Amor sin medida

Capítulo 6 Mi pasatiempo favorito

¡Joder! ¿Qué demonios estoy haciendo? Apoyo la frente sobre la puerta del refrigerador e inhalo profundo. Me toma un par de minutos recomponerme. Observo la foto que, desde hace más de tres años, ha estado pegada en el mismo lugar. En ella estamos Silvia y yo abrazados, sonriendo, felices y enamorados, justo un par de semanas antes de que la desgracia golpeara mi vida y estuviera a punto de acabar conmigo.

Con enfado e impotencia la arranco de un manotazo. Me acerco al cesto de la basura, oprimo la palanca con mi pie y, una vez que la tapa se abre, la arrojo en el interior no sin antes hacerla pedazos. Debí deshacerme de ella el mismo día que me dejó parado en el altar esperando por una novia que nunca apareció. No entiendo por qué razón la seguí conservando

«Quizás, porque sigues enamorado de ella»

Desaparezco el pensamiento de un manotazo y me dirijo a la vinoteca. Observo la selección y me decido por una botella de Pomar Brut Rosé, considerando que es el mejor momento para darle una probada. Claude formó parte del jurado que lo eligió como ganador del oro en el mundial de espumosos en Francia. Es un vino de origen venezolano que, según lo que él me informó, obtiene su tercera medalla de oro luego de ganar en Berlín y Corea del Sur, al cierre de 2023. Considerando que han pasado ocho meses desde entonces, es un logro bastante sorprendente, sobre todo, porque ha competido con los mejores vinos del mundo.

―Bien, eres mi elección para esta noche, no me hagas quedar mal.

Claude sabe de mi predilección por los buenos vinos, por lo que su recomendación es un punto a favor. Cojo dos copas de la despensa y me dirijo de vuelta a la sala. Me quedo parado a mitad de camino cuando veo a Andrea en mi balcón, con el viento soplando con fuerza y elevando sus mechones dorados en distintas direcciones. Aprovecho que está de espaldas a mí e ignora mi presencia, para darle un buen vistazo. Me siento como un canalla aprovechado, pero no le hago mal a nadie con mirar, ¿cierto? Además, para ser sincero conmigo mismo, no es la primera vez que lo hago.

Mis ojos se desvían hacia el calzado abandonado a un lado de sus pies. Soy un hombre de gustos fetichistas y esos preciosos zapatos de diseño pumps se robaron mi atención desde que los vi aparecer en el panorama. Para que negar que mi mente fue invadida por una infinidad de ideas pervertidas y sucias relacionadas con ellos. Esos tacones de stilettos y las correas envueltas alrededor de sus tobillos, generaron una decena de imágenes en mi mente que me pusieron duro al instante. Por fortuna, mi chaqueta sirvió para ocultar la enorme erección que presionaba contra la cremallera de mi pantalón y lo mantenía aprisionado. Fue una absoluta tortura. Durante toda la cena los visualicé a ambos lados de mis hombros, alrededor de mis caderas, repasándolos con mi lengua y, a ese finísimo tacón, punzando contra la piel de mi pecho. Fue difícil concentrarme en la conversación con aquella película reproduciéndose dentro de mi cabeza.

Aparto mis pensamientos descarados y comienzo mi viaje exploratorio. Mi recorrido inicia en sus pies descalzos y pasa a través de su cuerpo hasta detenerse en esa preciosa melena rubia que acaricia la parte baja de su espalda y que brilla como oro bajo el reflejo de los rayos de la luna. Cada curva de su figura voluptuosa se ciñe a su precioso vestido azul y lo hace ver como si fuera parte integral de su cuerpo. Su silueta tiene más curvas que la carretera Tail of the Dragon, situada entre los estados de Tennessee y Carolina del Norte, que se destaca por tener unas trescientas dieciocho curvas en apenas 17,7 kilómetros de extensión.

Desde esta distancia parece un reloj de arena. Cintura extremadamente delgada, caderas anchas, culo prominente y un espectacular juego de piernas rellenas y largas como los de una jirafa. Solía gustarme las mujeres delgadas y esbeltas, pero mis preferencias cambiaron desde que ella apareció en mi oficina el día de la entrevista. Por poco me atraganto cuando me fijé en ese enorme y espectacular par de senos que por poco me taladran los ojos, en su vientre plano y en su cuerpo de guitarra. Agradecí la selección de mi nueva secretaria, porque además de saber que estaba sobrecalificada para el cargo y que tenía el rostro más hermoso y angelical que había visto en mi puta vida, era una belleza de descendencia latina que se convirtió, a partir de entonces, es un excelente refrescante para la vista.

―El que se sienta libre de pecados, que lance la primera piedra.

Susurro en voz baja mientras continúo con la inspección. Sí, lo reconozco, en muchas ocasiones utilicé las excusas más ridículas para hacerla venir a mi despacho, solo para verla. ¿Qué si eso me convierte en un mirón? ¡Jesucristo! ¡Qué hombre no lo es! Por supuesto, no soy de los que se dan vuelta, ni de los que hacen un comentario, y, mucho menos, de los que se quedan ahí parados mirando al cielo y juntando las manos en una especie de plegaria. Tiendo más bien a la hernia ocular, al peligro de quedar con estrabismo permanente. Disimulo y disfruto cuando ella está en mi campo de visión. ¿Y quién no lo haría? La belleza tiende a ser alarmante, incluso, transformadora. Lo que quiero decir es que, cada vez que ella aparecía, comenzaban las torsiones de cuello, las tortícolis, los amigos codeándose, riéndose con un toque de tristeza y de frustración al verla pasar, un poco envilecidos y encandilados. No era estúpido. En un sinfín de ocasiones pillé a mis empleados observándola con descaro. Aquella situación se tornó tan frustrante y molesta que al poco tiempo solicité la instalación de su escritorio dentro de mi oficina, además de darle mi clave privada para que usara mi elevador y evitara subirse al que había sido asignado para los empleados y visitantes.



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En el texto hay: sacrificio, amor, embarazo

Editado: 12.09.2024

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