Ezequiel
—Llegas tarde—me interpela Rebeca cuando me ve entrar.
—Bueno, ya vine ¿no? Estaba ocupado con otras cosas.
—Claro—levanta las cejas resignada—. El asesino rojo está en interrogatorios, sala seis—dice y luego me extiende una carpeta con papeles adentro.
No pierdo tiempo y camino hacia la sala que me indicó. Por lo que sé, este sujeto al que llaman “asesino rojo” le ha dado muchos problemas a la policía. Es un asesino serial que ha estado activo desde el año dos mil. Lleva dieciocho años trabajando y en los cuales se le atribuyen más de cincuenta homicidios. En lo que a mí respecta, espero que sea este el verdadero asesino, de lo contrario las investigaciones tendrían que volver a empezar.
Antes de entrar a la sala, observo al criminal por la ventana. Es un muchacho joven, de entre veintiocho a treinta años, tiene el cabello pintado de blanco, toda su piel está llena de tatuajes, incluso tiene extraños dibujos en su cara. Esta sentado en una postura arrogante, como si estuviera feliz de que lo hubieran descubierto. Empezando por ese detalle, siento que algo no concuerda del todo.
Entro a la sala sin mirarlo. Arrojo la carpeta en la mesa que tiene delante, con la intención de que se desparramen algunas de las perturbadoras fotos que contiene. Me volteo de espaldas a él mientras me quito la chaqueta y miro su reflejo por el vidrio. Sus ojos se abren como platos al mirar las fotos y luego se ríe con maldad.
—Es hermoso—comenta mientras acaricia las fotos.
— ¿Te gusta recordar a tus víctimas?—pregunto lo más natural que puedo y luego me volteo a verlo.
—Oh, sí—responde sonriendo—, ¿de qué sirve hacer un estupendo trabajo si luego no puedes recordarlo?
—Supongo que sí. Es una lástima que nadie sabrá quién es el artista detrás de esto ¿no crees? La policía me ha dicho que no revelarán ni tu cara ni tu nombre a nadie. Creen que te matarán antes de llegar al juzgado si alguien se entera que eres el asesino rojo.
Mientras estoy hablando, su cara se demuda en una ira descontrolada, si no estuviera encadenado al escritorio, estoy seguro que saltaría sobre mí para asesinarme.
— ¡Mientes!—grita escupiendo saliva— ¡Mientes! Deben decirles a las familias de mis víctimas que yo fui el culpable de todo.
—Esta es mi favorita—digo mostrándole una de las fotos—, con esta fue que supimos dónde vivías.
Su rostro se tranquiliza cuando vuelvo a hablar de su “trabajo”. Una horrible y arrogante sonrisa se planta en su cara, toma la foto de mis manos y la mira casi con ternura.
—Oh, sí, qué hermoso.
— ¿Recuerdas el nombre de ella? ¿Recuerdas cómo se llamaba?
—No, no, no. El nombre no me interesa, jamás les pregunto nada, solo…
—Sólo las matas—completo.
—Exacto—dice y luego echa su cabeza hacia atrás con un suspiro.
Ahora tengo todo lo que necesitaba, aunque para ser sinceros, deseaba que este fuera el verdadero asesino.
Tomo mi chaqueta y salgo con la carpeta en las manos. Afuera está Rebeca y otros dos detectives, me miran expectantes, su mirada casi me suplica que les diga que han atrapado al verdadero asesino rojo.
— ¿Y?—pregunta Rebeca cuando cierro la puerta— ¿Por qué saliste tan rápido?
—Este no es el que buscamos—sentencio y todas sus caras se alargan de decepción.
— ¿Cómo que no?—pregunta el primer detective—Sus huellas estaban por todos lados en el último asesinato, tiene que ser él.
Niego con la cabeza, yo también deseaba que fuera él.
—Es un imitador—digo—, el verdadero asesino rojo no pierde el control tan fácil, es muy meticuloso y además, siempre memoriza los nombres, éste dijo que el nombre no le interesaba. Me parece que este tonto sólo busca fama negra.
—Espera, espera—dice Rebeca— ¿Cómo sabes que el asesino rojo memoriza los nombres de sus víctimas?
—Porque las estudia a fondo antes de matarlas. Tarjetas de crédito, sistemas de seguridad, horarios, trabajo… todo.
—Entonces ¿Qué hacemos con este idiota?—dice el segundo detective.
—Procésenlo por el último asesinato, de eso sí es culpable. En cuanto al asesino rojo, pues, empecemos de nuevo. Seguiré al pendiente. Llámenme si hay algún avance.