Amor y poder bajo las luces de New York

Capitulo 3

El sol apenas comenzaba a filtrarse entre los edificios de Manhattan cuando Emma entró en la oficina, café en mano y una lista mental de tareas que debía completar antes de las ocho. Esa mañana se celebraría una reunión clave con un cliente internacional, y Alexander había dejado claro que no toleraría ningún error. La tensión en la oficina era palpable. Los empleados corrían de un lado a otro, ajustando detalles de último minuto mientras las pantallas brillaban con gráficos y cifras.

Emma tomó asiento en su escritorio y revisó por última vez los materiales que había preparado. Todo parecía en orden, pero aun así decidió darles una última revisión. Para trabajar con Alexander, no bastaba con hacerlo bien; tenía que ser perfecto.

A las nueve en punto, los asistentes comenzaron a llegar a la sala de juntas. Emma entró detrás de Alexander, quien saludó a los invitados con su tono impecable y profesional. Él irradiaba confianza, y su presencia llenaba la sala de una manera que Emma aún no podía explicar. Se sentó en una esquina con su libreta en mano, lista para tomar notas, mientras Alexander iniciaba la presentación.

Los primeros diez minutos transcurrieron sin problemas. Alexander navegaba por los gráficos y las proyecciones financieras con la precisión de un cirujano, respondiendo a cada pregunta con una seguridad que dejaba poco espacio para la duda. Sin embargo, cuando llegó al tercer segmento de la presentación, algo cambió.

—En esta diapositiva, podemos observar el crecimiento proyectado en los últimos cinco años... —Alexander hizo una pausa. Sus ojos se entrecerraron al mirar la pantalla. Emma sintió que el aire en la sala se volvía pesado—. Un momento. Esto no está correcto.

Un silencio absoluto se apoderó de la sala. Los ejecutivos comenzaron a murmurar entre ellos mientras Alexander revisaba los datos en su tableta. Su mandíbula se tensó, y Emma pudo notar cómo sus dedos apretaban el dispositivo con fuerza.

—Señorita Parker —dijo finalmente, girando su mirada hacia ella. Su tono era controlado, pero la dureza en su voz era inconfundible—. ¿Podría explicarme por qué los datos de esta gráfica no coinciden con las cifras reales?

Emma sintió cómo la sangre se le helaba. Se levantó de su asiento rápidamente, revisando el documento en su libreta. Las cifras estaban mal, y aunque sabía que había revisado todo varias veces, no podía negar que había cometido un error.

—Lo siento, señor Blake. Debe haber habido un descuido en mi revisión.

—Un descuido —repitió Alexander, dejando que la palabra colgara en el aire como una sentencia. Su mirada era tan fría como un día de invierno, y el resto de los presentes la observaban con una mezcla de lástima y curiosidad.

Emma respiró hondo, tratando de mantener la compostura.

—Corregiré el error de inmediato.

Alexander asintió brevemente.

—Asegúrese de que así sea.

La reunión continuó, pero el ambiente seguía siendo tenso. Emma se quedó en la sala, anotando cada detalle y revisando frenéticamente los datos para asegurarse de que no hubiera más fallos. Cuando todo terminó y los ejecutivos se retiraron, Emma comenzó a recoger sus cosas, tratando de evitar el encuentro inevitable con Alexander.

Sin embargo, apenas salió al pasillo, lo vio esperándola junto a la ventana, con los brazos cruzados y la mirada fija en el horizonte de la ciudad.

—Señor Blake, yo... —comenzó a decir, pero él la interrumpió.

—¿Sabes cuál es el problema con los errores, Parker? —dijo, girándose lentamente hacia ella—. No son solo números equivocados o datos imprecisos. En este mundo, un error puede costarnos un cliente, una reputación... o algo más importante.

Emma sintió cómo sus palabras la atravesaban. Quiso explicarse, pero no encontraba las palabras correctas.

—Lo siento mucho. Sé que no hay excusa, pero haré todo lo posible para asegurarme de que esto no vuelva a suceder.

Alexander la miró en silencio durante un momento que se sintió eterno. Luego dejó escapar un suspiro, y algo en su expresión cambió. Era casi imperceptible, pero Emma notó que su dureza parecía haber cedido ligeramente.

—No se trata solo de no volver a cometer errores, Parker. Se trata de aprender de ellos. Y créame, no tengo tiempo para rodearme de personas que no lo hacen.

Emma asintió, sintiendo un nudo en la garganta.

—Entendido, señor Blake.

Él la observó por un instante más, luego asintió y se marchó, dejándola sola en el pasillo.

De regreso en su escritorio, Emma repasó una y otra vez los documentos, buscando cualquier otra posible discrepancia. Aunque sabía que no podía cambiar lo que había pasado, estaba decidida a demostrarle a Alexander que podía confiar en ella.

Cuando el reloj marcó las nueve de la noche, la oficina estaba prácticamente vacía, salvo por la luz que todavía brillaba desde la oficina de Alexander. Emma sabía que él seguía trabajando, y aunque parte de ella quería disculparse nuevamente, decidió que lo mejor era no molestarlo.

Sin embargo, justo cuando se levantaba para irse, la puerta de su oficina se abrió. Alexander salió, luciendo tan impecable como siempre, pero con una ligera sombra de cansancio en sus ojos.

—¿Todavía aquí? —preguntó, con un tono más neutral que frío.

—Sí, estaba asegurándome de que los informes de mañana estén perfectos.

Alexander la miró por un momento, luego asintió.

—Eso es bueno, Parker. Pero no olvide descansar. Los errores suelen ocurrir cuando estamos agotados.

—Lo tendré en cuenta.

Él la observó un segundo más, como si quisiera decir algo más, pero finalmente se limitó a despedirse con un leve movimiento de cabeza.

Cuando la puerta del ascensor se cerró detrás de él, Emma dejó escapar un suspiro largo. Sabía que le quedaba mucho por demostrar, pero también sintió que había algo en esa interacción que marcaba un pequeño cambio en su relación con Alexander.




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