Amor Verdadero & Reencuentros

capitulo 19 visitando a mi familia materna

Ashley
A la mañana siguiente, me despierto con el canto de los gallos resonando en todo su esplendor. Tardo un momento en asimilar dónde me encuentro, hasta que el suave murmullo de la fuente en el jardín llega a mis oídos, junto con el delicioso aroma especiado que emana de la cocina del hotel. Me estiro con pereza bajo la red del mosquitero que me protege de los insectos, y al asomarme por la ventana, mis ojos se encuentran con un cielo bañado en tonos dorados y anaranjados que me deja completamente maravillada .
Me levanto rápidamente de la cama y me dirijo al baño. Al entrar, me quito la pijama y me meto en la ducha. Primero, abro el grifo y ajusto la temperatura del agua, dejándola un poco caliente. Aprovecho cada instante para darme una ducha rápida. Una vez que termino, salgo del baño sin perder tiempo. Abro mi maleta, de la cual saco un conjunto que consiste en una falda con top y saco unos tenis, que coloco sobre la cama. A continuación, comienzo a vestirme; después de ponerme toda la ropa, me pongo los tenis. Una vez que estoy lista, hago un moño en mi cabello, ya que tengo la sensación de que hoy hará calor.
De repente, escucho un ligero golpe en la puerta. Al abrirla, me encuentro con Rubén, que me recibe con una sonrisa tranquila y apacible.

_¿Estás lista para tu gran día? —me pregunta, reflejando en su rostro la emoción del momento.

Me doy la vuelta y miro mi reflejo en el espejo. He decidido ponerme un vestido confeccionado con telas livianas que tiene un hermoso estampado africano, una prenda que compramos juntas en el hotel. Mi intención es sentirme parte del lugar y de la cultura, en lugar de simplemente ser una turista más. Sin embargo, a pesar de mi elección y de la belleza del vestido, un nudo persistente se siente en mi estómago, con un claro indicio de mis nervios.

—Estoy lista... aunque debo confesar que mi corazón late con fuerza, como un tambor -le respondo, intentando calmarme mientras la ansiedad sigue presente.

Tomo mi bolso y salimos de la habitación caminamos hacia la recepción, donde nos encontramos con Noel, Luz y Miranda, quienes me saludan con sonrisas. Mi padre, al verme, me pregunta cómo he estado y si he dormido bien.

Después de un rato, dejamos el hotel y nos subimos a una camioneta que nos esta esperando a la entrada. Rubén se pone a mi lado en el asiento trasero, mientras mi padre tomaba el volante. No podía evitarlo, mis ojos esta pegados a la ventana, observando todo lo que sucedía a nuestro alrededor. Las calles estaban llenas de vida y movimiento. Mujeres vestidas con hermosos y coloridos trajes se desplaza con elegancia, llevando sobre sus cabezas cestas y sonrisas. A cada lado, vendedores ambulantes ofrecían sus frutas frescas, dispuestas en cestas que brillan con tonos vibrantes. Los niños, llenos de energía, corrían descalzos, riendo y jugando entre sí, llenando el aire de alegría y risas. Todo parecía vibrar con una energía contagiosa que hacía que el lugar se sintiera extremadamente animado.

Cada rincón de este lugar parece susurrar secretos al oído. Empiezo a comprender que este espacio es parte fundamental de mí, a pesar de que apenas estoy en el inicio de este reconocimiento.

Rubén entrelaza su mano con la mía en un gesto silencioso y significativo. No es necesario que pronuncie palabra alguna; este simple acto es suficiente para transmitir todo lo que sentimos.

—¿Te sientes nerviosa? —me pregunta en un tono suave, casi como si temiera romper la calma del momento.

—Sí, bastante. No tengo idea de lo que me espera... pero al mismo tiempo, anhelo este momento con todas mis fuerzas -le confieso, sintiendo una mezcla de incertidumbre y emoción que me invade.

—Estás regresando a casa -responde Rubén con una sonrisa cálida

—. Y yo tengo la fortuna de poder acompañarte en este viaje -añade, mientras besa mis nudillos con una dulzura que me llena de un profundo agradecimiento.

La camioneta frena suavemente frente a una casa que se encuentra rodeada de frondosos árboles de mango, cuyas ramas parecen susurrar secretos al viento. En la entrada, veo rostros que no reconozco del todo, pero a la vez me parecen extrañamente familiares, como si las memorias de mi infancia estuvieran despertando. Una mujer mayor se separa del grupo, luciendo un pañuelo de color vibrante que enmarca su rostro, y sus ojos, llenos de sabiduría, transmiten una calidez que me resulta reconfortante.

Mi padre la saluda en yoruba, pero ella parece ignorar sus palabras, moviéndose con determinación hacia mí. Cuando se encuentra frente a mí, una chispa de reconocimiento brilla en su mirada.

—Eres Ashley... —me susurra con ternura, antes de acercarse y envolverme en un abrazo que parece transportar aromas de mi infancia: tierra húmeda, aceite de coco y un sinfín de historias que ansío descubrir. Siento su calidez, y en ese instante, todo se siente familiar y extraño a la vez

Después del profundo y conmovedor abrazo, mi abuela atrapa mi mano con una suavidad que transmite un amor incondicional y, en silencio, me conduce hacia el interior de su hogar. Al cruzar la umbral, me envuelve una fragancia reconfortante que llena el aire: una mezcla de especias tostadas que vienen muchos recuerdos de comidas compartidas, el aroma del aceite de palma caliente que evoca la calidez del hogar, y el olor a pan recién horneado que danza en mis nostálgicas memorias. Mi estómago, que había estado apretado por la ansiedad hasta ese momento, comienza a despertar y a cobrar vida con cada paso que doy, anticipando la deliciosa comida que pronto disfrutaré.
Después mí abuela comienza a presenta a cada uno con nombres que me son desconocidos, pero en sus rostros brilla una calidez genuina que me reconforta. Con cada abrazo y cada palabra, me llaman hija, sobrina, nieta, términos que resuenan en mi corazón como si siempre hubieran estado allí. Cada saludo no solo es un acto de presentación, sino también un reencuentro lleno de emociones que desconozco, pero que en el fondo siento que necesitaba.
Luego nos hacen un gesto amable para que tomemos asiento alrededor de una amplia mesa de baja altura, la cual está bellamente decorada con un mantel que exhibe una explosión de colores vibrantes. En su superficie, se disponen una variedad de platos humeantes, cada uno prometiendo una experiencia culinaria única. Entre ellos destacan los akara, unos deliciosos buñuelos hechos de frijol, dorados y crujientes. También se encuentra el moi moi, un exquisito pudín de frijol que ha sido envuelto cuidadosamente en hojas de plátano, que le confieren un aroma especial. A su lado, hay plátanos fritos, que brillan con un dorado perfecto, crujientes por fuera y suaves por dentro. Además, hay un recipiente que contiene una papilla espesa, conocida como ogi, que se sirve acompañada de leche y azúcar, creando una combinación que invita a disfrutarla con tranquilidad.



#4672 en Novela romántica

En el texto hay: reencuentros, amor

Editado: 08.12.2025

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