-¿Gloria no me hacés el favor de traerme un cafecito? Estoy muerto de sueño -la chica sonrió ante la expresión casi infantil de Pablo Aimar, que sentado en el banco de suplentes tomaba nota de todo lo que decía Scaloni. Lionel caminaba para todos lados dando órdenes a sus jugadores en la práctica y cada tanto se giraba para hablarle a Aimar y darle más órdenes.
-Ya mismo se lo traigo. ¿El jefe también querrá? -Gloria señaló con la cabeza a Scaloni, guiñándole un ojo a Pablo.
-Naa qué va a querer ese, meta agua y agua toma nomás. Además duerme dos horas y ya está bien, yo apenas dormí seis y me caigo del sueño y del embole que tengo.
-Che, ¿qué pasa acá? ¿Estás anotando algo o no? -Scaloni caminó hacia su compañero de manera brusca, asintió hacia Gloria pero sin dejar su expresión enojada-. Hola Gloria, ¿pasa algo?
-No, no, para nada -mintió para no incriminarlo a Aimar-. Ya me voy.
Lionel dejó de mirarla, parecía molesto con todo el mundo, y ella corrió hacia la cocina para hacerle el café al pobre Aimar. Cuando regresó, Scaloni estaba sentado al lado de Pablo, quien no paraba de bostezar. Gloria no sabía si acercarse o no, hasta que Lionel la vio.
-Qué bien, este se está durmiendo así que le viene bien ese café -le sacó el vaso de la mano pero se detuvo-. ¿O es para otra persona?
-No, no, es para...para el señor Aimar -tartamudeó Gloria.
Lionel le dio el vaso a Pablo, y ella comenzó a retirarse pero Scaloni la llamó otra vez, con un grito que le dio escalofríos.
-¡Gloria! ¡Vení!
Se acercó con miedo. Nunca lo había visto tan sacado. El vaso se había volcado y había café por todos lados, incluso manchando el cuaderno donde Scaloni tenía mil garabatos anotados.
-¿Es necesario que tomes café mientras estamos trabajando, carajo? -lo reprendía a Aimar-. No estás en una oficina rascándote las bolas, estamos muy complicados, ¡no puede ser que tengas sueño!
Gloria agarró un trapo húmedo del carro lleno de cosas de limpieza que empujaba por todo el predio de la AFA, y se acercó a limpiar. No había tanto café, no era para hacer semejante escándalo.
Scaloni estaba ahora en el medio del campo de juego, las puteadas se podían oír desde todos lados.
-Perdón Gloria, hice quilombo acá -Aimar se puso de pie, tratando de ayudarla agarró ropa y los papeles que estaban sobre los asientos.
-No se haga problema señor, estoy para eso -se inclinó para limpiar con el trapo, luego agarró otro trapo seco para quitar la humedad. Mientras lo hacía, no podía evitar oír el sinfín de indicaciones de Lionel a su equipo-. Hoy el horno no está para bollos, ¿no?
Aimar se echó a reír, negó con la cabeza.
-Se levantó con el pie cruzado el don. Igual, con los quilombos que tiene en la casa, no es para menos...
Gloria dejó de limpiar por un instante al escuchar eso. Después, para que no fuera tan evidente que aquella información le había afectado tiró los trapos adentro del carro y se puso de pie.
-Listo, ahora le traigo otro café.
-Dejá Gloria, ya está, ya me desperté -rió apenas Pablo, caminando hacia el círculo de gente que rodeaba al técnico.
Gloria se quedó mirando la escena. Según tenía entendido, debían viajar a San Juan en diez días para un amistoso que podría asegurarles un lugar en la Copa América, algo que parecía muy lejano para esta selección si seguían así. A juzgar por lo que decía Scaloni, se iban a volver con el culo lleno de goles.
Era un poco extraño y hasta traumatizante verlo así de desquiciado, pero desde la lejanía y mirándolo con detenimiento, Gloria podía comprender que era casi lógico estar con ese carácter cuando todos los ojos estaban puestos en él, y las manos de algunas personas puestas en sacarlo cuanto antes del lugar que ahora ocupaba.
Normal era estar así de loco.
-Y bueno, tocará rezar -se dijo, antes de alejarse. Empujó su carrito pero se detuvo una vez más para mirar. Scaloni ahora daba indicaciones a su cuerpo técnico, Walter Samuel corría para un lado, Ayala para otro y Aimar se rascaba la cabeza tratando de entender.
-Dios mío qué quilombo...-suspiró ella, antes de volver a fijarse en Lionel. Sintió esa pena tonta que antes la había invadido, esa necesidad de hacer algo por él pero no saber cómo ni qué. Enojándose con ella misma por ser así de tonta, se fue tratando de no pensar en nada más que limpiar y limpiar.
Al rato, mientras trataba de sacar unas manchas de mugre horribles en la pared de la cocina subida a la mesada, escuchó un portazo que casi la hace caer.
-Uy Gloria no sabía que estabas acá -escuchar la voz de Scaloni hizo que, otra vez, casi se caiga.
-¿Qué necesitás? -dijo ella, bajando con dificultad de la mesada y dejando el paño sucio con mugre lejos del alcance de la visita de Lionel.
-Agua -se acercó a la heladera, la abrió y se quejó con un gesto infantil-. No hay nada acá.
-No, hoy no vino el distribuidor de agua, pero te puedo hacer un té o...-se detuvo, porque Scaloni había agarrado una de las sillas y se sentó frente a la mesa, agarrándose la cabeza con las dos manos.