Amor y poder bajo las luces de New York

capitulo 2

La puerta de la oficina de Alexander Blake estaba casi siempre cerrada. Era un símbolo, pensó Emma, de lo que él era: inaccesible. Desde su primer día en Blake & Partners, había aprendido que su jefe no era solo una figura de autoridad; era una leyenda en el mundo financiero, un hombre que había construido un imperio con precisión quirúrgica. Pero esa misma precisión lo mantenía distante, casi intangible.

Mientras Emma organizaba la agenda de la semana, no podía evitar preguntarse cómo sería la vida de un hombre como él fuera de esas cuatro paredes. ¿Tenía amigos? ¿Familia? ¿Algún pasatiempo que no estuviera relacionado con cifras y balances? La única certeza era que Alexander Blake vivía para trabajar, y todo lo demás parecía quedar en segundo plano.

—Parker. —Su voz profunda interrumpió sus pensamientos. Emma levantó la mirada para encontrarlo de pie junto a su escritorio, sosteniendo un informe que claramente no estaba a la altura de sus estándares.

—Sí, señor Blake. —Se puso de pie de inmediato, tratando de mantener la calma.

—Este análisis tiene errores. —Dejó caer el documento sobre su escritorio con un movimiento controlado, pero firme—. Revíselo y asegúrese de que esté listo para la presentación de mañana. No podemos permitirnos fallos frente a los inversores.

—Por supuesto. Lo haré de inmediato.

Alexander la observó por un momento más, su mirada gris analizando cada detalle de su expresión. Luego, asintió ligeramente y regresó a su oficina, cerrando la puerta tras de sí. Emma dejó escapar un suspiro. Trabajar para él era como caminar sobre una cuerda floja, sabiendo que cualquier error podría costarle caro. Pero, de alguna manera, también encontraba emocionante ese nivel de exigencia.

Se concentró en revisar el informe, comparando cada cifra con los datos originales. A medida que avanzaba, comenzó a notar los patrones en la forma en que Alexander trabajaba: todo debía ser exacto, lógico, sin espacio para la improvisación. Incluso en los detalles más pequeños, su perfeccionismo era evidente.

Horas después, cuando finalmente terminó de corregir el documento, se lo llevó directamente a su oficina. Tocó suavemente la puerta y esperó.

—Adelante.

Entró con cautela, encontrándolo sentado detrás de su enorme escritorio de madera oscura, rodeado de papeles y pantallas. La única fuente de luz era la lámpara de su escritorio, que proyectaba sombras suaves en su rostro.

—Aquí está el informe corregido, señor Blake. He verificado todas las cifras.

Alexander alzó la mirada, y por un instante, Emma sintió que sus ojos se suavizaban. Luego tomó el documento y comenzó a leerlo en silencio. La sala quedó en un incómodo silencio, roto solo por el leve sonido de las hojas al pasar.

—Bien hecho. —Sus palabras fueron simples, pero el peso que cargaban fue suficiente para que Emma sintiera una oleada de alivio.

—Gracias.

Mientras se daba la vuelta para salir, la voz de Alexander la detuvo.

—Señorita Parker.

Emma giró, encontrándolo apoyado en el respaldo de su silla, con una expresión que era difícil de leer.

—¿Cuánto tiempo lleva viviendo en Nueva York?

La pregunta la tomó por sorpresa. No era algo que esperaba escuchar de alguien como él, siempre tan centrado en los negocios.

—Hace unos meses, señor.

Él asintió lentamente, como si procesara esa información.

—Nueva York puede ser… implacable. ¿Cómo lo lleva?

Emma parpadeó, tratando de entender a dónde quería llegar con esa conversación.

—Es… desafiante, pero también emocionante. Siempre quise estar aquí.

Alexander dejó escapar una leve sonrisa, tan fugaz que Emma pensó que tal vez lo había imaginado.

—Buena respuesta. —Volvió a centrar su atención en el informe frente a él—. Eso es todo. Puede retirarse.

Emma salió de la oficina, sintiendo que algo extraño había sucedido. Por primera vez, Alexander Blake le había hablado como si fuera algo más que su empleada. Había un atisbo de curiosidad, una grieta en esa armadura de perfección que siempre llevaba puesta.

Más tarde esa noche, Emma dejó la oficina bajo el cielo oscuro de Manhattan. Las luces de la ciudad brillaban con una intensidad casi hipnótica, y el ruido constante de los taxis y las conversaciones se sentía como una banda sonora que nunca se detenía. Mientras caminaba hacia su apartamento, pensó en la conversación con Alexander.

¿Por qué alguien como él, tan reservado y enfocado en su trabajo, había mostrado interés en su vida personal? ¿Era solo cortesía o había algo más? Emma no podía evitar sentirse intrigada por él. Sabía que Alexander Blake era un hombre complicado, lleno de secretos que nadie en la oficina parecía conocer. Pero también sabía que, cuanto más intentara entenderlo, más difícil sería mantenerse al margen.

Esa noche, mientras se recostaba en su cama, una idea cruzó su mente: quizá había más en Alexander Blake de lo que todos creían. Y tal vez, solo tal vez, ella sería la persona que descubriría quién era realmente.




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