Amor y Gloria

Capitulo 1: APA (Asociación de Perdedores Argentinos)

Agosto de 2018

—A ver Felipe si te levantás de una vez, vamos a llegar tardísimo —Gloria le arrojó la ropa a su hermano, pero el chico siguió con los ojos firmemente cerrados, ignorándola— ¡Felipe!

—Dios, ya voy loca, pará un poco.

—No me digas loca ni me trates así, levantate de una vez, ya son las seis y media, voy a llegar tardísimo a mi primer día de trabajo.

—Lo decís como si fuera el gran trabajo.

Gloria dejó de meter cosas en su bolso y miró a su hermano, que ahora estaba sentado en la cama contemplando el piso y sin ánimos de levantarse. Tenía mucho frío, pero no quería entrar en calor gracias a una discusión con un adolescente.

—Gracias a ese trabajo vamos a poder comer carne y dejar el pollo de una vez, antes de que nos salgan plumas. Desagradecido.

Salió de la habitación rumbo a la cocina, donde el desayuno de Felipe ya se estaba enfriando. Afuera, el pasto estaba blanco por la helada y en la radio decían que la temperatura era de dos grados bajo cero. Gloria buscó los guantes de lana de su hermano y los puso sobre la mesa para que el chico no los olvidara.

Impaciente miró el reloj, notando cómo los minutos se le escapaban cada vez más rápido. En apenas un rato comenzaría a trabajar en el club de fútbol más importante del país, y pensar en eso le quitó el frío, reemplazándolo por un calor lleno de nervios. Este era un nuevo desafío, una oportunidad en un lugar conocido, donde esperaba crecer y que cumplieran con el salario y los beneficios que le prometieron. Tenía puestas todas sus esperanzas en que este empleo los ayudara a progresar, pagar deudas, y dejar de contar con las monedas justas para la comida.

En sus veinticuatro años sólo conoció la pobreza y la inestabilidad, por eso el hecho de conseguir su primer trabajo en blanco era un sueño diminuto, pero que al fin se cumplía. No olvidaba que serían muchas horas cada día, pero a eso estaba acostumbrada. Su cabeza sólo pensaba en las posibilidades que tenía allí para mejorar su calidad de vida y la de su hermano.

Pero su hermano no tenía la misma idea.

Seguía sin salir de la cama, y ella lo que menos quería era comenzar en APA con el pie izquierdo. Quería dejar una buena impresión.

—Dale Felipe —pidió otra vez, suspirando. Siempre era la misma historia con él, más desde que se había convertido en un chico rebelde y contestatario.

Parecía que todo lo que ella decía o hacía era una molestia para Felipe. Gloria sentía miedo de que ya estuviera cansado de vivir ahí y que un día decidiera marcharse sin siquiera avisarle. Pero también sabía que sin su hermana, Felipe no podía hacer casi nada solo. Su cabeza sólo estaba llena de fútbol y amigos no recomendables, por lo que sin ayuda de Gloria siempre terminaba metido en problemas. Hasta el momento sólo habían sido pequeños errores, olvidos, y peleas en la escuela, pero ella temía que pronto esas cuestiones se volvieran cada vez más grandes.

Felipe se apareció en la puerta de la cocina arrastrando los pies. Se sentó frente a la mesa, restregándose los ojos, y su hermana le puso una taza delante de la cara.

—Dale, se te enfría la leche ¿Estudiaste para la lección de historia?

—Algo.

—¿Cómo que algo? Felipe no podés llevarte esa materia otra vez, no me jodas.

—No me jodas vos, gorda virgen.

Gloria le tiró con el repasador sucio por la cabeza. A veces le costaba mucho tener paciencia, sobre todo cuando la insultaba y a esa hora de la mañana.

—A mí me respetás, pendejo malcriado. Y si no te gusta te vas, yo soy tu hermana no tu madre, no tengo porqué mantenerte.

—¡Me quiero ir pero no me dejás!

—¿Adónde te vas a ir con 13 años? A que te peguen un tiro por ahí. ¡Tomá esa leche!

Para olvidarse de la primera pero seguramente no única discusión del día, subió un poco más la radio. Sonaba una canción de Miley Cyrus, le gustaba esa artista, pero el locutor decidió cortar la música para dar noticias.

Y en deportes, parece que el club APA tendrá un nuevo director técnico, el segundo en lo que va de este 2018. La verdad que es desconocido, su nombre es Lionel Escalante…”

—Y a mí qué me importa ese pelotudo que no lo conoce ni su madre, ¡poné la canción!

Pero “Wrecking Ball” dejó de sonar y dio paso a muchas publicidades de colchones y alfajores. El día ya estaba empezando mal.

***

Cuando salieron a la calle, el frío era más intenso que todos los días anteriores. Parecía que el invierno estaba ensañado con los pobres, agitando las maderas y bolsas de las casillas de sus vecinos, envolviéndolos de un aire helado que se colaba por sus camperas finas y las zapatillas de lona.

Gloria caminó junto a su hermano hasta la parada del colectivo. Eran apenas tres cuadras, pero en ese horario el peligro era más importante que el frío. Aún estaba oscuro, y mientras evitaban los charcos y el barro de la calle, podía aparecer alguien que quisiera robarles lo poco que tenían. Ese era el problema de vivir en un “barrio carenciado” como muchos optaban por llamar de manera elegante a lo que Gloria consideraba casi una villa o simplemente un barrio de mierda. Lo peor era que, ante los ojos de quienes tenían la suerte de no vivir allí, todos sus habitantes eran delincuentes, y eso la incluía a ella.




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