I
Estrecho mi mano al organizador del torneo, al presidente de la Federación Francesa de Tenis y a la presidente de la WTA, entregándome el gran trofeo. Comienzo a llorar de nuevo una vez que está en mis manos, mostrando al público que ha presenciado mi gran final de Grand Slam y mi más querido Roland Garros. Mi contrincante y amiga Antoinette se acerca a mi lado con su plato directo a abrazarme para luego posar frente a las cámaras con una sonrisa, mostrando la felicidad pura de que somos las campeonas. Entre los camarógrafos aparece Gonzalo con esa ropa deportiva que tanto lo identifica y le sonrió al ver que se acerca a mí.
- Sé que no me puedo arrodillar como todo hombre enamorado se rinde a los pies de su amada, pero es lo que hay.- me río de sus ocurrencias mientras observo que está vestido con una campera verde, debajo de ella una remera blanca, un pantalón jean gastado y zapatillas deportivas- Cecilia, ¿Quieres casarte conmigo?- tiene una pequeña caja, dentro de ella un anillo de oro con una piedra brillosa.
Lo observo atónita por la pregunta. Mi corazón golpea fuerte en mi pecho, su frenética reacción me descoloca como también el pulso se ha elevado y mi respiración se atascó en mis pulmones. Miro hacia donde está mi equipo, quienes me asienten felices. Chiara llora en los brazos de Mattia mientras Damiano y mis amigas me gritan que le conteste. La mirada se dirige a ese cabello castaño oscuro y los ojos marrones me observan impacientes.
- Si, claro que acepto mi amor.- me acerco a él dejando el trofeo a un lado de la silla sentándome incómoda en su regazo e invado su boca- Te amo.- le digo entre besos.
- Yo más.- me rodea con sus brazos en la parte media de mi espalda mientras los míos hacen lo mismo sobre su cuello pegando nuestras frentes.- Yo te amo mucho más.- dicho eso une sus labios a los míos demostrando que no miente a lo que dice y olvido que estamos delante de miles de personas aplaudiendo.
- Será mejor que sigas soñando con tu futuro feliz.- observo que detrás está Giovacchino de brazos cruzados y todo a mi alrededor desparece- Será mejor que lo protejas. En el intento que lo vea solo, lo haré desparecer de tu vida...- se ríe de mí al ver mi rostro de espanto.
- Tendrás que ser tú el que debería protegerse del daño que puedo causarte.- cambio mi expresión haciéndole guerra con la mirada.
- Cariño, despierta.- escucho a lo lejos la voz de Gonzalo sintiendo sacudidas en mi cuerpo- Cecilia, por favor abre los ojos...- y lo hago.
Solo fue un sueño, o más bien una pesadilla. Mi respiración se acelera más a cada segundo al recordar que Giovacchino amenace con herir a Gonzalo, no sé como puede eso pasar. No quiero que el presentimiento de anoche se deba a él. Debe estar al tanto de donde juego, incluso sobre el noviazgo y saber que me pueda acosar después de dos años desde ese día, no quiero verle la cara nunca más. Mis manos recorren desde sus mejillas hasta su cadera, controlando que esté sano y sin un solo rasguño. Cuando las mismas vuelven a sus mejillas, lo beso desesperadamente.
- No pasa nada, solo fue un mal sueño amor.- le digo al sentirme tranquila de que nada le ha pasado- Quédate tranquilo... Estás bien, estoy bien y eso me hace sentir mejor.
- Pero, ¿Qué ha pasado?- sus brazos me rodean mientras nos acostamos y nos miramos- Me has asustado cuando te removías entre mis brazos y no podía retenerte a que caigas de la cama.
- Ya pasó, solo fue un mal sueño.- beso su frente, mi nariz roza con el suyo cerrando los ojos ignorando su pregunta- Ahora solo importa tu partido por el pase a semifinal... Esto ya queda olvidado a partir de ahora, ¿Entendido?- lo miro a los ojos y asiente en respuesta por lo que lo beso de nuevo para luego levantarme y encaminarme al baño.
Al salir observo que apenas son las siete de la mañana y que la pesadilla nos ha despertado a los dos más temprano de lo que habíamos acordado. Una presión en mi pecho hace que deje de pensar con claridad, la misma sensación que tuve en el día del casamiento para después encontrarme con quien era mi prometido y mi mejor amiga besándose como si dependieran uno del otro.
Parpadeo un par de veces encontrándome con el rostro preocupado de Gonzalo que está frente a mí y toma mis manos para besar mis nudillos. Muero aquí mismo al ver este tipo de afecto que él tiene hacia mí. Mi cuerpo se vuelve gelatina al sentir el contacto de sus labios sobre mi pálida piel. Sus ojos nunca se desvían de los míos y en cualquier momento me rendiré a sus pies, si es que ya estoy rendida desde la primera vez que lo vi... Debo agradecerle a Virginia por hacer esto posible, llevándome a una cita a ciegas en contra de mi voluntad y ahora no puedo vivir sin que Gonzalo esté a mi lado.
Al cerrar la puerta de mi habitación, se escucha a lo bajo una canción y si no me equivoco es Lado derecho del Corazón. Con pasos sigilosos voy hacia la cocina para ver a Chiara preparando el desayuno y lo peor es que a medida que transcurre la canción, su tono se eleva más. Miro a mi compañero que ha seguido mis pasos, mostrándose sorprendido y no es para menos. Está cantando un estilo diferente al original, su voz angelical al que cualquier persona quien la escuche le sorprendería. De niñas solíamos encerrarnos por horas en nuestra habitación solo para escucharla cantar. Nunca necesito clases, es tan natural como yo jugando tenis...