Amor y Magia Negra

Capítulo treinta y tres: Andrómeda Black

Narrador omnisciente.

—Bellatrix... —musitó el pelinegro misteriosamente.

—¿Qué esperas Snape? Tenemos que pasar al entrenamiento físico —comentó la niña sacando un filoso cuchillo de su túnica.

La pelinegra abrió los ojos como platos mientras que palidecía y se le cortaba la respiración, sintió como si el corazón se le parara por un instante y miró a Severus suplicante mientras comenzaba a forcejear para soltarse.
Severus se quedó mudo por un momento mientras que su piel se tornaba blanquecina pero trataba de no soltar a la pelinegra.

—No —respondió el niño firmemente.

—¿Cómo has dicho? —le cuestionó Bellatrix molesta.

—El señor tenebroso no ha dado esa orden —le retó Severus seriamente.

—No es necesario una orden. Todas las iniciaciones son iguales, ¿acaso ya no recuerdas la tuya? Por lo que recuerdo apenas fue finalizada hace unos meses —mencionó la niña agitando el filoso cuchillo entre sus manos.

—El señor nos ha encargado que esté viva, mi maldición Cruciatus la ha dejado demasiado débil —explicó el niño lentamente.

—¿Seguro? Al parecer tiene mucha energía —señaló la niña al ver que la joven mortífaga no dejaba de forcejear.

—Seguro —contestó el niño dándole un codazo a su amiga, golpeándola directamente en la fresca marca que recién había conseguido. La chica cayó al suelo a causa del repentino golpe pero sobretodo porque el ardor que hace un rato había parado volvía a recorrer su antebrazo y fue cuando comenzó a dudar acerca de Severus y recordó las palabras de Frank sobre no dar la confianza hacia a Severus y dudaba totalmente de quien decía ser su amigo.
La hermana de la pequeña mortífaga guardó el cuchillo melancólica y se retiró molesta.
Severus y Calynn caminaron hasta una esquina de la habitación donde el chico decidió soltar a su amiga pero la apuntó con la varita inmediatamente.

—Un paso en falso y desearás no haber nacido —le ordenó el niño con la varita en alto.

"¿Realmente estaba fingiendo? ¿Por qué Severus se comportaba de esa manera tan real?, ¿realmente era necesario? ¿Y si todo es una trampa?" pensaba la pelinegra al ver a su amigo comportándose de esa forma como si realmente fuera él, como si realmente esa fuera su verdadera identidad pero algo la hacía confiar en él, algo inexplicable.
Pasaron unos cuantos minutos donde ambos estuvieron en el oscuro salón de la inmensa mansión con los demás jóvenes que los miraban raro. Cuando cada uno de los pequeños mortífagos dejaron de observarlos Severus le dedicó una mirada triste y suplicante a su amiga que tan sólo le contestó con una ligera sonrisa. Después de un momento de espera, los adultos salieron del inmenso comedor a donde habían asistido, la mayoría de los mortífagos se iban con sus hijos que, aunque, fueran magos del lado oscuro los recibían con dulces abrazos, sobre todo a los más pequeños, porque a pesar de todo eran sus hijos. La pelinegra se extrañó de que sus padres no salieran de aquel comedor pero no le molestaba esperar más tiempo para saber qué le deparaba.
Unos momentos más tarde las puertas se volvieron a abrir y de ellas salieron Druella y Cygnus acompañados de su líder. Calynn volteó instintivamente y los observó como nunca lo había hecho, débiles y tristes sin poder evitar la mirada de furia que traían ambos hacia ella indicándole qué le esperaba por el resto del día.

—Mortífagos —llamó el pálido hombre a todos sus seguidores con una sonrisa en el rostro—. Mañana tendremos unos invitados especiales a los cual atender, así que por el momento practiquen sus hechizos —mencionó el hombre—. Y Severus, ven aquí —concluyó el calvo dirigiéndose al chico que dejó de apuntar a su amiga y se dirigió al inmenso comedor.
En cuanto se cerraron las puertas alguien tomó a la pelinegra de la muñeca y la sacó rápidamente del salón.
Llegaron al vestíbulo donde reposaba la elegante alfombra cuando la pequeña castaña comenzó a hablar.

—Silencio —ordenó la niña—. Mi nombre es Andrómeda Black. Sé por qué estás aquí —dijo la chica. Ésta se veía aproximadamente tres años mayor que Calynn, sus cabellos eran de un color marrón claro y tenía unos melancólicos ojos del mismo tono.
La pelinegra se quedó callada, estaba demasiado nerviosa para poder formular palabra, estaba demasiado temerosa para poder confiar en alguien más que no fuera Severus porque para ella todos los mortífagos presentes tenían un alma cruel, despiadada y fría que demostrarían con quien se encontraran sin importar quien fuese.



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En el texto hay: magia, jkrowling

Editado: 18.01.2019

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