Amor y poder bajo las luces de New York

Capitulo 10

Desde la aparición de Nathan en la oficina, algo había cambiado entre Emma y Alexander. Aunque él mantenía su habitual profesionalismo, sus interacciones con ella se sentían diferentes. Era más reservado, casi distante, pero al mismo tiempo parecía estar más atento a todo lo que la rodeaba. Emma lo notó en los detalles: cómo su mirada lingeraba un poco más de lo habitual cuando hablaban, o cómo estaba pendiente de cualquier momento en el que Nathan apareciera en la oficina.

Por su parte, Emma intentaba no dejar que la situación con Nathan la afectara. Pero, inevitablemente, el encuentro con su ex había removido recuerdos que preferiría mantener enterrados. Sabía que Nathan era manipulador, alguien que siempre encontraba la forma de obtener lo que quería, y no podía evitar sentirse vulnerable al saber que él aún tenía una forma de infiltrarse en su vida.

Y Alexander lo notaba.

El viernes por la tarde, mientras Emma trabajaba en los últimos ajustes de una presentación, Alexander salió de su oficina y se detuvo junto a su escritorio.

—Parker, ¿puede revisar los puntos clave del informe de Westbrook? Quiero asegurarme de que todo esté listo para la reunión del lunes.

—Por supuesto, señor Blake. Le entregaré un borrador antes del final del día.

Alexander asintió, pero no se movió. Emma sintió su presencia a su lado, y cuando levantó la mirada, encontró sus ojos grises fijos en ella.

—¿Nathan Carter sigue contactándola? —preguntó de repente, su tono más personal de lo que Emma esperaba.

Emma se quedó momentáneamente sin palabras. No era una pregunta que hubiera anticipado, y mucho menos en ese momento.

—No… bueno, no directamente. Pero estuvo aquí otra vez ayer, entregando un documento.

Alexander frunció ligeramente el ceño, como si esa información confirmara algo que había estado sospechando.

—¿Está segura de que no es un problema?

Emma suspiró, intentando controlar sus emociones.

—Es solo incómodo, señor Blake. Lo conocí hace mucho tiempo, y no terminé en buenos términos con él. Pero puedo manejarlo.

Alexander permaneció en silencio por un momento, su mirada intensa clavada en ella. Finalmente, habló, pero su tono era más frío de lo habitual.

—Espero que así sea. Porque si permite que eso la distraiga de su trabajo, tendremos un problema.

Las palabras golpearon a Emma como un balde de agua fría. Era un comentario completamente injusto, y lo sabía. Hasta ahora, no había permitido que nada, ni siquiera la incomodidad con Nathan, afectara su desempeño.

Emma apretó los labios, tratando de mantener la calma.

—Entendido, señor Blake.

Alexander asintió y se giró para regresar a su oficina, pero Emma no pudo evitar sentir que había algo más detrás de su comentario. Algo que no tenía nada que ver con el trabajo.

Esa noche, Emma decidió quedarse hasta tarde para terminar el borrador del informe. La oficina estaba casi vacía, salvo por el eco de sus propios pasos y el tenue zumbido de las luces fluorescentes. Estaba revisando cifras cuando escuchó pasos firmes acercándose a su escritorio.

Levantó la vista y vio a Alexander, con la chaqueta del traje colgando de un brazo y una expresión seria en el rostro.

—¿Todavía aquí? —preguntó, su tono menos frío que antes.

—Quería terminar el borrador antes de irme —respondió Emma, enderezándose en su silla.

Alexander asintió, dejando su chaqueta sobre el respaldo de una silla cercana.

—Es tarde, Parker. No debería quedarse sola en la oficina a estas horas.

Emma dejó escapar una ligera risa.

—No creo que corra peligro aquí, señor Blake. Además, quería asegurarme de que el informe estuviera perfecto.

Alexander cruzó los brazos, observándola con una mirada calculadora.

—A veces me pregunto si es demasiado exigente consigo misma.

Emma parpadeó, sorprendida por su comentario.

—Solo intento hacer mi trabajo lo mejor que puedo.

—Y lo hace bien —dijo Alexander, su tono más suave de lo habitual. Pero luego añadió algo que la descolocó—. Es por eso que no quiero que deje que cosas personales interfieran.

Emma sintió que la frustración comenzaba a burbujear dentro de ella. Había sido paciente con Alexander, con sus comentarios aparentemente neutrales pero cargados de significado, pero esto era demasiado. Se levantó de su silla, enfrentándolo directamente.

—Con todo respeto, señor Blake, no he permitido que nada interfiera con mi trabajo. Si piensa lo contrario, me gustaría saberlo.

Alexander parecía momentáneamente sorprendido por su respuesta, pero rápidamente recuperó su compostura.

—No estoy diciendo que lo haya hecho. Solo que… quiero asegurarme de que no pase.

—¿Y por qué le preocupa tanto? —preguntó Emma, sin pensar en las consecuencias de sus palabras.

Por un instante, Alexander no respondió. Su mandíbula se tensó, y su mirada se oscureció, como si estuviera debatiéndose entre decir algo o callarlo. Finalmente, dio un paso hacia ella, acortando la distancia entre ambos.

—Porque sé cómo actúan personas como Nathan Carter. Y no quiero verlo perjudicándola… ni a usted ni a esta empresa.

Emma lo miró fijamente, sus palabras resonando en su mente. Había algo en su tono, en la manera en que la miraba, que le decía que no era solo preocupación profesional lo que lo impulsaba.

—Puedo manejarlo, señor Blake. No necesito que me proteja.

Alexander sostuvo su mirada por un largo momento antes de apartarla, dando un paso atrás.

—Tal vez tenga razón. Pero no quiero que baje la guardia.

Sin decir nada más, recogió su chaqueta y se dirigió hacia la puerta. Emma se quedó allí, observando cómo salía de la oficina, sintiéndose atrapada entre la frustración y una extraña sensación de calidez.

Alexander Blake estaba preocupado por ella, pero había algo más. Algo que él no estaba dispuesto a admitir, y que Emma no sabía si estaba preparada para enfrentar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.