acercarse. Fui excluida, desaparecida y desconocida por las mismas personas que me dieron la vida. Oculta de la sociedad para que nadie recordara mi existencia. Poco a poco, la hija menor de la familia McGillis desapareció de la misma forma que una estrella fugaz. Una vez que decidí irme de casa, mis padres y mis hermanos, cortaron cualquier comunicación y nexo conmigo. Desheredada, apartada y rechazada, me abrí paso para construir mi propio destino. Ahora lucho para conseguir la felicidad que por tanto tiempo he anhelado.

―No sé si eso sea suficiente para que Rhys pueda amarme.

Me hace girar para que quede de cara a ella.

―Escúchame bien, Andrea McGillis ―me fulmina con la mirada―. ¿Tienes idea de lo mucho que te admiro? ―me le quedo mirando aturdida―. Eres todo lo que cualquier mujer en esta vida desearía ser ―sigo impactada con sus palabras―. ¿Acaso no te das cuenta? Eres una chica especial, única y asombrosa ―me acaricia la mejilla con el dorso de sus dedos―. No sé cómo pudiste soportar tantas injusticas y, aun así, mantenerte en pie ―niega con incredulidad―, actuar como si nada de eso te hubiera afectado ―mi boca y mi mentón tiemblan con aquellas palabras―. Quisiera ser tan fuerte como tú lo has sido, dejar atrás el pasado y mirar hacia el futuro con otra cara, sin embargo, todo lo que viví me dejó marcada para siempre ―una lágrima se desliza sobre su piel de porcelana―. No he podido superarlo ―susurra en voz baja―, me robaron la posibilidad de amar y enamorarme, de confiar en la gente, de poder hacer feliz a otros, porque ni siquiera puedo hacerme feliz a mí misma ―mis ojos se anegan de lágrimas―. Tú has sido mi ejemplo a seguir durante todos estos años. Es gracias a ti que tengo fuerzas para seguir adelante.

Me abalanzo sobre ella y la estrecho entre mis brazos con todas las fuerzas.

―Te quiero mucho, Phoebe, nada de esto habría sido posible sin tu apoyo y tu amistad incondicional.

Pronuncio entre sollozos. Se aparta rápidamente y comienza a abanicar sus manos sobre mi rostro.

―¡No, detente! ¡Vas a arruinar tu maquillaje! ―se acerca a la peinadora, coge el polvo y pasa la mota por debajo de mis ojos―. No es el momento apropiado para ponernos melancólicas y recordar cosas que ya quedaron en el pasado ―se asegura de que el maquillaje no se haya corrido―. Hoy debes verte más radiante que nunca ―esboza una enorme sonrisa―. Rhys Jackson se dará cuenta de que no hay otra mujer más adecuada para su vida que tú ―me guiña un ojo con complicidad―. Hay hombres que se tardan más que otros en reconocer que están enamorados y te prometo que él no va a ser la excepción.

Justo en ese momento suena mi teléfono. Salgo corriendo como posesa y lo cojo de la mesa de noche para responder. Trastabillo y estoy a punto de irme de bruces contra el suelo, porque llevo unos tacones tan altos como el Empire State. Inhalo profundo, antes de desbloquear la llamada.



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En el texto hay: sacrificio, amor, embarazo

Editado: 12.09.2024

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