Amor y guerra

Capítulo 35. Tibieza

Firme en su objetivo y sin dejar de sentirse víctima de la hipocresía de Thomas, Andrew avanza por los pasillos de la casa principal con un gesto sombrío que lucha por ocultar al llegar a su destino. De la habitación cerrada escapan sonidos que revelan la labor de las dos mujeres que ahí se encuentran. Sarah guarda con sumo cuidado las pertenencias de su ama, mientras ésta redacta una carta a su madre anunciándole su regreso. Emily suspira, anticipando que, al volver a casa, deberá informar a sus padres sobre su compromiso roto y el verdadero motivo de su viaje. Le duele la cabeza al imaginar la serie de sermones maternos acerca de su vergonzoso comportamiento, peor serán las reprimendas cargadas de burla de su padre. Debió medir las consecuencias antes de salir corriendo en busca de un hombre que nunca fue para ella pese a adorarlo con toda el alma.

—¿Te sientes mal? —le cuestiona la mulata, notando la excesiva palidez en su rostro y labios.

—Solo estoy un poco cansada —explica y enseguida escucha golpes en la puerta.

Sarah se dispone a abrir cuando ella le indica con un ademán que espere. Con marcada pesadez se levanta de la silla frente a la pequeña mesita dónde ha estado escribiendo y va a la puerta. Toparse con Andrew al abrir la deja boquiabierta, no esperaba tener que enfrentarlo hasta que se despidiera de él. En tan solo un parpadeo se recompone, no dejará que la vea devastada, necesita conservar su dignidad.

—Buen día, Andrew —saluda cortésmente, en sus ojos ya no brilla la pasión que la llevó a confesarle su amor, solo una fría amabilidad.  

—Buen día, Emily ¿Podemos hablar? Si interrumpo, volveré más tarde —agrega, viendo el movimiento en el interior de la habitación.

—No se preocupe, tengo tiempo.

Cierra la puerta viendo la reprobación en la mirada oscura de Sarah, hace caso omiso. La sirvienta mulata es más digna que ella, lo reconoce, pero la intriga la visita del hombre. En la habitación, Sarah se queda maldiciendo al heredero Green, considera que ya ha hecho llorar suficiente a Emily, piensa que ningún hombre merece tantas lágrimas. Suponiendo lo que su confidente debe estar pensando, la joven rubia camina a un lado de su acompañante. Ninguno habla y la tensión se acrecienta a cada paso junto a la incertidumbre de ella y la amargura de él. Llegan a la estancia principal y Andrew abre la puerta para darle el paso. Adentro nada cambia, el largo silencio sigue sobre ellos, condenando el amor cobarde que no termina de florecer. Pero algo sí sucede, los ojos de uno y otro se quedan enganchados, midiéndose y buscando esa confianza que les permita abrir sus corazones.

—No la voy a engañar. Usted no merece esa ruindad, aunque para ser justos tuve la idea de hacerlo —comienza el joven sin más vacilación, la seriedad en su voz le dice a Emily la gravedad del asunto que lo llevó a buscarla y devela en parte su lucha interior —. Me siento terriblemente decepcionado y dolido, en este mismo momento todo lo que tengo para dar es amargura. Aun así, le pido permanecer a mi lado… como mi esposa. Y si se pregunta por qué he cambiado de opinión lo único que puedo responderle es que no quiero estar solo. Probablemente verá lo peor de mí, no intentaré ocultarlo y le pido que haga lo mismo. Tampoco pienso volver a Nueva York en mucho tiempo, si me acepta, deberá aceptar también vivir lejos de sus padres y de la vida que ellos le dieron.

—Andrew, yo no sé qué decir… —es sincera, lo escuchado la deja anonadada, no sabe que pensar y le surgen tantas dudas que el latido acelerado de su corazón se entremezcla con las pulsaciones que sacuden su cabeza.

—No diga nada. Esperaré su respuesta hasta que quiera dármela. También debe saber que, si tiene la bondad de aceptarme, haré todo lo posible por ser el esposo que merece y responderé a todas las preguntas que tenga para mí, lo haré con gusto a cambio de algo.

—¿De qué?

—De que usted también confíe en mí —Andrew deja en suspenso sus palabras y se acerca a ella, su cálido aliento le cae sobre el rostro provocando que un estremecimiento recorra su vientre y mariposas aleteen en su estómago —. Debe entender algo: yo anhelo una esposa con la que pueda compartir lo que pienso y siento sin ser juzgado. Que me hable de sus más íntimos pensamientos a sabiendas que los guardaré celosamente, una compañera de vida y no solo un adorno de fina porcelana como tantas damas neoyorquinas que ambos conocemos. Quiero una mujer con alma dentro ¿puede darme eso?

Los ojos anhelantes y la melancolía subyacente en su voz la conmueven de una manera que la subyuga, la hace desear borrar esa tristeza que ha apagado el brillo en su mirada. Ya no quiere esperar más, lo ha hecho por demasiado tiempo. Si Andrew está dispuesto a darle la oportunidad de ganarse su corazón, ella la aprovechará sin objeciones. Obedeciendo a los impulsos de su piel, alza la mano y acaricia el rostro masculino. Él la mira a los ojos al recibir el roce de los dedos suaves, consternado al sentir tal calidez. La sensación resulta electrizante y atrayente para ambos, desean más. Emily quiere sentirlo cerca como tantas veces se atrevió a soñar y él necesita saberse aceptado. Sus cuerpos se acercan junto a miradas compartidas, Andrew aspira el aroma dulce del cabello femenino, toda la ira que sentía se apaga dando paso a la embriagadora y reconfortante emoción de saberse comprendido.

—Te amo, Andrew, lo he hecho desde la primera vez que te vi. Poco me importa a lo que tenga que renunciar para estar a tu lado —susurra viendo su boca y volviendo a sus ojos —. Mi respuesta es sí pero necesito saberlo. Necesito saber lo que te atormenta.   




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.