Capítulo 8: el mensaje

Luego de sentir los labios de Javier sobre los míos un carraspeo de garganta hizo que mis cabellos se ericen. Mire al pelinegro asombrada mientras él me dedica una sonrisa. Giro para saber quien quiso llamar nuestra atención y me alivie un poco a ver que es Susan y no mi padre, pero el alivio se esfumo en un segundo cuando noto la mirada furiosa de mi progenitor detrás de Susan.

Bien, me castigaran por años.

Con una seña de manos me da a entender que quiere que lo siga y comienza a caminar a pasos largos hacia la salida del estadio, rumbo al estacionamiento. Mire a Javier, quien no ha quitado esa sonrisa de su rostro, y note como un poco de burla se desprende de sus ojos.

—Lo siento, tengo que irme —dije parándome rápidamente para seguir a mi padre, comienzo a caminar a paso rápido hacia el auto. El gritó de Javier diciéndome que pare me hace detener.

—Espera... quiero volver a verte —dijo una vez que llego a mi lado, su mano tomo mi cintura provocando que mi estómago se revuelva —. Salgamos.

—No puedo, lo siento —Me disculpe zafándome de su agarre e intentando volver a caminar, pero de nuevo; su mano me detuvo.

—¿Por qué no? —preguntó, mi espalda choco contra su pecho mientras su mano vuelve de nuevo a mi cintura —. ¿No te gusto el beso?

Vaya que si me ha gustado, por más que intente negarlo, algo dentro mío exploto una vez que los labios de Javier comenzaron a explorar los míos, dejándome con ganas de más. Pero esa sensación de que él no llego a mi vida para algo bueno no quiere abandonarme, dejándome en una incertidumbre gigante de si debo salir huyendo o no.

—No es eso —dije en un susurro apenas inaudible, la mano de Javier apretó levemente mi cintura haciéndome estremecer —. Solo, es que no puedo.

No iba a decirle que no puedo salir con él porque mi padre cree que es un drogadicto, criminal y bueno para nada.

—¿No es eso? —Su voz seductora apareció mientras siento como su aliento choca contra mi oreja —. ¿Entonces si te gusto el beso?

—Javier, tengo que irme —repetí, intentando evadir su pregunta. Sentí mis mejillas calentarse y lleve mi manos hacia ellas para retificar que no están calientes; arden. Di un brinco asombrada al sentir la mano de Javier deslizarse por el bolsillo trasero de mi jean, rápidamente lleve mi mano hacia la suya deteniendo su movimiento.

—¿Qué ha-haces? —dije con la voz entrecortada, casi sin aliento. Prácticamente está tocando mi trasero. Su risa inundo mis oídos y saco mi celular de mi jean.

—Esto —susurro en mi oído para luego quitar su mano de mi cintura, voltee a verlo. Con una mano sostiene su celular mientras con la otra sostiene el mío — ¿Enserio tienes agendado tu numero con tu nombre? —dijo burlón. Estire mi brazo para poder quitarle mi celular pero fue más rápido que yo y se dio la vuelta para darme la espalda.

—Javier, devuélvemelo —Reproche intentando quitarle el celular de las manos, se dio la vuelta y extendió su mano para devolvérmelo. Cuando tome mi celular se acercó a mí de una forma veloz plantando un rápido beso en mis labios. De nuevo mis mejillas se encendieron.

—Tienes mi numero —habló cerca de mi rostro —. Quiero volver a verte esta noche.

—Te he dicho que no puedo —dije alejándome un paso, pero él se volvió a acercar a mi. Mire hacia atrás para ver si hay alguna señal de mi padre y volví a retroceder —Adiós, tengo que irme.

—Te veo luego —gritó una vez que comencé a caminar lejos de él. Por encima de mi hombro gire mi cabeza para observarlo y una sonrisa dio paso entre sus labios para, luego, guiñarme un ojo.

Camine temerosa hacia el auto mientras siento miles de sensaciones que quieren salir de mi pecho. Ahora mismo estoy tan confundida y sorprendida que no puedo pensar con claridad pero, por alguna extraña razón, el beso que Javier me dio provoco que mis ganas de conocerlo y volver a besarle aumenten dentro de mi. Sin importarme que su apariencia y mi instinto me griten que él es peligroso.

Entre al auto encontrándome con mi padre rojo de la furia. En completo silencio entrelace mis manos sobre mi regazo y agache mi cabeza para observarlas y no hacer contacto visual con él, un gran suspiro salio de la boca de mi padre y de reojo note como llevó su mano hacia su bien cuidado cabello. 

—Yo no se en que idioma hay que hablarte —Comenzó a decir, se perfectamente que en este preciso momento mi padre le esta dando paso a un gran y aburrido regaño. —No paso ni siquiera un mes desde que volviste, Nina, y ya andas metiéndote en problemas. Tu no eres así. —Siento su mirada clavada en mi pero aun así no despego mi vista de mis manos, mi boca se abre para decir algo pero nada sale, por lo que opto quedarme en silencio—. Te he dicho que no quiero que te acerques a ese muchacho, te lo he dicho ¿y que es lo haces?.

—¿Adonde vamos?, el partido no ha acabado —comencé a reprochar al sentir el motor del auto gruñir y comenzar a andar.

—El partido acabo para ti —contestó —. Y no cambies de tema, jovencita. Te estoy hablando y sabes perfectamente que odio que me ignoren. —La molestia de su voz me dio a entender que no debí ignorar sus palabras.

Mi padre con solo 40 años se había vuelto un viejo gruñón desde que tengo memoria. Mi madre, quien era totalmente lo apuesto a él, siempre nos decía a Marco y a mi que mi padre se comportaba sobreprotector con nosotros por el simple hecho de que le daba miedo que algo nos sucediera. Que a pesar de ser un gruñón y frió nos ama aunque le cueste demostrarlo y que, aunque no lo notemos, nos demostraba su amor día a día con su esfuerzo para sacar adelante a nuestra familia.

Mis padres crecieron de golpe cuando mi madre le dijo a mi padre, con tan solo dieciocho años, que estaba esperando un bebé de él, a lo que mi padre tuvo de que dejar su ultimo año de instituto para empezar a trabajar y poder darle  una vida digna a su hijo según él. Finalmente termino el instituto después de abandonarlo dos años, al tercer año nací yo y se casaron con mi madre para terminar de formar nuestra familia, a pesar de su corta edad.