Amor y poder bajo las luces de New York

Capitulo 1

El sonido agudo de los tacones resonaba contra el mármol del vestíbulo de Blake & Partners, mezclándose con el murmullo de conversaciones apresuradas y el zumbido de los teléfonos. Emma Parker respiró hondo mientras cruzaba las imponentes puertas de vidrio, con el corazón latiendo tan rápido como los pasos a su alrededor. Era su primera semana completa en la empresa y, aunque ya había superado el torbellino del primer día, cada jornada parecía un nuevo desafío.

El edificio, ubicado en el corazón de Manhattan, se alzaba majestuoso sobre Park Avenue, con sus 80 pisos de vidrio brillante reflejando la ciudad que nunca dormía. Entrar allí cada mañana le recordaba lo lejos que había llegado desde su pequeña ciudad natal en Ohio, donde el edificio más alto era el ayuntamiento. Pero con esa sensación de logro venía también la presión de estar a la altura de las expectativas, especialmente trabajando para Alexander Blake.

Mientras se dirigía al ascensor, Emma repasaba mentalmente la lista de tareas que tenía para ese día. Coordinación de reuniones, actualización de informes financieros y la preparación de una presentación para una importante junta directiva. Todo debía estar perfecto. En Blake & Partners, no había margen para el error, y mucho menos cuando trabajabas directamente para el hombre que encabezaba la lista de los empresarios más influyentes de Nueva York.

—¿Primer mes aquí? —preguntó una voz femenina a su lado.

Emma giró la cabeza y vio a una mujer alta y elegante con un vestido rojo ajustado y una sonrisa astuta en los labios. Vanessa Greene, la directora de relaciones públicas de la empresa, era conocida por su lengua afilada y su habilidad para detectar vulnerabilidades.

—Primera semana —corrigió Emma, tratando de mantener su tono profesional.

Vanessa dejó escapar una risa suave.

—Bueno, un consejo: mantén la cabeza baja y no intentes impresionar demasiado a Alexander. Él no tiene tiempo para... distracciones.

El tono insinuante de Vanessa hizo que Emma sintiera un leve rubor en las mejillas, pero no respondió. En lugar de eso, mantuvo la mirada fija en las puertas del ascensor que se cerraban. Una vez dentro, mientras el ascensor subía rápidamente hacia el piso 48, Emma se recordó a sí misma que estaba allí por su talento y determinación, no para competir con los juegos de poder que parecían caracterizar a algunas personas de la oficina.

Cuando llegó a su escritorio, ubicado justo fuera de la oficina de Alexander, comenzó a organizar sus documentos con rapidez. Desde la puerta entreabierta del despacho principal, podía escuchar la voz grave de Alexander, hablando por teléfono. Su tono era firme, autoritario, pero había una cadencia en su voz que Emma encontraba intrigante, casi hipnótica.

—Señorita Parker.

La voz de Alexander interrumpió sus pensamientos, y Emma alzó la mirada para encontrarlo de pie en el marco de la puerta, con su habitual traje oscuro impecablemente entallado. Llevaba un reloj de lujo en la muñeca y sostenía una carpeta en la mano.

—Sí, señor Blake —respondió, poniéndose de pie de inmediato.

—La presentación para la junta de esta tarde. ¿Está lista?

Emma asintió, entregándole una carpeta perfectamente ordenada.

—Aquí está. La he revisado tres veces para asegurarme de que no falte nada.

Alexander tomó la carpeta sin mirarla, pero cuando sus ojos grises finalmente se posaron en los de ella, Emma sintió un extraño nudo en el estómago. Había algo en su mirada que la hacía sentir examinada, como si él pudiera ver más allá de la fachada profesional que intentaba mantener.

—Bien. —Él hizo una pausa antes de añadir—: Espero que haya dormido lo suficiente. Hoy será un día largo.

Con eso, se dio la vuelta y regresó a su oficina, cerrando la puerta detrás de él. Emma se dejó caer en su silla, sintiendo que acababa de pasar una prueba invisible. ¿Así serían todos los días con él? Intimidantes, desafiantes... y, de algún modo, emocionantes.

La mañana transcurrió con la precisión de un reloj suizo. Emma trabajó sin descanso, enviando correos, revisando agendas y atendiendo llamadas. A medida que la junta se acercaba, el ambiente en la oficina se volvió más tenso. Todos los departamentos estaban en constante movimiento, asegurándose de que nada fallara.

A las tres de la tarde, Emma fue llamada a la sala de juntas para asistir a la presentación. Era su primera vez en una reunión de alto nivel, y aunque sabía que solo estaría allí para tomar notas, la presión era palpable. La sala era un espacio amplio, con una mesa ovalada de madera oscura rodeada por sillas de cuero. Las paredes estaban adornadas con obras de arte moderno, y una enorme ventana ofrecía una vista espectacular de Manhattan.

Alexander ya estaba allí, sentado en la cabecera de la mesa, revisando documentos con una concentración que parecía inquebrantable. Cuando los demás comenzaron a llegar, él levantó la vista y asintió a cada uno de ellos con una cortesía mínima, pero efectiva.

Emma tomó asiento discretamente en una esquina, sintiendo que los ojos de varios de los asistentes se posaban en ella, evaluándola. Cuando la reunión comenzó, Alexander tomó el control de la conversación con una confianza que dejó a todos en silencio. Sus palabras eran precisas, su tono firme, y cada punto que exponía era respaldado por datos impecables. Emma no pudo evitar admirarlo, aunque sabía que nunca lo admitiría en voz alta.

Cuando la reunión terminó, Alexander se acercó a ella mientras recogía sus cosas.

—Buen trabajo con los documentos, Parker. —No era un elogio efusivo, pero viniendo de él, esas pocas palabras significaban mucho.

—Gracias, señor Blake.

Alexander asintió y se alejó, pero Emma no pudo evitar notar algo curioso: por un breve momento, mientras le hablaba, su mirada no había sido fría ni calculadora. Había algo más, algo que casi parecía... humano.




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