Ya no sé si debo quedarme,
justo ahora no sé si debo frenarme,
justo ahora no sé si debo llamarte,
justo ahora temo el llegar a amarte.
De mi mente no desapareces,
estoy pagando el precio de conocerte con creces;
intento avanzar y mis pensamientos por ti me retienen,
intento no convencerme de que cada uno de ellos te pertenecen,
por el bien de mi corazón y de mi mente.
Un eco debilitado invocando al llamado,
de tu nombre e interés apagado,
luchando e intentando ser lo suficiente para ti,
tratando de prevalecer y no morir,
en la misión de conquistar cada parte conocida de ti.
Ya no sé si aferrarme a la adrenalina del sentimiento,
ya no sé si frenarme antes de impactarme con una pared de concreto;
ya no sé si he de seguir aferrado a tus brazos,
o si alejarlos de mi alcance sea lo más sensato.
El sonido de tu voz girando y volviendo como las manecillas de un reloj,
ascendiendo en ilusión y cayendo como una herida en mi corazón;
manteniendo en mente la intención,
de rebuscar la emoción del amor de entre un polvoriento cajón.
Una notificación alegre con tu nombre grabado,
una sonrisa y un sutil brinco de emoción en respuesta al mensaje esperado;
una insistente duda en si he de responderte rápido,
atenderla y ocultar a toda costa que estoy desesperado,
por un poco de tu atención y tiempo anhelado.
Ya no sé cómo parar esto,
permití que acelerara y ahora no encuentro el freno,
ya no sé si sea inteligente el seguirlo buscando,
o si arriesgarme y dejar que el sentimiento siga acelerando;
ya no sé si permitir que tu rostro se siga plasmando en mi mente,
como la escena misma de un ángel gritando presente;
ya no sé si soy lo suficiente,
o buscas algo diferente;
ya no sé, ya no lo sé,
a kilómetros de distancia como un eco enfurecido se siente y se ve.
Editado: 02.10.2022