El día llegó,
decir que estaba nervioso se queda corto,
mis temblores de nerviosismo sacudían todo el camión,
y de ello ella pronto se percató.
En ese instante me preguntó,
si quería hablarlo en ese momento,
seguro de mí mismo diferí ante eso por completo,
y del asunto ella ya no insistió.
En medio de cargos y abonos contables,
la idea saltaba en mi mente,
alegre gritando presente,
y volviendo imposible la misión de manejarle.
Mi mejor amiga se comunicó conmigo,
le dije lo que pensaba hacer después de tanto tiempo,
y ella no quería quedar fuera de ello;
se reuniría conmigo en el lugar,
y me sostendría la mano al hablar.
La hora de la verdad me alcanzó,
presionaba mi pecho con rigor,
quería revelarlo en verdad,
pero no estaba seguro de si conseguiría hablar.
Había silencio en el lugar,
a excepción del sonido de las aves al cantar;
el punto es que ese tranquilo silencio,
no bastaba para apaciguar lo que se vivía en mí dentro.
Mi garganta enviaba las palabras,
pero mis cuerdas vocales no reaccionaban,
mis palabras salían mudas,
y mis esperanzas se volvían nulas.
La respiración se me aceleró a niveles casi imposibles de imaginar,
crecía y no me dejaba hablar;
no recuerdo haber estado tan nervioso en mi vida,
algo más con lo que debí luchar ese día.
Me armé de valor y al fin logré decirlo,
mi voz salió como un susurro,
pero me entendieron sin problema alguno,
estuve feliz de compartirlo,
esconderme antes ellas ya no era necesario,
eso era algo que por años había deseado.
Mi enorme temor era que al compartirlo,
me arrepintiera después,
repitiéndome el que jamás debió suceder,
más lo cierto es que ese temor jamás se materializó,
y pude irme a casa sonriendo y dando saltos de emoción.
De los miedos libérate,
o vivirás en un infierno siempre.
Editado: 02.10.2022