Ashley
Después de que Noel se marchara, suelto un profundo suspiro. Me levanto de la cama y me marcho al baño. Al entrar, me lavo la cara, sintiendo cómo el agua fresca me revitaliza. Luego, me dedico a arreglar mis rizos, trenzándolos cuidadosamente para darles un aspecto ordenado y atractivo.
Una vez que termino en el baño, salgo y, mientras comienzo a cantar suavemente, me acerco al armario. Abro las puertas y empiezo a buscar entre mi ropa. Finalmente, elijo un pantalón negro que me favorece, y junto a él, una camisa blanca que contrasta perfectamente. Para completar el atuendo, decido ponerme unas botas negras y una chaqueta de cuero negro que le da un toque audaz a mi look.
Antes de salir, me detengo un momento frente al espejo y me miro por última vez. Examino cada detalle de mi rostro con atención. No solo veo mi reflejo en la superficie cristalina, sino que reconozco a una mujer que ha pasado por procesos de transformación y que ha aprendido a reconstruirse a sí misma. A medida que mis pensamientos fluyen, una sonrisa suave y serena se asoma en mis labios, como un pequeño rayo de luz que ilumina mi interior.
Con delicadeza, me pongo un collar sencillo que complementa mi atuendo, y cierro los ojos por un instante para respirar profundamente. La inhalación me ayuda a centrar mis pensamientos y a encontrar un equilibrio en medio de la intensa mezcla de emociones que llevo dentro.
De repente, la puerta se abre un poco sin que nadie lo esperara.
—¿Puedo pasar? —pregunta mi padre, y justo detrás de él aparece Miranda, sonriendo de una manera que sugiere que ya anticipaba lo que estaba por suceder.
—De todos modos, ya hemos entrado —comenta ella con su tono ligero y cómplice, como si compartiéramos un secreto.
Ambos entran en la habitación. Mi padre se apoya en el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho, y me observa con una mezcla de ternura y orgullo en su mirada. Miranda, por su parte, se acerca hacia mí sosteniendo una taza humeante entre las manos, el vapor que se eleva de la bebida se mezcla con el ambiente cálido que nos rodea.
Te hemos traído algo, comenta ella, mientras coloca con delicadeza la taza sobre la mesita. Es tu té favorito. Pensamos que quizás lo necesitabas en este momento.
—Gracias —contesto, sintiéndome sorprendida por el gesto tan amable. La atención que me brindan me conmueve de tal manera que me cuesta reprimir la emoción que comienza a aflorar en mi interior.
—Te ves hermosa —observa mi padre, y puedo percibir que sus palabras encierran un significado más profundo que una mera apreciación superficial.
—¿A dónde vas tan preparada? —pregunta Miranda con una sonrisa pícara en el rostro, lo que añade un toque ligero a la conversación.
—Voy a dar un paseo... un rato —respondo, intentando evitar mirarlos directamente a los ojos, como si su mirada pudiera desvelar más de lo que estoy dispuesta a compartir en este instante.
Mi padre me observa en silencio durante unos segundos adicionales, como si intentara descifrar lo que realmente hay detrás de mi mirada. Finalmente, se aproxima un poco más, con un gesto cariñoso me aparta un mechón de cabello que se había colado delante de mi oreja y me dice con seriedad:
—Pase lo que pase allá afuera, nunca olvides quién eres.
Sus palabras resuenan en mi interior, se clavan en mi corazón de manera suave pero firme, como si fueran una ancla que me mantiene enraizada a mi esencia. Yo asiento, dejando escapar una leve sonrisa que, aunque pequeña, refleja la calidez que siento. En ese instante, Miranda toma mi mano, entrelazando nuestros dedos por un breve momento, y me susurra con ternura.
—En ocasiones, el destino requiere un empujoncito, un poco de apoyo para encaminarse. Y tú, en este momento, estás preparada para brindar esa ayuda.
Con esas palabras aún reverberando en mi mente, percibo cómo mi confianza se refuerza, como si los alientos de ánimo que he recibido se hubieran transformado en la sólida base sobre la cual puedo avanzar con firmeza en este nuevo capítulo que estoy a punto de comenzar.
—Gracias —susurro con una sinceridad profunda, sintiendo cómo la calidez de sus gestos me envuelve, proporcionándome una seguridad que necesitaba más de lo que jamás había imaginado.
Mi padre se aproxima con una sonrisa suave y me envuelve en un abrazo reconfortante, sintiendo su calidez envolverme. Luego, acerca sus labios y deposita un beso cálido y afectuoso en mi frente, un gesto que transmite amor y apoyo.
—Estamos muy orgullosos de ti, Ash. Nunca lo olvides —dice con sinceridad, mientras sus ojos brillan con emoción.
Miranda, observando la escena, asiente con ternura, dejando entrever su apoyo incondicional. Con delicadeza, toma la taza vacía que reposaba en la mesa entre nosotros y, con pasos lentos y medidos, se aleja hacia la puerta. Su movimiento parece extender el momento, como si el aire estuviera impregnado de una complicidad y afecto compartidos que permanecerán en el ambiente.
Ve con tranquilidad, mi amor. Estamos aquí para lo que necesites —añade con ternura antes de retirarse de la habitación.
Una vez que se van, me quedo en silencio unos segundos, en la habitación, procesando todo lo que acaba de suceder. Después de reflexionar un momento, respiro hondo y, con determinación, tomo mi bolso y me dirijo hacia la puerta.
Al bajar las escaleras, me encuentro con Luz y Noel, quienes están conversando animadamente en el salón. Al notar mi llegada, ambos me dirigen sonrisas cálidas y amables.
—¿Estás lista para tu paseo? —pregunta Luz con una expresión de afecto en su rostro.
Estoy más que preparada —le respondo con firmeza, mientras le devuelvo la sonrisa que él me ofrece.
—Diviértete,— Ash, añade Noel, dirigiéndome una mirada que mezcla celos con una sonrisa. Su expresión refleja una mezcla de emociones: la envidia de no ser parte de lo que está sucediendo, pero al mismo tiempo, una actitud juguetona y amistosa que suaviza el matiz de su mirada.