Amor Verdadero & Reencuentros

capitulo 15 Pasando con mi familia de Londres

Ashley

Justo en el instante en que el silencio que compartía con mi tío se tornaba agradable y cómodo, Leo hace su entrada triunfal en el porche. En una mano sostiene una galleta, y en su rostro brilla una sonrisa llena de picardía.

—¿He interrumpido un momento serio, o acaso he llegado justo a tiempo para pretender que estoy entendiendo todo? —dice, lanzando una broma mientras mastica la galleta de manera exagerada, como si disfrutara de cada bocado y al mismo tiempo se estuviera burlando de la situación.

Siempre apareces en el momento más intenso de la emoción, le responde mi tío, mientras hace una mueca divertida y gira los ojos con desenfado.

—Vale, vale, perdón por ser el aliviador cómico de esta historia —contesta Leo, apoyándose despreocupadamente en la barandilla del porche

—. Pero alguien tiene que recordarte, Ashley, que tu primo favorito está ansioso por que le hables más sobre ese chico, Rubén.

—¿Ya estamos comenzando de nuevo? —le respondo entre risas
—No, no. —Levanta las manos con un gesto que busca

transmitir calma y tranquilidad—. Esta vez no he venido a pelear ni a discutir. Solo quiero decirte que… me encanta la forma en que sonríes cuando hablas de él. Se nota que te hace feliz, y si ese chico logra sacarte esa sonrisa, entonces ya me parece una persona buena.

Quedo paralizada por un instante, atrapada entre la tentación de reírme y la de abrazarlo. Al final, decido que puedo hacer ambas cosas.

—Gracias, Leo.

—De nada. Pero, por favor, no me reemplaces del todo por él, ¿de acuerdo?

—Nunca, eso es imposible. .
Permanezco un poco más en el porche, junto a mi tío y Leo. Los tres disfrutamos de un momento intangible, donde las palabras, los silencios y las risas se entrelazan como si formaran un solo hilo. A veces, no se necesita gran cosa para sentirnos plenos: basta con la buena compañía de quienes nos entienden… y, por supuesto, un puñado de galletas para endulzar la tarde.

Mientras contemplo el atardecer, que va extendiendo su suave luz dorada sobre el jardín, mis pensamientos se organizan con claridad y en mi interior surge una reflexión profunda:

“Existen raíces que no crecen en la tierra… sino en el amor que nos elige una y otra vez.”

De repente, aparece Miranda y me avisa que tengo una maleta en la puerta, lista para llevarme a la casa de vacacional. Estoy muy agradecido por su ayuda, así que le doy las gracias. Luego, decidimos volver a entrar.

Al cruzar el umbral de la puerta de casa, me encuentro con un mar de actividad a mi alrededor. Luz está concentrada en ajustar la nevera portátil, moviendo un par de cosas aquí y allá para asegurarse de que todo esté funcionando correctamente. A su lado, Miranda murmura en voz baja mientras revisa una lista, probablemente de cosas que debemos llevar o tareas que debemos completar antes de salir. En el piso de arriba, escucho a Leo dando brincos por las escaleras; parece decidido a buscar su cargador, lo que añade un toque de energía al ambiente. La atmósfera es vibrante y alegre, llena de bullicio y risas, como si el fin de semana hubiera abierto de golpe una puerta a una nueva aventura. Sin embargo, no puedo evitar sentir un nudo en el estómago, ya que, aunque espero que sea una experiencia divertida, también voy a extrañar a Rubén, sobre todo esos dulces y cálidos besos que siempre comparte conmigo.
Mi padre aparece en el pasillo sosteniendo las llaves en la mano, con una expresión que refleja una mezcla de entusiasmo y responsabilidad.

—¿Está todo listo? —pregunta, esbozando una sonrisa que revela su emoción por lo que está a punto de suceder.

—Sí, todo —le respondo, mientras agarro mi maleta, asegurándome de tener todo lo que necesito para el viaje.

Poco a poco, comenzamos a salir de casa. Las maletas se colocan en el maletero del coche, mientras que los abrigos se distribuyen entre los asientos y nuestros brazos para que no ocupen espacio innecesario. Subimos al vehículo en grupos: mi padre, Luz, Miranda, mi tío Leo, mi tía Emma y yo. Aunque noto la ausencia de Noel y supongo que no vendrá, mi padre me dice que él se unirá a nosotros más tarde.

Con lentitud, comenzamos a abandonar nuestro hogar. Las maletas se van colocando cuidadosamente en el maletero del coche, mientras que los abrigos se distribuyen entre los asientos y nuestros brazos, buscando la mejor manera de acomodarlos. Nos subimos a los vehículos en pequeños grupos: mi padre, Luz, Miranda, mi tío, Leo, mi tía Emma y yo nos organizamos para entrar en uno de los coches.

Durante el recorrido, la melodía suena de manera suave y delicada, con canciones clásicas que mi padre elige cuidadosamente para mantener un ambiente tranquilo y sereno en el interior del coche. Yo me encuentro en la parte trasera, observando cómo la ciudad se aleja gradualmente, mientras el paisaje va transformándose: los árboles se vuelven más altos, el cielo se muestra más despejado y el silencio que rodea nuestras conversaciones se extiende, pero resulta ser un silencio agradable y cómodo.

En un momento dado, mi padre gira ligeramente su rostro desde el asiento del conductor y me mira a través del espejo retrovisor.

—Ashley… , hay algo que quiero contarte. Se trata de tu familia materna —dice con un tono serio y enigmático que me intriga.

Durante el recorrido, la melodía suena de manera suave y delicada, con canciones clásicas que mi padre elige cuidadosamente para mantener un ambiente tranquilo y sereno en el interior del coche. Yo me encuentro en la parte trasera, observando cómo la ciudad se aleja gradualmente, mientras el paisaje va transformándose: los árboles se vuelven más altos, el cielo se muestra más despejado y el silencio que rodea nuestras conversaciones se extiende, pero resulta ser un silencio agradable y cómodo.

En un momento dado, mi padre gira ligeramente su rostro desde el asiento del conductor y me mira a través del espejo retrovisor.



#4672 en Novela romántica

En el texto hay: reencuentros, amor

Editado: 08.12.2025

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