Amor, somos tóxicos

Capítulo 7: el partido

Dos semana pasaron desde mi casi huida con Javier a una fiesta y desde ese día no lo volví a ver. Sinceramente no se porque me preocupa tanto eso, pero intente investigar un poco con la muy, ahora útil, vecina chismosa del vecindario. 

La señora ramona, literalmente, se la pasa más de 12 horas por día mirando por la ventana, vigilando a todo el barrio. Ayer me la cruce en el supermercado y me conto que hace unos días presencio una pelea fuertísima de Javier con el reciente vecino nuevo. Según Ramona Javier le grito que no lo volvería a ver jamás y que lo tenía harto, mientras su hermano solo le decía que se largue de una vez. Por alguna extraña razón una sensación como de tristeza me atravesó cuando me lo conto. 

Estas dos semanas no he podido pensar en otra cosa que no sea Javier, como si una criatura se hubiese instalado en mi cabeza y me obligara a solo pensar en el pelinegro. 

A pesar de que todas las veces que lo he visto mi instinto me grita que me aleje de él, tenía una mínima esperanza de volverlo a ver. Aun no tengo claro si es porque: me da curiosidad su forma de ser y tengo la necesidad de saber quién es, o simplemente porque es con la única persona, aparte de mi padre, mi hermano y ahora mi cuñada, que me habló desde que llegue. 
Esa es la triste realidad. Aparte de pasar 2 semanas desde que Javier no volvió a aparecer también se cumplió 1 mes desde que volví y el pelinegro fue el único que me hablo más de una vez. 

En la universidad nadie se me acerca y Ximena no ha ido. Cosa que también me preocupa bastante. 

La fuerte voz de mi padre me acaba de sacar del trance en el que estoy sumergida y no me quedo otra opción que voltear a verlo

-Nina, vámonos o llegaremos tarde al partido -En menos de 20 minutos comienza el partido de futbol de Marco y, por primera vez desde que llegue, saldría con mi padre a algún lugar. 
Sin decir una palabra nos dirigimos hacia afuera de la casa y luego al auto. La cancha en la que mi hermano juega no está lejos, llegamos más que bien. Desde que tengo memoria nunca me había perdido un partido de Marco, amo verlo jugar así que otra de las cosas que más nostalgia me dieron cuando me internaron en el hospital fue la alegría que me producía gritar los goles de mi hermano, saber que no estaba ocupando un asiento en las tribunas para darle todo mi apoyo dolía. 

Una vez que llegamos a la cancha pude percibir el aroma a hamburguesas que seguramente se están asando en el puesto de comida, los gritos que provienen de las tribunas inundaron mis oídos y por lo lejos pude divisar a mi hermano recalentando antes de entrar a jugar.
Camine junto con mi padre subiendo escaleras arriba para poder conseguir un buen asiento en las tribunas y una cabellera negra bastante familiar se robo mi atención. 

Desde la tribuna de abajo su mirada avellana choco con la mía y me sudaron las manos, trague saliva y me tranquilice un poco al darme cuenta que mi padre no se ha dado cuenta de la presencia de Javier. Me ha dejado bien claro que no le agrada para nada. Una de sus típicas sonrisas burlonas salió a frote y levanto su mano en forma de saludo atrayendo la atención de las tres personas con las que se encuentra, los cuales voltearon a mirarme sin disimulación alguna. Con timidez y percatándome de que mi padre no está mirándome levante mi mano devolviéndole el saludo y quite mi mirada de él para poder, o al menos intentar, prestar atención al partido.
Los 11 jugadores de cada equipo salieron a la cancha para darle comienzo al partido.

-Nina, siéntate derecha -La autoritaria orden de mi padre me obligo a acomodar mi postura. El partido va tranquilo, el equipo de Marco va ganando por un gol y la tensión entre la tribuna en la que me encuentro y la tribuna opositora se siente en el aire. Una lluvia de insultos entre todos los espectadores es lo único que se escucha durante lo que va del partido, aturdiéndome un poco. 

Voltee a ver a mi padre quien ahora está hablando con un amigo suyo y toque su brazo para poder llamar su atención. 

-Voy a bajar y tal vez coma algo, el primer tiempo casi termina. -Le informe a mi padre quien con un asentimiento de cabeza me dio la aprobación a mis palabras. Entre mis fallidos intentos de no pisar a nadie y disculpas baje de la tribuna y camine por el césped hasta dirigirme hacia el puesto de comida.

-¡Nina, mi niña! -La chillona voz de Susan, la señora que se encarga del puesto de comida de cada partido desde que tengo memoria, llamó mi atención y la mire con una enorme sonrisa. Salió detrás de la barra de los pedidos y sentí sus brazos rodear mi cuerpo-. Se te extrañaba por aquí, eh ¿Cómo has estado?

-Hola, Susan -dije sin despegar mi sonrisa de mi rostro. Siempre la personalidad de Susan me ponía de buen humor, es de esas personas carismáticas que viven para trasmitirles buenas vibras a las personas, esas personas que no tienen ni una pizca de maldad -Yo también extrañaba venir. Había olvidado el rico aroma de las hamburguesas de su marido.

-¡Oh, ya mismo te traigo una! -Exclamó con una energía impresionante, se dirigió de nuevo hacia atrás de la barra -, tu solo espérame -asentí con la cabeza y me senté en una de las sillas que se encuentran al lado del puesto, desde lejos se podía ver el partido al menos un poco. Frote mis manos por la pequeña brisa, la noche no está fría pero tampoco calurosa. 



#38604 en Novela romántica

En el texto hay: sexo, obsesion, amor

Editado: 23.07.2019

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