Amor sin medida

Capítulo 8 ¡Adiós fin de semana!

No sé qué es lo que me atrae de esta chica. No puedo negar que hay una fuerte atracción entre nosotros. Es hermosa, dulce, entretenida, atenta, cariñosa y sexi. Joder, nunca pensé que tantos centímetros juntos en un mismo cuerpo me tendrían como perro cachondo, deseando como un desesperado una oportunidad para llevarla a mi cama. Anoche estuvimos a punto de hacerlo. Hubo muchos besos, manoseos, caricias prohibidas, gemidos y jadeos. El ambiente era propicio para darle rienda a los deseos más desenfrenados.

Por fortuna, fui capaz de ponerle freno a mis instintos más perversos, incluso, a los suyos. La prudencia, la conciencia y la razón me obligaron a dar marcha atrás. Para la mayor de mis sorpresas, no fui capaz de ir más allá, incluso, cuando ella me lo suplicaba con una desesperación que estuvo a punto de mandar al diablo mi decencia. ¿Puede alguien ponerse en mis zapatos y comprender lo difícil que fue para mí rechazarla? ¡Por el amor de Dios! ¿Qué hombre se resiste a una mujer desnuda y con el cuerpo de una diosa? Sí, estuve a punto de ceder, pero mi fuerza de voluntad fue más grande que mi lujuria.

Mi mirada se dirige directo a su boca carnosa que, a esta distancia, parece una fresa madura y jugosa.

―Hace mucho tiempo que no me la pasaba tan bien, Andrea ―y allí voy, atraído como los osos a la miel, deseándola con todas las fuerzas de mi alma, sintiendo como si una bola de fuego se extendiera hacia todos los rincones de mi cuerpo, ardiendo en las brasas del infierno tan solo por un beso―, y todo ha sido gracias a ti ―sin dejar de mirar su boca tentadora, elevo la mano y meto un mechón de su cabellera rubia detrás de su oreja―. Eres una mujer maravillosa.

Ahora no hay razones para poner freno a nuestros deseos. No hay nada que nos impida dejarnos llevar por las emociones. Ambos somos conscientes de lo que está pasando, somos adultos que saben lo que quieren. Bueno, tengo muchos más años que ella, apenas es una jovencita que comienza a dar sus primeros pasos por la vida, no obstante, Andrea es una mujer muy madura para su edad. ¿Cuándo me sentí tan atraído por una mujer? Ni siquiera con Silvia estuve tan febril y ansioso. Joder, qué momento tan inoportuno para traer a colación aquel pensamiento. Me deshago de él y me acerco poco a poco, desesperado por volver a besar sus labios, escucharla gemir y suplicar para que la tome, oírla repetir mi nombre mientras me provoca para que me olvide de mis argumentos y la haga mía.

Desde aquí puedo percibir el zumbido acelerado de su respiración, el calor de su aliento batiendo contra mi rostro, los atronadores latidos de su corazón, su deseo pululando en el ambiente como un afrodisiaco que se cuela por mis fosas nasales y aumenta mis niveles hormonales a una velocidad vertiginosa, provocando que mis pelotas se inflen como globos aerostáticos a punto de implosionar.

―¡Cariño, ya estoy aquí!

¿Qué carajos? Andrea da tal brinco que por poco estrellamos nuestros rostros. Y, como si hubiera visto un fantasma, se levanta del sillón y se queda mirando perpleja a la mujer que acaba de entrar a mi casa sin anunciarse. Tira de mi camiseta para ocultar su desnudez, a pesar de que esta se extiende hasta sus rodillas. Debo reconocer que la situación es hilarante, sin embargo, que me acabaran de arruinar el día solo me pone de mal humor.

Ahora que puedo ponerle más atención a la rompe huevos que acaba de irrumpir en mi casa como un tornado destructivo, casi me atraganto con la saliva. ¿Qué demonios hizo con su cabello y qué es esa cosa tan ridícula que está vistiendo? Mierda. Parece la marquesina de un club de striptease. Me siento encandilado con tantos colores juntos.

―¡Oh! ―se lleva la mano al pecho y finge estar avergonzada por aparecerse cuando nadie la esperaba―. ¿Llego en mal momento?

De paso, se atreve a preguntar simulando inocencia.

―¿En serio?

Elevo una de mis cejas y la fulmino con la mirada. No puedo creer que ella aparezca justo en este preciso momento ¿Acaso tiene un radar destruye polvos?

―Envié un mensaje a tu teléfono, ¿no lo leíste?

Deja las maletas a un lado y se acerca en nuestra dirección con cara de circunstancia. Una vez que se detiene frente a nosotros, dirige su mirada hacia mi acompañante y abre los ojos como platos.

―¡Andrea! ―su grito por poco nos deja sordos―. ¡No puedo creerlo! ¿Eres tú? ―da saltitos emocionados y se abalanza sobre ella como un mico salvaje―. Eres mucho más hermosa en persona.

Andrea ni siquiera sabe cómo reaccionar ante tal demostración de afecto. Una vez que se libra del abrazo de la serpiente constrictora, me mira en busca de ayuda.

―Yo…

Ruedo los ojos y decido intervenir antes de que esto se convierta en un total desastre. Juro por Dios que, si no la conociera como a la palma de mi mano, tampoco la hubiera reconocido. ¿Qué demonios se le ha metido en la cabeza para vestirse de tal manera?

―Andrea, ella es Roxana Jackson. Mi linda, dulce e inoportuna hermana menor.

Roxy, diminutivo por el cual todos suelen llamar a la más pequeña de la familia Jackson, me echa malos ojos y tira un manotazo al aire como una forma de demostrar su desacuerdo y disconformidad con mi comentario.

―Tú siempre tan divertido, hermanito.

Andrea pone una expresión de asombro cuando logra reconocerla.



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En el texto hay: sacrificio, amor, embarazo

Editado: 12.09.2024

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