Capitulo 2
Karina Smith
Siempre creí que el amor era solo un sueño que al despertar se esfumaba con el viento, pero él me enseñó que eso no es solo un cuento; que a pesar de tanto sufrimiento, si se ama, se acepta todo el dolor, porque una rosa, se ama aunque tenga espinas.
Era cerca de medianoche y ellos seguían hablando. Me preguntó si no se cansan o si no se les acaba el tema para hablar. Mientras esperaba a mi prima Kira, yo miraba videos para distraerme; no quería hacer mal tercio entre ellos.
Después de un largo rato, terminaron de hablar. Beckett la miró con un brillo inexplicable en sus ojos, pero Kira... Kira seguía normal; su mirada era la de siempre, sin el brillo que tenía cuando miraba a Aksel.
—Te trajo chocolate, yo quiero.
—Es lo único bueno.
Frunzo el ceño: —¿Cómo que lo único?
—Sí —dice sin más y se despide.
«¿Quién la entiende?»
Me acuesto a mensajear con Kira y Beckett. Mientras una me cuenta entre risas de lo que hablaron, el otro está como idiotizado: no me cuenta de qué hablaron, pero no para de preguntarme cosas de Kira.
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Lo primero que hago al otro día es revisar el móvil: me quedé dormida hablando con ese par de enamorados, y al acordarme de ellos me da risa.
«¿Así se mira un enamorado? Ojalá yo me libre de eso».
Es que, nada más de recordar a Beckett con esa sonrisa que ponía cada que la miraba y el brillo de sus ojos, la verdad es que se veía bien pendejo.
Tomo mi desayuno para ir a la universidad, como siempre tengo que esperar a Kira. En el camino, ella se pasa hablando de Aksel y otros tipos que le llaman la atención, según ella.
—¿A cuál me cuadro primero? ¿A Aksel, Jules, Alfred, Derek, Lars o Bastian? —pregunta, mientras yo frunzo el ceño.
—¿O Beckett? Ese te faltó.
—¡Jamás lo hará! —responde ella, cruzándose de brazos.
—¿Qué, no entra en tu lista?
—Jamás lo hará.
La miro sin creerlo: llevan hablando más de un mes por mensaje y en persona, y cada que ella lo visita, él lleva golosinas. En fin, una mujer difícil de conquistar. ¿O solo con Beckett?.
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Kira Evans
"Aprendí a vivir el momento, sin importar los sentimientos de los demás".
Desde lo lejos, veo a Karina y me acerco para irnos en su auto. No sé si decirle que su primo me gustó, así que esperaré un poco.
Es un chico muy guapo: pestañas largas que resaltan el café de sus ojos, alto, robusto; es todo lo que busco en un hombre.
No he podido hablar con él, no sé su nombre ni nada, solo que es primo de Karina y muy pronto será mi novio.
No aguanto la curiosidad: —¿Cómo se llama tu primo?
—¿Qué? —pregunta, y me mira por unos segundos antes de volver la vista a la carretera.
—El nombre de tu primo, ¿cuál es?
—Querrás decir nuestro primo.
Alzo las cejas, sorprendida, pero al instante frunzo el ceño.
«¿Cómo que mi primo?»
—Es Hans, ¿no lo recuerdas?... Hans William.
—¡No me jodas! ¿En serio? Lo recordaba más feo.
—Jumm, yo lo miro igual —dice ella y enciende la radio.
Reproduce las canciones de su nueva USB, las cambia una por una hasta que deja una y la canta como despechada, típico en ella.
*"Yo ya sabía que esto pasaría, que iba a doler y que se acabaría. Mi corazón por ti ya no confía, ¡cuánta razón cuando me lo decían! Que era un error darte todo y que, siendo sinceros, tú en verdad no lo merecías. Me toca escuchar que, según tú, yo no te quería (¡No mames, morra!). El que sabe, sabe, y el chitón siempre cae primero. El hablador, ojalá te esté yendo bien, cabrón, a pesar de que lo nuestro se acabó. Hablando mal de mí pa' verte mejor. Dime cuál de los dos aquí fue el que lo superó."*
Apago la radio, lo que hace que me mire mal, pero esto es urgente.
—Voy a quedarme hoy en tu apartamento.
—A... Sí, claro —vuelve a reproducir sus canciones.
Reviso mi móvil y lo primero que veo son los mensajes de Beckett en mi bandeja de notificaciones. Es tan intenso... Al menos me gustará, le respondería, pero no. Y aun así, no entiende que me deje en paz.
Aunque le puedo sacar provecho, siempre me da algo cada que nos vemos. Por ahora lo dejaré así.
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Después de hablar un buen rato con Hans, me acerco un poco más a él; quiero que sepa cuáles son mis intenciones, pero él se levanta para ir a la cocina. Me quedo sentada un tiempo hasta que escucho las risas que provienen de la habitación de Karina.
Camino despacio hacia allá. La puerta está medio abierta, así que no será problema. Escucharlos reír me hace sentir celosa, pero hay que aguantar por ahora.
—¿Qué hacen?
Hans me mira mal, pero sigue riendo a carcajadas al igual que Karina.
—Ay... me dolió el estómago de tanto reírme —dice Karina con la mano en el estómago.
—Kira... mira esto... es un video muy gracioso —dice Hans, aún entre risas.
—A ver —Miro el video sin poder contener la risa.
Pero el momento se corta cuando suena mi móvil con una llamada de Beckett.
«¡Maldito Beckett!»
—Ahora vuelvo.
Ninguno me responde; aún no superan el video. Lo pienso un momento antes de rechazar la llamada.
Si le dije que podía llamarme, pero no tengo ánimos de hablar con él, me da igual, la verdad.
—¿Qué pasó? —pregunta Karina a mis espaldas, por lo que me sobresalto.
Se ríe: —Lo siento —dice entre risas.
—Era Beckett, no le contesté.
—¿Y eso? ¿Por qué lo rechazaste? ¿Se pelearon?
—No, ¿cómo crees? Ni que fuéramos algo.
—No se necesita ser algo para pelear —rueda los ojos.
—¿Quieres saber la verdad de lo que pienso y por qué no lo acepto?
—Soy todo oídos.
—Él... no...
—¿Él no qué?
Me mira expectante, pero no sé cómo explicarle que no me gusta. Aunque la verdad me vale madres, no me importa lo que sienta; en fin, me da igual.