El invierno había llegado a Nueva York, cubriendo la ciudad con un manto gélido. Las luces de los rascacielos parecían más brillantes contra el cielo gris, y las calles estaban llenas de personas apresuradas, envueltas en abrigos y bufandas. En la oficina de Blake & Partners, el ambiente era igual de frenético. El cierre del trimestre estaba a la vuelta de la esquina, y el equipo trabajaba horas extras para cumplir con los plazos.
Emma apenas había tenido tiempo para descansar esa semana. Entre correos urgentes, presentaciones y solicitudes de última hora de Alexander, los días se le pasaban volando. Sin embargo, había algo distinto en sus interacciones con él desde aquella conversación en la sala de juntas. Aunque seguía siendo exigente y meticuloso, había un matiz más humano en su trato.
El viernes por la tarde, justo cuando Emma pensaba que finalmente podría terminar el día a tiempo, recibió un correo directo de Alexander.
De: Alexander Blake
Asunto: Cena de trabajo
"Reúnete conmigo en el restaurante Le Rivage a las 7:30 p.m. para discutir el nuevo contrato con Westbrook Industries. Lleva los documentos actualizados."
Emma frunció el ceño. Aunque sabía que las solicitudes de Alexander solían ser espontáneas, no esperaba que su viernes por la noche incluyera una cena de trabajo. Suspirando, respondió con un escueto "Entendido" y comenzó a organizar los documentos necesarios.
A las 7:15 p.m., Emma llegó a Le Rivage, un elegante restaurante francés situado en una esquina tranquila de Midtown. El lugar exudaba lujo: candelabros de cristal, manteles blancos impecables y un suave sonido de piano que llenaba el ambiente. Emma ajustó su abrigo, sintiéndose un poco fuera de lugar con su atuendo de oficina entre los comensales elegantemente vestidos.
El maître la guió hasta una mesa en la esquina del salón, donde Alexander ya la esperaba. Llevaba un traje negro perfectamente entallado y parecía tan cómodo en ese entorno sofisticado como si estuviera en su propia oficina.
—Señorita Parker —dijo al verla llegar, levantándose ligeramente de su asiento como un gesto cortés.
—Señor Blake. —Emma tomó asiento, colocando los documentos sobre la mesa mientras trataba de ignorar la sensación de intimidación que siempre la acompañaba en su presencia.
Un camarero apareció de inmediato para tomarles el pedido. Alexander ordenó un vino tinto para acompañar la cena, y aunque Emma dudó por un momento, terminó aceptando una copa.
—¿Ha tenido la oportunidad de revisar las cláusulas del contrato? —preguntó Alexander, yendo directo al grano.
Emma asintió, abriendo la carpeta frente a ella.
—Sí, señor. He señalado algunos puntos que creo que podrían ajustarse para beneficiar a la empresa.
Comenzaron a discutir los detalles del contrato, revisando cifras y estrategias mientras el camarero traía los platos. Aunque la conversación era estrictamente profesional, Emma no podía evitar notar cómo los demás comensales los observaban. Probablemente parecían una pareja, con la mesa iluminada por una tenue luz de las velas y el ambiente íntimo del restaurante.
Sin embargo, lo que realmente la desconcertaba era la forma en que Alexander se comportaba. Aunque seguía siendo formal, había algo en su tono y en sus gestos que se sentía menos rígido, casi… relajado.
—¿Qué opina de esta cláusula? —preguntó Emma, señalando un párrafo en el contrato.
Alexander se inclinó hacia ella, acercándose lo suficiente como para que Emma pudiera percibir el aroma de su colonia, una mezcla de madera y especias. Su proximidad la hizo tensarse ligeramente, pero trató de mantener la compostura.
—Creo que tiene razón. Podemos ajustar esa parte para obtener mejores términos. —Alexander levantó la mirada y añadió—: Tiene buen ojo para los detalles, Parker.
Emma sintió un ligero rubor en las mejillas.
—Gracias, señor Blake.
Alexander dejó el contrato a un lado por un momento, tomando un sorbo de su copa de vino.
—Debe ser difícil trabajar tantas horas. ¿No tiene planes para los fines de semana?
La pregunta la tomó por sorpresa. No esperaba que Alexander mostrara interés en su vida personal.
—No muchos, la verdad. Nueva York es emocionante, pero puede ser solitaria a veces.
Alexander asintió lentamente, como si entendiera exactamente a qué se refería.
—Lo es. Es curioso cómo una ciudad tan grande puede hacerte sentir… aislado.
Emma lo miró, intentando leer algo más en su expresión. Por un instante, creyó ver una sombra de melancolía en sus ojos, pero desapareció tan rápido como había llegado.
—Supongo que por eso nos enfocamos tanto en el trabajo —dijo Emma, intentando suavizar el momento.
Alexander dejó escapar una ligera sonrisa, una que no alcanzó del todo sus ojos.
—El trabajo es más sencillo que las personas.
Sus palabras resonaron en Emma de una manera que no esperaba. ¿Era esa la filosofía de Alexander? ¿El motivo detrás de su perfeccionismo y su distancia emocional? Antes de que pudiera responder, Alexander volvió a enfocarse en el contrato, como si quisiera dejar atrás la conversación personal.
La cena terminó alrededor de las 9:30 p.m. Cuando salieron del restaurante, la noche estaba fría, pero las luces de la ciudad brillaban con una intensidad hipnótica.
—Gracias por su tiempo esta noche, Parker —dijo Alexander mientras esperaban a que su coche llegara.
—Gracias a usted, señor Blake. Fue… una experiencia interesante.
Alexander la miró, su expresión suavizándose ligeramente.
—Espero no haber arruinado su viernes por la noche.
Emma dejó escapar una risa ligera.
—Creo que ya estoy acostumbrada a los imprevistos.
Alexander asintió y, por un momento, parecía querer decir algo más. Pero en lugar de eso, simplemente inclinó la cabeza en un gesto de despedida.
—Buenas noches, Parker.
Cuando el coche de Alexander se alejó, Emma permaneció en la acera por unos segundos, observando cómo las luces traseras desaparecían en la distancia. Había algo en esa noche que la había dejado inquieta, como si algo invisible hubiera cambiado entre ellos.