Ashley
Después de que terminamos, nos levantamos, listos para retirarnos a nuestras habitaciones. Sin embargo, mi padre decide llevar a Rubén a la habitación de invitados, mientras nos observa con cierta advertencia. Ante esta situación, Miranda y Luz comienzan a reírse de manera discreta, mientras que Noel opta por alejarse, dirigiéndose hacia su habitación.
Aprovechando el momento, me escabullo con cautela por las escaleras, intentando no hacer ruido. Al llegar a la puerta de la habitación, siento una pequeña duda que me detiene por un instante. Sin embargo, tras reflexionar brevemente, decido tocar la puerta con suavidad.
—¿Noel? —llamo, esperando una respuesta.
Desde el interior de la habitación, no obtengo contestación, pero puedo percibir un leve movimiento. Después de un momento, la puerta se abre lentamente. Noel aparece en el umbral, en su cuarto, donde la luz es tenue y suave. La maleta está abierta sobre la cama, pero parece que no está guardando nada en ella. Su expresión es serena… demasiado serena, como si estuviera atrapado en un estado de calma inquietante.
—¿Todo bien? —me atrevo a preguntar, dando un paso hacia adentro, sintiendo que algo no está del todo bien en el ambiente
Sí —responde él, encogiéndose de hombros de manera despreocupada—. Solo estaba... organizando un poco las cosas.
—¿Y lo de Rubén? —pregunto de manera directa, porque a estas alturas ya no tiene sentido seguir fingiendo.
Él suelta una risa que carece de alegría, aparta la mirada hacia el suelo y luego se sienta en el borde de la cama, como si el peso de sus pensamientos lo estuvieran hundiendo.
—No es por Rubén, Ashley. Sé que es un buen chico —dice con un tono de voz pensativo
—. El problema es que a veces siento que todo está cambiando demasiado rápido. Tú, yo, lo que éramos... y este viaje que hemos emprendido.
Me acerco a él, sintiendo la necesidad de estar más cerca, y me siento a su lado, esperando que continúe.
Nada de lo que está sucediendo en este momento significa que dejes de ser una persona importante para mí. Tienes que saberlo, ¿verdad?
Él me observa intensamente. Aunque sus ojos brillan con la emoción contenida, logra reprimir las lágrimas que amenazan con asomarse.
—Lo sé —responde él con voz suave—. Solo necesitaba recordarlo.
Silencio. Un silencio que no resulta doloroso, sino que nos envuelve, nos envuelve como un cálido abrazo.
Finalmente, decido irme a mi habitación. Al entrar, me quito la ropa y me pongo una pijama cómoda, y después me tumbo en la cama, dejándome llevar por el sueño que empieza a invadirme.
Sin embargo, a mitad de la noche, soy despertada por una sensación inesperada: alguien me besa suavemente en el cuello. Abro los ojos y, para mi sorpresa, allí está Rubén.
—Estás loco —le murmuro mientras le doy un pequeño golpecito suave en el pecho.
—Por ti, sí. Pero solo un poco —responde él, riéndose entre dientes, como si disfrutara de la complicidad de ese momento.
—¿Y si mi padre te encuentra aquí? —le pregunto, el nerviosismo asomando en mi voz.
—Entonces le diré que me perdí intentando encontrar el baño —contesta, mostrando una sonrisa traviesa que parece iluminar su rostro. Luego, se inclina y me besa dulcemente en la frente—. Pero prometo no quedarme mucho tiempo… solo un rato, lo justo para que sueñes bonito.
Nos quedamos en esa posición, con sus dedos deslizándose suavemente por mi espalda en movimientos circulares que me relajan. Mi rostro se encuentra refugiado en el hueco de su cuello, sintiendo su calor y la seguridad que me brinda. Cerca de su perfume, caigo en un sueño profundo, como si su aroma me envolviera y me transportara a un estado de completa tranquilidad. La esencia que deja a su paso me sumerge en un sopor tan agradable que me hace perder la noción del tiempo. Al día siguiente, al abrir los ojos, me doy cuenta de que he despertado, pero al girar la cabeza para mirar a mi lado, una sensación de vacío me invade: Rubén no está allí. Su ausencia me sorprende y un leve suspiro escapa de mis labios, mientras busco con la mirada un rastro de su presencia en la habitación. Así que me levanto y camino hacia el baño. Una vez allí, me quito la ropa con calma y me dirijo a la ducha. Abro el grifo para que el agua comience a caer y sentir su frescura sobre mi piel. Dejo que el líquido resbale por mi cuerpo, dejándome llevar por una sensación de limpieza y renovación.
Después de darme una ducha, salgo del baño envuelta en una toalla. Con una determinación clara, me dirijo al armario para elegir la ropa que me voy a poner. Abro las puertas del armario y opto por un vestido amarillo de mangas cortas. Sin perder tiempo, me visto rápidamente el vestido. Luego, me pongo unas sandalias con plataforma que complementan mi atuendo. Una vez que termino de vestirme, deshago las trenzas que tenía y dejo que mis rizos naturales caigan libremente.
Tomo mi teléfono móvil y lo guardo cuidadosamente en mi bolso. Luego, salgo de mi habitación y me dirijo caminando hacia el salón, donde todos están reunidos y esperándome. Al llegar, me encuentro con Miranda, quien de repente aparece con varias bolsas llenas de bocadillos y algunas botellas de zumo. En ese momento, Rubén me mira y su mirada me acelera el pulso, provocando en mí una emoción que me vuelve completamente loca.
Rubén se aproxima a mí en silencio, pero sus ojos hablan sin necesidad de palabras. En ese preciso momento, me ofrece una pequeña flor que ha recogido del jardín. Aunque no se trata de un gesto grandioso, es exactamente lo que necesito en ese instante. Ese detalle tan sencillo logra dibujar una sonrisa en mi rostro.
—Buenos días, dormilona —me murmura, como si estuviera compartiendo un secreto entre nosotros.
Mi padre irrumpe en la escena con una voz firme y clara:
—Tenemos que salir en veinte minutos. El coche nos está esperando.
Miranda asiente con la cabeza mientras se encarga de organizar las bolsas junto a Luz, quien ya luce su sombrero de viaje, listo para la aventura.