Amor, Uvas y Vinos

Capítulo #8

Alma Teller 

 

¡Ay…! ¡Soy un idiota…!

Se decía Jacob llevándose las manos a la cabeza, no entendía porque se había dejado convencer de su mejor amigo para que la sobrina de su mejor amigo se quedará. 

—Si que eres un idiota…—dijo su madre ingresando a su oficina ganándose una mirada de reproche por parte de su hijo.

¿Qué te trae por aquí madre?

—¿Acaso no puedo visitar a mi hijo? —pregunto fingiéndose dolida.

—Madre… por favor…

—Bien.

Vine porque necesitamos hablar sobre Martín, ya pasaron 5 años y no puedes seguir culpándolo por la muerte de Sol. Es tu hijo, el fruto de tu amor con Sol.

—Si tan solo él no hubiese nacido…

—No lo digas, ni lo menciones… —le corto su madre al darse cuenta lo que su hijo iba a decir.

—Entonces, no lo expongas ante mi presencia. Ver a Martín me recuerda a ella y es doloroso, sigue siendo doloroso.

Jacob respiro profundo y sabía que esa charla con su madre no tendría un buen final, así que decidió dar por finalizada la conversación. Deposito un beso en la mejilla de su madre y salió de su oficina con dirección a los árboles de la Vid, era el único lugar en el que se podía sentir tranquilo, trabajando y logrando olvidar todo aquello que lo perturbaba.

Mientras Jacob se perdía entre sus árboles.

Alma comenzó a recorrer los alrededores del viñedo de Jacob, lo más lejano posible de ese cara de ogro, no quería ni siquiera cruzárselo. El lugar era hermoso, le brindaba paz y tranquilidad, el clima era soleado, pero no se sentía el calor al estar cerca a un río y rodeado de lagunas. El viento traía consigo el aroma dulce de las uvas envolviéndola con su dulzura.

Se giro hacia atrás porque sentía que alguien la seguía, pero cuando se volteaba no veía a nadie detrás.

—Quizá es el sonido del viento —se dijo mentalmente siguiendo el camino al lado del río, quería meter sus pies en el agua frio.

¡Ay…!

Alma se giró sobre saltada encontrándose con un pequeño rubiecillo tirado en el piso, el pequeño levanto la cabeza con sus ojitos vidriosos y al toque lo reconoció, era el pequeño Martín.

Se apresuro en llegar hacia el y ayudarlo a ponerse de pie, pero el pequeño emitió un gritillo de dolor ya que al flexionar la rodilla le dolió ya que tenía un raspón y la pequeña herida le estaba sangrando.

—¿Por qué me seguiste? —pregunto Alma poniéndose de cuclillas para soplar la herida del pequeño quien le regalo una sonrisa y no respondió.

Aunque Alma tenía ganas de meterse al río debía priorizar volver a casa ya que se hacia tarde y de seguro sus abuelos estarían buscando al pequeño quien intento dar un paso más este se quejo por el dolor de la rodilla haciéndole respirar profundo a Alma.

—Bueno… —supongo que te tendré que cargar.

Se bajo a su nivel y pidió al pequeño que se subiera en su espala, que se aferrara a su cuello mientras ella lo sostenía de la parte de atrás. Alma camino de regreso a casa con el pequeño en su espalda, era cansado, pero no podía dejar que el niño caminara. El pequeño se sentía feliz al ser llevado de esa manera tanto así que se olvido del dolor que sentía en la rodilla y comenzó a cantar su canción de jardín haciendo que el corazón de Alma se comprimiera y se imaginara a su pequeño.

Sus ojos se habían llenado de lágrimas por unos instantes, elevo los ojos hacia el cielo y respiro profundo, no quería que el pequeño se diera cuenta que estaba llorando. No quería malograr el momento feliz del pequeño que en algún momento se quedo en silencio y Alma sonrió al darse cuenta de que el niño se había quedado dormido por la respiración pausada del pequeño.

¡Señorita Alma…! grito Juana al verla llegar con el pequeño.

Alma le hizo señas para que no hiciera mucho ruido.

—Pensamos que le había pasado algo al niño, lo llevamos buscando desde hace ratos —dijo Juana ya un poco menos efusiva.

—Lo siento… —dijo Alma apenada.

—Es mejor que lo llevemos a la casa de su abuelo, no querremos tocarnos con el “ogro” —dijo Juana conociendo la forma en que lo llamaba Alma.

—Ya se tocaron conmigo —dijo Jacob detrás de las dos mujer haciéndolas sobre saltar.

—Juana lleva a Martín con mi madre y tú me sigues —ordeno. Miro con dureza a Alma y siguió su camino hacia la casa principal.

¿Qué demonios le pasa?

—Por favor, no discutas —pidió Juana tomando al pequeño en brazos y se dirigió a la casa de los padres de Jacob quienes tenían su propia casa en el viñedo. Por orden de Jacob se hicieron tres casas, la principal y más grande era suya, la otra de sus padres y por ultimo la casa para la visita que en realidad era para Alonso.

Alma se debatía entre si debía obedecer a ese grosero o simplemente ignorar para dirigirse hacia su casa, aunque temporal era su casa. —No tengo porque seguir las ordenes de un hombre sin modales, Alma se giro en sus propios pies y se dirigió hacia su casa. Pero aquel comportamiento no paso desapercibido por el ogro que observaba por la ventana como aquella mujer se marchaba sin obedecerle.

¿Quién se cree esa mujer?

—Esto no se quedará así —se dijo.

Salió de su oficina, cerrando de un portazo la puerta y caminando con rumbo hacia la tercera casa. Sus trabajadores no se atrevieron siquiera a emitir algún sonido al verlo caminar a grandez zancadas hacia el lugar donde había visto a Alma entrar.

No toco, ni llamo a la puerta e ingreso a su casa porque esa era también su casa y el podía disponer de todo lo que había en su viñedo. No iba tolerar que esa mujer lo desobedeciera y mucho menos ante la mirada de sus empleados.

Empujo la puerta e ingreso a la casa encontrando la sala vacía, se dirigió hacia donde veía la luz encendida no imaginando que encontraría a una Alma en ropa interior.




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