Emma recuesta su cabeza en el vidrio de la ventana del auto, cierra los ojos mientras las lágrimas recorren su rostro, el hombre que amaba se había casado con otra mujer, se había marchado del pueblo sin mirar atrás, sin pensar que ella quedaba con el corazón llenó de ilusiones, de amor por él.
—Señorita de Tamayo —abre los ojos de golpe, mira alrededor y luego al par de ojos oscuros que la observan —¿Sigo recto?
Ella mira el rótulo grande con el nombre de Los Milagros en la entrada del pueblo.
—Caminaré.
— Lo siento, tengo órdenes de dejarla en la puerta de su casa, debo saber dónde vive —ella pasa la lengua por sus labios resecos
—¿Realmente cree que cumpla? —Esteban la mira por el retrovisor.
—Por supuesto, don Arturo le ha dado su palabra y espera que usted cumpla lo que le pidió.
Ella baja la mirada hacia sus manos desnudas, usaba las uñas demasiado cortas, su padre detestaba las uñas largas así que lo tenía prohibido, no podía soñar en pintarselas.
—No buscaré a James —declara llena de dolor —Por favor siga recto, le iré indicando el camino, a esta hora están bebiendo café mis padres; no me preocupa que me vean bajar del auto.
Él no dijo nada, aún no podía creer que su jefe tomó la decisión de casarse con una desconocida, todo el camino de la ciudad al pueblo no dejaba de mirarla por el retrovisor, era bonita no lo podía negar, pero era demasiado timida, para ser la esposa de Arturo Dixon debía ser muy segura de si misma, el puesto de esposa a sido perseguido, pero nadir lo había logrado, por increíble que pareciera el pequeño ratón temeroso sería la señora Dixon.
Se detuvo frente a una casa grande como una hacienda, ella estiro su cuello y al percatarse que no había nadie, se bajó del auto, Esteban había bajado para abrirle la puerta, pero ella se adelantó, suspiro y bajó las compras que llevaba Emma.
—Gracias —susurró mientras tomaba las bolsas.
—El Señor Arturo estará aquí mañana domingo, a las dos de la tarde
Ella desvió la mirada hacia un punto.
—No se en que estaba pensando para aceptar casarme con alguien que no conozco.
Esteban se preguntó lo mismo, pero decidió callar.
—Buenas tardes, señorita de Tamayo.
—Tengo miedo de que papá no acepte la boda.
—Dejeselo al Señor Dixon —camino hacia el auto, realmente si el padre no aceptaba la boda, perdería un buen partido para su hija.
Emma entra a la casa, coloca las bolsas de la compra de la parroquia en una mesa, estaba nerviosa, dolida, tenía muchos sentimientos encontrados.
Escucha la canción en la radio que escuchan desde que tiene memoria, eso significaba que su padre estaba en la cocina con su mamá, bebiendo el café de la tarde.
—Llegaste —su padre la mira con indiferencia —¿Trajiste todo lo de la parroquia?
Ella asiente, desde hace mucho tiempo había aceptado que sus padres no se preocupaban por ella, no le pregunto por su viaja a la ciudad, si no tuvo ninguna dificultad.
—Voy a recostarme un momento, me duele mucho la cabeza.
Su madre no respondió, se limito a dar sorbos a su café, a veces se preguntaba como hicieron sus padres para tenerla, casi no conversaban, bueno cuando estaba ella presente.
—Puedes recostarte —indicó su padre, ella casi salió corriendo de la cocina, creció sintiéndose sola, todo cambió cuando conoció a Leticia en la primaria, se hicieron amigas y no se separaron, hasta ahora.
Emma se sentó en la cama, su mente era un caos, ella había aceptado casarse con un total desconocido, ella ni siquiera lo pensó.
—Estoy dispuesto a casarme con usted, darle un apellido a su hijo si se olvida por completo de James Gordon.
—Pero... —miró al hombre cruzarse de brazos.
—¿Qué dice?
—James es el padre —Arturo mira la foto de los novios, ella sigue el rumbo de su mirada, cerró los ojos, él le había recordado en silencio que James se iba a casar con otra mujer.
—Necesito una respuesta —levanta su brazo y mira la hora —La boda va a iniciar.
Ella mordió su labio inferior, recordó que James después que se entregó a él, sólo la vio una vez más, luego desapareció, no supo más de él, ella lo fue a buscar a la mansión de la colina y siempre le decían que había salido y podía ver el auto de él estacionado, frunce el ceño ¿Cómo no lo vio?, él sólo la uso, solo arrebato su virginidad y luego dejo de importarle.
—¿Señorita de Tamayo?—ella miró a Arturo, él le estaba ofreciendo lo que había llegado a buscar con James.
—Esta... bien —bajó la mirada, Arturo sonrió.
—Esteban, lleva a la señorita de Tamayo a su casa —ella levanta rápidamente la mirada.
—No vivo en la ciudad, es el pueblo Los Milagros —ella aprecio que la mandíbula de Arturo se presiono con fuerza cuando le dijo del pueblo.
—Llévala Esteban, hasta la puerta de su casa, mañana la buscaré señorita de Tamayo, solo recuerde que no debe buscar a James, no llamarlo, no escribirle.
Ella desvía la mirada, sabía que existían los móviles, había visto a James usar uno, su amiga Leticia tenia uno, pero su padre era tan estricto que no permitía que ella tuviera uno, ni siquiera tenían teléfono en la hacienda. A James le había parecido divertido que ella no tuviera un móvil.
—No se preocupe.
—Esteban, guardas el número de la señorita de Tamayo.
—Yo... no tengo móvil, ni teléfono en casa—espero que él soltara una risa, pero no lo hizo.
—Bien, arreglaremos eso después. Asegúrate que llega bien la señorita de Tamayo.
Suspiró y dejó de recordar la conversación que tuvo con Arturo, ella había aceptado casarse con él, para que su hijo tuviera un padre, pero lo que no sabía que ganaba él por casarse con ella.
*****
—¡Gracias Hermano!—Adriana se tiro a sus brazos, sus ojos brillaban, ella estaba feliz.
La abrazo con fuerza, amaba a su hermana, la protegería hasta el último dia que él tuviera aliento. James se acercó a ellos con una gran sonrisa en su rostro, llevaba una copa en su mano.