Amor Sobre Polvo de Ladrillo

Día Once

II

 

Me coloco una calza corto, top deportivo y por encima el vestido ajustándose perfectamente al cuerpo. Me siento en el banco. Cubro mis pies con un par de soquetes y por último las zapatillas. La música inunda mis oídos a través de unos grandes auriculares que cubren mis orejas. Tomo mi bolso, colgándolo en mi hombro izquierdo y salgo del vestuario encuentro a Vera esperándome. Me recibe con una sonrisa y le respondo con un abrazo, por lo que se sorprende y pasamos hablando del acontecimiento por pocos minutos.

 

Vuelve a su concentración y hago lo mismo mientras escucho El lado derecho del corazón de Laura Pausini, cuya canción ha sido seleccionado por mi hermana para que sepa su apoyo incondicional. Lo que nunca le dije es que lo escucho siempre, antes de la entrada a la cancha y la de calor. Es algo tan íntimo que temo que alguien rompa ese ritual. Por otro lado es quien me conecta, saber de donde vengo, es una de las tantas cosas que tenemos en común con Chiara. Ahora esas frases de la canción dice lo que siento en este momento al no tener a Gonzalo a mi lado.

 

Por encima escucho una gruesa voz de hombre que me sobresalta y vuelvo a la realidad al ver uno delante, avisándome que están por presentarnos. Lo hacen primero con Vera, quien desaparece de mi vista. No sé si me equivoco, pero puedo llegar a escuchar los gritos de Eva desde mi lugar, imaginándome a Virginia diciéndole un par de palabras hasta calmarse... Solo que eso no sucede como también los gritos de los simpatizantes rusos alentándola. Oigo mi nombre y doy pasos hacia la salida a la cancha, observando que están todos, incluso Gonzalo. Mis ojos no se desvían de él mientras camino hacia el asiento que me toca ocupar en el día de hoy. Parezco un robot abriendo el bolso para tomar una raqueta y hacer lo mismo con una botella para luego beber. En contra de mi voluntad le doy la espalda para acercarme a la juez de silla y veo el ceño fruncido de Vera, como hacerse notar su preocupación al notar mi rostro con ojeras... ¡Y quien no lo nota! ¡Hasta la juez de silla pregunta si me encuentro bien! Las observo para luego asentir y hacer el sorteo.

 

- ¿En serio te encuentras bien Cecilia?- la voz de Vera me quita de mis pensamientos- Sé que no nos conocemos mucho, pero me preocupas.

 

- Estoy bien Vera, sabes como es llevar el cansancio encima y la falta de sueño pasa factura.- le miento encogiéndome de hombros y asiente dudosa- Estoy bien, no te preocupes por mí.- le sonrío y corro hasta la línea final, comenzando con el calentamiento previo al juego.

 

Llevamos veinte minutos de juego y debo decir que peor no puedo llevar el partido. No he ganado un game, los balones que devuelvo pican fuera de la línea y ganas de dar la raqueta contra el polvo son muchas. Miro el cartel que está detrás de Vera, suspiro al ver que pierdo 5-0 y el game 30-0 con el saque de ella misma. Pica la pequeña bola dos veces para luego elevarla y salta haciendo que las cuerdas la guíen hacia aquí, picando delante de la línea. Trato de devolver como puedo pero queda en la red. 40-0. No he mirado a Damiano ni a Mattia... Ni a Gonzalo. Esto empeoraría más de lo que estoy y la derrota será aún más abrumadora. La expresión de Vera es de concentración absoluta pero su mirada demuestra otra cosa: preocupación. Ella no ha hecho el más mínimo esfuerzo para ganar el primer set, como ahora, que termina con un ace a la T y ni siquiera me inmuté al verla pasar por mi revés.

 

La tan particular sensación que me produce al sentir el balón dentro de mi mano derecha es difícil de explicar, como sostener la raqueta en mi mano izquierda... La adrenalina que recorre en todo mi cuerpo. El balón viaja desde mi mano hasta el polvo de ladrillo y de allí a mi mano de nuevo, así tres veces seguidas mientras que la raqueta gira sobre la palma de mi mano. Inspiro y expiro un par de veces para luego lanzar la bola por encima de mi cabeza y salto hasta lanzar la bola hacia el otro lado de la cancha. ¡Ace! Me sorprendo que haga un ace en medio de una crisis mental, pero siempre viene bien en estos tipos de partidos. 40-30. Un punto más y llevo el partido a tercer set. 6-5 el segundo set a mi favor y estoy a un paso de quitar la presión que ejerce en mi pecho. Entrecierro los ojos observando la bola para luego dirigiese a las cuerdas que hace contacto una vez que lo lanzo por encima de mi cabeza y lanzo hacia el otro lado. Suspiro de nuevo al ver que el pequeño balón no vuelve. Camino hacia el banco cruzando miradas con Vera que se ve sorprendida ante la terminación del set. En realidad se sorprendería hasta Damiano, que aún sigue trabajando en mi ace.

 

Me acomodo y aflojo el cuerpo tratando de buscar algo de aire que hace rato piden mis pulmones. Instintivamente mis ojos se dirigen a Gonzalo, encontrándome con sus ojos marrones en mí. Mi corazón golpea fuerte en el pecho mientras que una corriente recorre mi cuerpo. Desvío la mirada y con disimulo bebo de la botella de agua que tengo a mi lado antes de ruborizarme, más de lo que estoy. La juez de silla anuncia que el tiempo de descanso ha finalizado y con un poco de energía renovada, corro hacia el otro lado por lo que esta vez no me cruzo con la jugadora.

 

El pulso vuela a las nubes. No veo la hora de terminar el partido y desaparecer de aquí. El aliento del público inunda en mis oídos. Cecilia, Cecilia es lo único que escucho mientras mis ojos no se desvían de la pequeña bola que viaja desde mi mano derecha hasta el polvo de ladrillo y de allí a mis manos de nuevo. Miro de reojo a Gonzalo que se ha mantenido callado desde que ha comenzado el partido, hace más de dos horas y media. Concéntrate en ganar el partido, tengo que cumplir con mi objetivo: Cumplir el gran sueño de ganar Roland Garros. La bola llega a mi lado derecho por lo que lo devuelvo con el revés. Esta pica delante de la línea de fondo y Vera sin mucho esfuerzo hace lo mismo hacia aquí con un drop shot. Mis ojos solo están en el balón. Mis pies patinan sobre el polvo mientras empujo mi brazo izquierdo hacia la misma, evitando el segundo pique. Cierro los ojos y mi corazón no deja de latir acelerado esperando algún indicio de que un juez de línea anuncie que haya picado afuera, pero lo único que oigo sos aplausos y gritos efusivos. Los abro y observo a Vera con el ceño fruncido, se ve frustrada y cuando me doy cuenta siento polvo en mi nariz... Tanta concentración y ni siquiera me inmuté que había caído. El punto es mio y todos festejan mi esfuerzo. 0-15, tres punto más y gano, difícil pero no imposible. Vuelvo a la realidad cuando un alcanza pelotas se encuentra frente a mí con su brazo derecho extendido, y está ruborizado. Le sonrío tomando su brazo y me pongo de pie.



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En el texto hay: suenos, amor, discapacidad

Editado: 01.06.2018

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