Amor sin medida

Capítulo 4 Mejor de lo que esperaba

Sigo pensando en las palabras que me dijo Herman. Tiene razón, no puedo seguir amando a una mujer que me hizo tanto daño, que fue capaz de engañarme con otro. Debo tomar una decisión antes de que sea demasiado tarde. Silvia regresa en dos semanas y no quiero ni pensar en las consecuencias que su presencia pueda causar en mi vida. No pienso tomar el riesgo.

Dejo el vaso de whisky sobre la mesa central de la sala y constato la hora. Faltan cuarenta y cinco minutos para que mi chofer vaya a recoger a Andrea. Tomo mi teléfono y me comunico con él antes de que lo haga. Contesta al primer repique.

―Logan, acabo de cambiar de idea ―me levanto del mueble y me abotono la chaqueta―. Iré contigo.

Cuelgo la llamada, guardo el teléfono en el bolsillo interno de mi americana y salgo de mi apartamento. Esta no es una cita como tal, pero estoy a tiempo de cambiar las circunstancias. Mientras bajo en el ascensor pienso en lo que estoy a punto de hacer. Me digo a mí mismo, ¿por qué no? Una vez que llego al sótano, salgo del elevador y camino con paso decidido hacia la limusina.

―Buenas noches, señor.

Respondo a su saludo con un asentimiento. Espero a que mi chofer ocupe su asiento para comenzar a girar las nuevas instrucciones.

―Antes de que me lleves a la casa de la señorita McGill, necesito que te dirijas a la mejor floristería de la zona.

Ninguna mujer se resiste a las flores, en particular, una que nunca ha recibido alguna. Noto la mirada de sorpresa de mi chofer, pero decido ignorarla. Mientras tanto, mi cerebro decide sacar partido de algunas partes de la conversación que sostuve esta tarde con mi mejor amigo.

«―Esa chica me gusta. Es hermosa, noble, sincera y está perdidamente enamorada de ti.»

Bufo con incredulidad. Mi amigo no tiene idea de lo que está diciendo. Andrea es una mujer excepcional. Es inteligente, hermosa, agradable, atenta, entregada a su trabajo y leal como nadie que conozca. Pondría mis manos en el fuego por ella y, eso es mucho que decir, porque no confío ni en mi propia sombra. Lástima que solo pueda verla como una buena amiga. Una mujer como ella merece a un hombre que la ame por encima de cualquier cosa, que esté dispuesto a bajarle la luna con el único objetivo de hacerla sonreír, poner el mundo a sus pies para que lo use de alfombra.

«Ese hombre podrías ser tú, Rhys»

Desecho el pensamiento tan pronto como este surge. No, un hombre como yo no se merece a una chica como esa. Mucho menos si es uno que sigue enamorado de la mujer que le desgració la vida.

―Señor ―abandono mis cavilaciones en cuanto escucho la voz de mi chofer―. Hemos llegado ―lo miro a través del espejo retrovisor y le agradezco con un asentimiento―. Puedo encargarme si me dice lo que necesita.

Niego con la cabeza y abro la puerta antes de que se baje de su asiento para hacerlo.

―Espérame aquí, regresaré en un instante.

Entro al establecimiento y me acerco a la dependienta.

―Bienvenido, caballero. ¿En qué puedo ayudarlo?

Le explicó lo que quiero y espero a que ella me ofrezca lo mejor que tengan, pero nada que sea demasiado exagerado. Más bien elegante, discreto y funcional. Una vez que escucha todas mis especificaciones, me dice que espere y se dirige hacia el fondo de la tienda. Vuelve un par de minutos después.

―Su pedido estará listo en quince minutos ―me indica la chica con amabilidad―. ¿Quiere una tarjeta con frase impresa o desea colocar algún mensaje especial?

¿Qué carajo? No tengo ni puta idea. Mi secretaria suele encargarse de este tipo de menesteres, así que no sé cómo responder al respecto. Luego caigo en cuenta que es precisamente mi secretaria la mujer con la que voy a cenar esta noche y que es la agasajada. Sonrío divertido. ¿Qué demonios estoy haciendo? Ayer tuve que pedirle ayuda a Herman para que encargara el ramo de flores que recibió Andrea, a nombre de la empresa, por su primer año de trabajo. Es un sencillo detalle que se les da a las empleadas como reconocimiento a su esfuerzo, constancia y desempeño. Andrea es una mujer muy valiosa para mi empresa y, debo reconocer, que también de gran ayuda para mí.

«Solías enviarle rosas a Silvia»

Maldigo en voz baja por el inoportuno pensamiento. Se trataba de circunstancias totalmente diferentes.

―¿Puede aconsejarme, por favor, alguna idea para una dedicatoria?

―Por supuesto, señor…

―Jackson.

―Si me explica cuál es su intención, lo ayudaré con mucho gusto.

Asiento en acuerdo.

―Es para mi secretaria ―comienzo a decirle―. Es su primer año en mi empresa.

Me mira de una manera que no sé cómo interpretar.

―Debe ser una mujer muy especial como para que se haya tomado la molestia de venir a encargarlas en persona.

Me deja sin habla. La verdad es que no me había dado cuenta de ello hasta ahora. No sé qué pensar al respecto. Nunca antes hice algo como esto, ni siquiera por Silvia. Maggie, mi antigua secretaria, se hacía cargo de todo. Mi única participación consistía en aprobar la dedicatoria.

―Lo recordé hasta ahora.



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En el texto hay: sacrificio, amor, embarazo

Editado: 12.09.2024

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