La fiesta estaba irremediablemente arruinada. Reuniendo a los niños, Damián condujo de regreso a casa. A pesar de los gritos de Juan, que se quejaba de que le faltaba diversón, él intentaba ordenar sus pensamientos. Lo que había escuchado de la tía Zoya fue una desagradable sorpresa. Claro, ya sabía que a Sofía le gustaba divertirse, pero había subestimado la magnitud. Alcohol, chicos, fiestas... No era así como se imaginaba a su futura pareja. Por otro lado, durante todo el tiempo que llevaban juntos, ella nunca le había dado razones para dudar. Pasaba todas las noches con él y los niños, ayudaba a Liza con cosas en las que él era un desastre y traía calidez a su vida de soltero.
—Que le den al pasado... —susurró.
—¿Qué dijiste? —preguntó Liza desde el asiento trasero. A diferencia de su hermano, ella estaba preocupada por la situación.
—Digo que hay que revisar el chalet y la casita de Sofía. No debería estar sola.
—¿Han peleado?
—No, la tía Zoya se pasó de la raya —Damián decidió no darle más detalles a su hija—. Espero que desde el restaurante se haya ido directamente a la estación de autobuses.
García aparcó frente a la casa. La familia se separó para buscar a Sofía. Para Juan, aquello era un juego de escondite, así que revisó encantado armarios, almacenes y rincones. Damián dio una vuelta por el terreno y se aseguró de que ella no estuviera en el patio.
—El bungalow también está vacío —suspiró Liza—. Tal vez fue con Rita. Tengo su número, la llamaré ahora.
La niña llamó a la amiga de Sofía y le pasó el teléfono a Damián.
—¿Perdieron a la cumpleañera? —se indignó Marta al escuchar la explicación—. ¡De haber sabido, habría insistido en que celebrara según mi plan! Ahora estaríamos moviendo el trasero junto al DJ...
—Por cierto... —no pudo evitar preguntar Damián—. ¿Desde cuándo se conocen?
—Más tiempo que tú con ella —su voz se tornó sospechosa—. ¿Por qué preguntas?
—Por nada. No le des importancia.
—Damián, solo necesitas saber una cosa: Sofía está loca por ti. Desde que llegaron al mar, ha cambiado mucho. Empezó a planear sus estudios, buscar trabajo, comprar libros serios. Hasta diría que se volvió más aburrida que mi abuela... Pero supongo que eso es algo bueno, ¿no?
El corazón de García dio un vuelco. Era agradable escuchar confirmaciones de que también le importaba a ella. A su amiga no le mentiría.
—No sé... Dicho por ti, no suena muy entusiasta.
—Es que estoy acostumbrada a otra Sofía —admitió Marta—. Este verano me ha superado. Tal vez yo también debería encontrarme un tipo con hijos. ¿No tienes amigos solteros buscando esposa?
—Por desgracia, no.
—Pero si aparece alguno, tenme en cuenta. Sobre la tía... Hace tiempo que ellas están enfrentadas. Sof se escapó porque Zoya era una tirana con faldas. La oprimía como podía, incluso la golpeaba, tratando de convertirla en su copia.
—¿La golpeaba?
—Ajá. Si fuera Sofía, habría cortado contacto hace mucho, pero ella sigue soportándola. Tal vez tiene miedo de perder a otra pariente... No lo sé.
—Entiendo —resulta que la juventud de Sofía fue aún más triste de lo que Damián imaginaba—. Gracias, Marta. Seguiré buscándola.
—Por supuesto, búla. Creo que eso es justo lo que Sof necesita: que aparezca un hombre fuerte, le acomode las ideas, la cargue al hombro y la lleve a casa. Aunque de esto último no estoy tan segura... ya son mis propias fantasías.
—Bien. Si hay noticias, avísame.
—Por supuesto.
Damián miró a los niños.
—Hay que recorrer las calles del pueblo.
Liza negó con la cabeza.
—Mejor sin nosotros. Piensa: ¿para qué estaríamos allí? Ni siquiera podrán hablar con sinceridad. Ve tú, yo me quedaré con Juan.
Tenía razón. Los niños estarían de más. Faltaba que, en medio de una conversación seria con Sofía, Juan comenzara a quejarse por la tarta sin comer o las velas sin soplar.
—Buena idea —asintió Damián—. ¿Tal vez quieras invitar a Mac para que no te aburras?
Los ojos de Liza se abrieron con sorpresa.
—¡Parece que los extraterrestres han secuestrado a nuestro papá! ¡Hey, copia china, te descubrimos! El verdadero Damián García jamás habría permitido a Mac quedarse en casa sin supervisión de un adulto.
—Ay, no empieces...
—¿Y si queremos hacer niños? —Liza imitó su tono habitual.
—¿Cómo? —se interesó Juan—. ¿Con plastilina? ¡Puedo ayudar!
Damián le revolvió el cabello, como hacía Sofía.
—Haz lo que quieras con plastilina. Sobre lo otro... Liza, confío en ti —dijo, disfrutando del shock de su sobrina. Pero no sería él mismo si no añadiera al final—: Pero si me entero de que hicieron tonterías...
—No te preocupes —Liza tomó a su hermano de la mano y lo llevó dentro—. ¡No te enterarás!
García debía admitir que, gracias a Sofía, él mismo había madurado. Confiar en un adolescente dominado por hormonas no era fácil. Pero la tía Zoya había demostrado que el control absoluto no llevaba a nada bueno.
Se subió al coche y, llamando a Sofía por el camino, salió a buscarla entre los turistas. Podría estar en cualquier parte, así que recorrió cafeterías, el parque de atracciones, el paseo marítimo... Sin éxito. Agotado y frustrado, volvió al coche.
—Si fuera ella... Querría estar sola. Buscaría un lugar donde nadie pudiera encontrarme... —y entonces le cayó la ficha—. ¡Su lugar secreto!
Recordó su primera noche juntos, cuando charlaron hasta el amanecer en el muelle de una base abandonada. "Es mi rincón especial", le había dicho Sofía. "Aquí puedo pensar con claridad".
Sin perder un segundo más, Damián encendió el motor.