Amor tras la valla

5❤️

Sofía entró en silencio en la sala de conferencias del ayuntamiento. No le entusiasmaban las reuniones vecinales, pero las asistía para sentirse parte de la comunidad. Al fin y al cabo, Zolotye Peski la había acogido en el momento en que el mundo entero le parecía frío y hostil.

—Disculpen... —susurró mientras se abría paso hasta un asiento libre—. Con permiso, cuidado con los pies... Gracias.

Se dejó caer en una silla junto a una pareja de ancianos que escuchaban atentamente el discurso del alcalde.

—¿Me he perdido de algo? —les preguntó en voz baja.

—No, de momento solo está intentando ganarse nuestro favor —le respondió la mujer, abanicándose con energía—. Pero ahora irá al grano.

Y no se equivocó. El regordete en el estrado bebió un sorbo de agua, carraspeó con fuerza en el micrófono (haciendo que todos en la sala se estremecieran con el estruendo) y, con una expresión de infinita tristeza, anunció:

—Queridos conciudadanos, enfrentamos un problema grave. Supongo que todos han notado los cortes en el suministro de agua... Resulta que la tubería principal está en un estado deplorable y necesita ser reemplazada de inmediato. Si no lo hacemos pronto, corremos el riesgo de arruinar la temporada turística.

Un murmullo de indignación recorrió la sala. Algunos gritaban sobre los impuestos, otros sobre la corrupción del presupuesto municipal. Sofía suspiró, se puso los auriculares y buscó una canción animada que le hiciera imaginar que, en vez de protestar, los vecinos coreaban a Bruno Mars. Con tres canciones fue suficiente. La multitud se cansó de gritar y volvió a sus asientos. El alcalde, al ver que no lo lincharían, retomó la conversación.

—No tenemos dinero para la reparación. Así es la situación... —desvió la mirada—. Recuerden que tuvimos que arreglar el paseo marítimo tras la tormenta. Todo el fondo de reserva se fue allí, incluso puse parte de mi propio dinero.

—Mentiroso —murmuró la mujer a la izquierda de Sofía.

—Pero hay una solución —el alcalde se irguió con confianza—. Mis colegas y yo hemos pensado en una estrategia brillante: matamos dos pájaros de un tiro. Organizaremos una feria. No solo recaudaremos fondos para la reparación, sino que también atraeremos más turistas.

Un hombre corpulento con bigote se levantó y agitó el puño en el aire.

—¡Qué maravilla! Nos quedaremos sin agua potable en cualquier momento, pero antes del colapso, nos iremos de fiesta.

—No —el alcalde tomó aire antes de soltar la siguiente frase—. Los locales no estarán de fiesta. Este es un problema de todos, así que lo solucionaremos entre todos. Quienes tengan negocios de comida deberán organizar una zona de restauración con comida rápida, helados y algodón de azúcar. Las atracciones como el tiro al blanco o la lotería también estarán en la feria. Traeremos algunos juegos mecánicos de la ciudad vecina y prepararemos un programa de entretenimiento para que no parezca un simple mercado. Sacaremos todo el dinero posible de los turistas y con eso financiaremos la reparación. ¿Qué dicen, amigos?

—¡Que votamos por ti en vano! —gritaron desde las últimas filas.

A Sofía, en cambio, la idea le pareció genial. ¿Para qué quejarse si se podía hacer algo al respecto? Además, una feria significaba diversión, el aroma del maíz dulce y un toque de color en medio de la rutina.

—¡Yo me apunto! —alzó la mano—. Anótenme como voluntaria.

—¿Y qué harás? —preguntó con escepticismo la mujer de su izquierda.

—Hmm... Déjame pensar... —Con su experiencia laboral, Sofía podía hacer de todo, pero su nueva filosofía de vida le dictaba que solo debía hacer lo que realmente le diera placer. Hizo una pausa, evaluando opciones—. ¡Oh! Mi amiga trabaja en un campamento infantil. Puede conseguirme un disfraz de sirena. Prepararé un bonito escenario y ofreceré fotos con turistas.

Al ver que al menos alguien apoyaba la idea, el alcalde aplaudió.

—¡Genial! —exclamó el alcalde, encantado.—. Si Dios te dio ese aspecto, sería un pecado no usarlo para ganar dinero.

Las risas recorrieron la sala.

—Eso sonó un poco ambiguo... —murmuró Sofía—. Pero intentaré tomarlo como un cumplido.

Poco a poco, la indignación general se transformó en un debate sobre la organización de la feria. Claro, la idea de trabajar sin paga, aunque fuera solo por un día, no entusiasmaba a nadie, pero todos comprendieron que no había otra salida.

Por supuesto, Damián vendrá a la feria... Creo que le gustará ver a Sofía vestida de sirena.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.