Amor y poder bajo las luces de New York

Capitulo 5

El lunes por la mañana, la oficina de Blake & Partners estaba más animada de lo habitual. Los empleados cruzaban el vestíbulo apresuradamente con sus tazas de café, revisaban correos frenéticamente y se preparaban para una semana cargada de reuniones. Emma llegó temprano, como siempre, decidida a empezar el día con el pie derecho.

Mientras organizaba su escritorio, notó algo extraño. Algunas de sus compañeras, especialmente las del departamento de recursos humanos, la observaban desde el otro lado de la oficina, susurrando entre ellas. Emma trató de ignorarlo, pero era evidente que algo estaba ocurriendo.

Al poco tiempo, su compañera y única amiga cercana en la oficina, Clara, se acercó a ella con una expresión de cautela. Clara era una asistente del departamento legal, siempre amigable y dispuesta a escuchar.

—Emma, ¿puedo hablar contigo un momento? —preguntó, inclinándose sobre su escritorio.

—Claro, ¿qué pasa?

Clara miró a su alrededor antes de continuar.

—He oído algunos comentarios… sobre ti y Alexander.

El corazón de Emma dio un vuelco.

—¿Sobre el señor Blake? —preguntó, tratando de mantener un tono despreocupado, aunque podía sentir el calor subiendo a sus mejillas.

Clara asintió, bajando la voz.

—Sí, alguien vio que saliste con él en su coche el viernes por la noche. Ya sabes cómo es esta oficina. Un pequeño gesto y las personas empiezan a inventar cosas.

Emma dejó escapar un suspiro, pasándose una mano por el cabello.

—No fue nada, Clara. La lluvia era horrible y él se ofreció a llevarme a casa. Eso es todo.

Clara la observó por un momento, como si tratara de evaluar la sinceridad en sus palabras. Finalmente, asintió.

—Lo entiendo, pero ya sabes cómo funciona aquí. Hay personas que no necesitan mucho para empezar a hablar, especialmente Vanessa Greene.

El nombre de Vanessa hizo que Emma se tensara. La mujer era conocida por su lengua venenosa y su capacidad para transformar los rumores más pequeños en historias dignas de una novela.

—Gracias por decírmelo, Clara. Lo último que necesito es que alguien piense que tengo… algún tipo de relación con él. —Emma habló con firmeza, aunque por dentro no podía evitar sentir una mezcla de nervios y frustración.

Clara le dio un apretón en el brazo antes de regresar a su lugar. Emma intentó concentrarse en su trabajo, pero la incomodidad de ser el centro de atención no desaparecía.

Más tarde esa mañana, Emma entró en la sala de conferencias para dejar unos documentos. Vanessa ya estaba allí, sentada junto a la ventana con una sonrisa maliciosa en los labios.

—Emma, querida, ¿cómo estuvo tu fin de semana? —preguntó con un tono demasiado dulce para ser sincero.

Emma se esforzó por mantener una expresión neutral.

—Bastante tranquilo, gracias. ¿Y el tuyo?

Vanessa soltó una risa ligera, ignorando la pregunta.

—Me enteré de que tuviste un pequeño paseo en limusina el viernes por la noche. Qué afortunada. No muchas personas tienen la oportunidad de compartir tiempo con el señor Blake fuera de la oficina.

Emma sintió cómo su corazón se aceleraba, pero no dejó que Vanessa lo notara.

—Fue algo circunstancial. Estaba lloviendo y él fue amable al ofrecerse a llevarme. Eso es todo.

Vanessa la miró fijamente, como si buscara alguna grieta en su fachada.

—Claro, claro. Aunque debo decir que Alexander no es conocido por ser… amable. Pero supongo que hay una primera vez para todo.

Emma apretó los dientes, sintiendo cómo la sangre hervía en sus venas. Sabía que Vanessa estaba buscando provocarla, y lo último que quería era darle esa satisfacción.

—Es un buen jefe, y nada más —respondió con calma antes de girarse para salir de la sala.

Pero mientras caminaba por el pasillo, no podía evitar sentirse molesta. No solo por Vanessa, sino también por el hecho de que Alexander, con un simple gesto, había puesto su reputación en la oficina en una posición delicada.

Al final del día, Emma fue llamada al despacho de Alexander. Respiró hondo antes de entrar, preparándose mentalmente para cualquier cosa. Lo encontró de pie junto a la ventana, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el horizonte.

—¿Me llamó, señor Blake? —preguntó, manteniendo su tono profesional.

Alexander se giró hacia ella, sus ojos grises reflejando una mezcla de curiosidad y algo más que Emma no podía descifrar.

—He oído algunos comentarios en la oficina. Parece que nuestro viaje en coche el viernes ha llamado la atención.

Emma sintió un nudo en el estómago.

—Lo lamento si eso ha causado algún problema. No fue mi intención.

Alexander la observó en silencio por un momento antes de hablar.

—No es culpa suya, Parker. Este lugar es… un campo minado de rumores. Lo importante es que no permita que eso la distraiga de su trabajo.

Emma asintió, pero no pudo evitar sentir una ligera frustración.

—Agradezco su comprensión, señor Blake. Pero la verdad es que preferiría no ser el centro de atención.

Alexander inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera evaluando sus palabras.

—Lo entiendo. A partir de ahora, tendremos más cuidado.

Su tono era tranquilo, pero Emma sintió que había algo más en sus palabras, una especie de promesa silenciosa.

—Gracias, señor Blake.

Él asintió y volvió a mirar por la ventana, dando por terminada la conversación. Mientras Emma salía de la oficina, no pudo evitar preguntarse por qué parecía tan afectado por algo tan trivial. Era como si detrás de su fachada de perfección y control hubiera algo más, algo que ella aún no comprendía.

Y aunque sabía que lo más sensato sería mantenerse alejada, una parte de ella no podía evitar sentirse atraída por el misterio que rodeaba a Alexander Blake.




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