I
Mi celular suena, despertándome de un hermoso sueño. Intento moverme pero me doy cuenta de que tengo medio cuerpo de Gonzalo encima del mío... Después de días de torturas, esto es el paraíso en donde siempre he querido estar, mi lugar en el mundo es estar rodeada en sus grandes brazos. Como puedo libero una de mis manos y tomo mi celular. Un mensaje de texto es lo que ha impedido seguir durmiendo, por lo que desbloqueo el mismo y abro el mensaje.
Disculpa que te moleste Cecilia. Soy Micaela y me atreví a pedirle tu número a Virginia. Gonzalo dejo su celular acá. Espero hayan arreglado sus problemas con mi hermano. Haceme le favor de despertarlo, el partido es en cuatro horas y tiene que entrenar.
Suspiro aún sin creer que tenga a Gonzalo a mi lado. Muerdo mis labios mientras le contesto a Micaela con dificultad.
Buen día. No hay problema, solo agéndalo. Quédate tranquila, ya solucionamos nuestros problemas y nos reconciliamos. Como debes saber, Gonzalo es de sueño pesado, así que intentaré despertarlo y devolvértelo en una sola pieza.
Sonrío dejando el aparato donde estaba. Giro para quedar frente a él y me sorprendo al ver que está despierto con esa sonrisa tan característica en el que estampa su rostro por lo que caigo al suelo. Esto de asustarme se le ha hecho muy común, solo espero que no haya leído el mensaje que me envió su hermana, ni lo que le respondí. Oigo su risa, otra cosa que he extrañado de él. Tarda solo unos segundos cuando su rostro y su sonrisa aparecen frente a mis ojos. Mis labios no se hacen esperar y lo imita. Su cuerpo cae como una bolsa de papas encima de mi cuerpo y jadeo al sentir su erección en mi entrada... Sabe como caer en el punto exacto. Hasta ese momento no me había dado cuenta de que estoy desnuda.
- Buen día princesa.- une sus labios a los míos en un corto beso.
- Juro que me odio por lo que he hecho.- rodeo mis piernas en su cintura y escondo mi rostro en su cuello- Me odio por alejarte de mí y no ver antes que alejados nos herimos por la ausencia...
- Mejor no pienses en el pasado Cecilia, el presente es lo que vale.- con sus grandes manos toma mi rostro e invade mi boca.
Ahogo un grito de sorpresa al sentir que entra de lleno en mí. Se mueve lentamente mientras que mis uñas se clavan en su espalda y un gruñido sale de su garganta. Me giro por lo que quedo encima de él. Sus manos se aferran fuerte a mi cintura mientras que los míos hacen lo mismo en sus hombros, dejándome llevar por los movimientos. Me muevo en círculos y mis muslos se tensan. Cierro los ojos acelerando los movimientos y muerdo mis labios para ahogar mis gemidos cuando llegamos al tan ansiado orgasmo en sincronía. Mi cuerpo cae exhausto, apoyo mi cabeza en su pecho respirando aceleradamente a la par de la suya. Sus manos acarician mi espalda y me pierdo en ellos.
Cuando mi cuerpo vuelve a la normalidad y vuelvo en sí, mis ojos recorren su trabajado cuerpo. Un par de alas de águila cubren todo su pecho y por encima, en el lado de su corazón encuentro mi nombre... En algún momento quería marcarte en mi piel con tu nombre y no es tan mala la idea de marcar tu mano. Aún me siento mal por golpearlo, ahora sé que ha sido maltratado por su propio padre, la culpa me carcome.
- Me encantaría quedarme así, dentro de tí todo el día pero tengo personas que me esperan y un partido difícil de afrontar.- se gira y sale de mí por lo que jadeo en respuesta- Ya tendremos tiempo para nosotros después del torneo cariño.- se arrastra hasta encontrar su vestimenta, yo admiro su trasero redondo.
- Te acompañaré, le prometí a Micaela entregarte en una sola pieza y es lo que haré.- me levanto observando su ancha espalda... Son las mismas alas de águila y por debajo de la misma aparece el nombre de su hermana.
- Tienes tatuado las alas a la misma altura...- es una afirmación que se escapa de mis labios.
- Fue difícil el trabajo del tatuador por un capricho mío. Es una expresión de libertad.- me responde mientras me acerco al ver que se le dificulta colocarse el bóxer gris claro. Me arrodillo y él se tensa sentándose en mi cama. Le coloco el mismo sobre sus piernas- Después de nuestra llegada a Buenos Aires, respiré la libertad que ansiaba al cumplir mis dieciocho años... Solo que lo logré a los veinte y no fue nada fácil. Ramiro y Mauro trabajaban mientras Micaela cuidaba de mí. Después del mediodía viajaba con ella hasta un club que nos alquilaba la cancha y se le pagaba a un entrenador para que me mantuviera en forma.- suspira y veo que se ruboriza al rodear mis brazos en su cintura y lo pongo de pie, colocándose como corresponde su bóxer y su pantalón- Logramos mantenernos por sí solos hasta que el alquiler se fueron de nuestras manos y tuvimos que abandonar el piso. Entre las horas que pasamos recorriendo la ciudad encontramos un gimnasio, allí es donde conocimos a Anthony, Marie y Max, su hermano.- le tiendo su remera y busco las muletas- Ellos nos dieron un lugar en su gimnasio para dormir. Una semana después Oscar e Isabella llegaron de su luna de miel y nos han prestado su departamento, aún paramos ahí cuando volvemos a Buenos Aires.
- Ellos los han salvado de no quedarse en la calle.- asiente en respuesta mientras busco mi vestimenta para estar presentable ante Micaela.