Ashley
El desayuno transcurre entre suaves charlas y sonrisas compartidas. A primera vista, podría parecer que estoy experimentando una mañana más, una mañana común y corriente, similar a tantas otras opciones que he vivido anteriormente. Sin embargo, en lo más profundo de mi ser, esta mañana es especial y cargada de un significado diferente. Algo en el ambiente, en la atmósfera que nos rodea, irradia una emoción que la distingue de las demás.
A simple vista, uno podría pensar que es solo una mañana cualquiera. Pero para mí, es mucho más que eso. Hoy celebramos el cumpleaños de Rubén, y esa simple razón le confiere a esta mañana un matiz único y extraordinario.
Hoy es el cumpleaños de Rubén.
Y él no lo sabe, pero vamos a celebrarlo como se merece.
Miro mi móvil con cautela. Aún no me ha escrito, pero sé que en cualquier momento lo hará. Trago un sorbo de zumo para disimular la emoción que me agita en el pecho.
—¿Tienes planes para hoy? —pregunta Miranda, observándome por encima de su taza.
—No muchos —respondo con actitud despreocupada
—. Tal vez salir un rato más tarde.
Luz entrecierra los ojos con travesura.
—¿Y ese “salir un rato” tiene nombre?
—Yo diría que tiene unos ojos bonitos —añade Noel, lanzándome una mirada burlona con un toque de diversión, aunque parece molesto.
Me encojo de hombros, pero todos son conscientes de que esa sonrisa que no puedo reprimir habla por mí.
—Así que están así las cosas —dice mi padre, sonriendo mientras corta su pan
—. Solo recuerda disfrutar del camino… y no apresurarte por llegar al final.
Asiento en silencio. Porque, efectivamente, me estoy enamorando. Y todo en mí lo reconoce.
Después de terminar de desayunar, me levanto de la mesa con una sonrisa y comienzo a recoger mi plato. El ambiente sigue lleno de bromas suaves y miradas cómplices, pero mi mente ya está en lo que viene: la sorpresa de Rubén.
—Bueno, me voy a dar una vuelta antes de que se me haga tarde —digo, disimulando lo mejor que puedo.
Luz me lanza una mirada sospechosa.
—¿Una vuelta o una cita camuflada?
—Shhh, déjala ir tranquila —dice Miranda, riéndose mientras guarda los vasos.
Cuando ya estoy por salir de la cocina, escucho la voz de mi padre detrás de mí. Es suave, pero firme, como siempre.
—Ashley.
Me detengo y lo miro con atención.
—Recuerda lo que hablamos… hoy por la tarde o noche quiero que vengas con Rubén. Quiero conocerlo bien —dice con una sonrisa serena, pero con esa mirada que deja claro que lo dice en serio.
—Lo sé —respondo, mordiéndome el labio
—. No te preocupes, vendremos. No va a escapar tan fácil.
Noel se ríe por lo bajo desde la mesa mientras me lanza una mirada de celos
—Bueno, si sobrevive a esta casa… tiene mi respeto.
Todos sueltan una carcajada y yo niego con la cabeza, divertida, mientras salgo de la cocina con el corazón lleno de nervios… y emoción
De manera apresurada, me dirijo a recoger mi bolso y un poco de dinero para comprar un regalo. Una vez que tengo todo preparado, salgo de mi casa y empiezo a caminar hacia la puerta. El trayecto me lleva hasta una tienda cercana, donde, al llegar, empiezo a buscar algunos regalos que puedan gustarle a Rubén. Después de un rato de búsqueda, finalmente encuentro los regalos perfectos para él.
Con los regalos en mano, me dirijo hacia el mostrador, donde veo a Carlos, quien trabaja allí. Coloco los obsequios sobre la superficie para que pueda escanearlos y proceder con el cobro. En ese momento, Carlos comienza a hablarme de manera amistosa , entablando una conversación mientras pone en bolsas
Me dice cuánto sería la cantidad que podría pagar y, al escuchar su respuesta, tomo las bolsas. Entonces, Carlos me comenta:
—Cuando no estés ocupada, podríamos salir a pasear.
Lo miro a los ojos con sinceridad y le respondo:
—Podemos salir, pero solo como amigos, ya que mi corazón ya está comprometido con alguien que es realmente maravilloso. ¿Te parece bien eso?
Me mira con esa expresión y percibo su tristeza al escuchar que mi corazón está ocupado por alguien más. Aun así, acepta.
—Te avisaré cuando no esté ocupada, ¿vale?
—De acuerdo.
Luego me despido de él y salgo de la tienda.
Camino hacia la casa de Rubén, recordando los besos que compartimos, que elevaron aún más mi temperatura.
Llego a casa de Rubén un poco antes. Respiro hondo antes de tocar el timbre, aunque ya conozco esa puerta, ya he estado aquí… pero hoy es diferente. Hoy estoy aquí para celebrarlo en secreto.
La puerta se abre y lo primero que veo es a Luna, que corre hacia mí con una enorme sonrisa en el rostro y me saluda con lengua de signos.
—¡Ashley! ¡Estamos preparando todo! —me dice emocionada, mientras se comunica conmigo en lengua de signos
Detrás de ella aparece su madrastra, quien siempre me transmite confianza con su dulzura serena.
—Hola, cariño —me dice
—. Me alegra mucho que estés aquí. Rubén salió hace un rato con su padre, así que tenemos tiempo para organizarnos con calma.
Perfecto —respondo, mientras le devuelvo la sonrisa y cruzo el umbral de la puerta.
—. No pueden imaginar cuánto me emociona poder colaborar en esto.
Luna, llena de energía, agarra mi mano con entusiasmo y comienza a conducirme por la casa, como si fuera la encargada de producción de un evento de gran magnitud. Al mismo tiempo, comienza a comunicarse conmigo con lengua de signos, su alegría y entusiasmo por la tarea que vamos a realizar juntas.
—Mira, ya hemos colgado algunos globos. Pero aún nos falta el cartel, las luces y esconder el pastel en el lavadero —me explica con total seriedad en lengua de signos.
—Dime qué hacer, jefa —le respondo en lengua de signos mientras le guiño un ojo, y ella suelta una risita suave.
En este momento estoy siguiendo las instrucciones de Luna, colocando la tarta de cumpleaños en la mesa. Una vez que todo está listo, solo hay que esperar. Sin embargo, oímos que Luna le pide a su madre que lleve la tarta a la cocina y que espere nuestra señal para que salga de allí. Sin perder tiempo,su madre agarra la tarta y la lleva a la cocina, mientras nosotras nos escondemos
detrás del sofá, conteniendo la risa y la emoción. Luna se agacha a mi lado y me toma de la mano, como si necesitara asegurarse de que no se desbordará de felicidad. Yo le aprieto suavemente los dedos, sintiendo cómo la energía de la sorpresa nos atraviesa a ambas. .