002.
La victoria de su hermano en la guerra eclipsó totalmente la victoria de Selene, pero no le importaba porque no tenía un deseo para su padre.
El pueblo vitoreó a Leiv al verlo llegar en su caballo, el pueblo lo amaba, tanto como a su madre. El nombre de Leiv se escuchaba en cantos y danzas por sus hazañas en la guerra y también el nombre de Selene era bastante festejado. El pueblo los amaba con el corazón, pero la aristocracia los condenaba por la acusación contra su madre. Llegó a un grado espeluznante cuando pidieron la muerte de los jóvenes por ser hijos de Becca. Ese día Nepther perdió el control y dejó en claro que con sus hijos nadie se metería. Pero nunca era suficiente, las facciones ponían en jaque al Rey y sus peticiones irrazonables, como poner a Giorgina como heredera, lo desesperaban. ¿Cómo podían ignorar el potencial de sus mellizos? Incluso si revelara que sus hijos poseen sangre dyrkka no se beneficiarían como le sucedió a él.
—Eres un desgraciado, Leiv—se quejó Selene al verlo entrar por la puerta. —¿Cómo pudiste hacerme sufrir pensando que estabas en riesgo?
Su hermano sonrió, había extrañado a su pequeña hermana.
—Tardaste en hablar con papá. —se excusó. —Tienes que confiar en mí, tonta. No voy a morir tan fácilmente.
—No digas tonterías, —gruñó bajo—somos igual de vulnerables que cualquier mortal si nos cortan el cuello.
—¿Te quejarás hasta hartarte o me abrazarás? Por favor, decídete.
Con desgano rodeó la cintura de su hermano, sintiendo su calor.
—Estás sudado. —espetó.
—Sigues igual de quejumbrosa, Selene.
La apretujó contra su pecho como si de un limón se tratara, por poco y la deja sin respirar.
—Sí, yo también te extrañé. —se burló al recibir un manotazo de Selene. —Y ahora vete que debo cambiarme, mi invitado me está esperando.
¿Invitado? Selene se quedó petrificada delante de él. No tenían amigos, ni cercanos que llamar.
—¿Qué?
—Vete, debo asearme. —la arrastró del brazo hasta dejarla fuera y cerrar la puerta en su nariz.
—¿Invitado?
La joven seguía en una nube de desconcierto. ¿Quién era? Con las alarmas sonando en su cabeza, corrió por los pasillos a cambiar su atuendo, si era un invitado de la realeza tenía que cambiar sus harapos de entrenamiento.
Después de un pequeño baño con agua fría, ató el corsé en su pecho, se colocó sus zapatos más finos, y se envolvió en un hermoso vestido de su madre. De un tono rojo con escote y delicado encaje. Se miró al espejo y maldijo su cabello, no tenía una criada personal que le peinara por lo que solo con un cepillo, desenredó su cabello y lo dejó suelto.
Con el último toque de maquillaje y escondiendo una daga en su muslo, se dirigió a la habitación de su hermano.
Si las mujeres demoran en arreglarse, su hermano podía perfectamente considerado como una. Selene golpeó la puerta varias veces, pero seguía sin respuesta, hasta que a la décima vez se abrió con brusquedad.
—Ya voy, ya voy. —se quejó aun arreglando su cabello.
Miró a su hermana que vestía hermosa y le besó la mejilla.
—Estás preciosa, pero te falta algo.
La giró y amasó su cabello en una trenza desordenada pero limpia.
—La espiga de mamá. —susurró Selene.
—Sí, le pedí a Cecil que me enseñara porque tú no tienes quien lo haga.
Selene se conmovió profundamente.
—Gracias, ahora tendrás que ser mi criado. —le bromeó.
—Que no sea tu deseo de recompensa, por favor.
Agarrando su brazo al caminar, Selene se apoyó en su hombro.
—Lo pensaré.
Al llegar a las puertas de la sala del trono, ambos hincharon su pecho, determinados.
—Sigo pensando que tu invitado es un chiste para verme arreglada. —murmuró Selene.
—Probablemente, tengas razón, pero no es por mí que quería que te pusieras hermosa, hermana.
¿Qué?
—Leiv y Selene, su majestad. —anunció el sirviente, sin ninguna pizca de respeto por los mellizos.
Las grandes puertas se abrieron dando paso al bello salón del trono, adornado en oro y platino. Las paredes decoradas con pinturas que alababan todas las guerras ganadas y el sacrificio de otros. A Selene siempre le fascinó ese lugar, tenía ese algo que le hacía acelerar el corazón y sonreír de alegría. Quizás por los recuerdos de infancia o sus deseos de ver restablecida su posición.
Tanto Leiv como Selene se inclinaron ante su padre.
—Leiv, una vez más gracias por traerle gloria a tu país. —habló Nepther. —Con la Reina estamos agradecidos por tal acto de valentía y orgullo.
Selene sonrió al escuchar la mención de la Reina, su padre estaba revelando la instigadora de los ataques hacía Leiv. La Reina Catalyne era un verdadero problema, subió al trono cinco años después de la muerte de la Reina Becca, gracias a su padre, el Marqués Duan. Selene sospechaba del Marqués, creía que posiblemente estuviera involucrado en la muerte de su madre.