Después de descubrir que Vanessa había sido la traidora dentro de Blake & Partners, las piezas comenzaron a encajar. Nathan Carter había usado su conexión con Vanessa para obtener información confidencial, filtrarla estratégicamente y tratar de hundir la reputación de Alexander y su empresa. Sin embargo, Alexander no estaba dispuesto a permitir que Nathan ganara.
Con Vanessa fuera del juego, quedaba un último paso: enfrentarse directamente a Nathan y asegurarse de que no tuviera más oportunidades de dañar la empresa.
La mañana siguiente, Alexander convocó a Emma y a Daniel Hughes, el jefe de seguridad digital, a su oficina. Sobre su escritorio había un dossier completo con toda la evidencia que habían recopilado sobre Nathan: transferencias bancarias, correos, y registros de las filtraciones realizadas a través de Vanessa.
—Esto es suficiente para destruirlo —dijo Daniel, revisando los documentos.
—No es suficiente con destruirlo —respondió Alexander con voz firme—. Necesitamos que admita lo que hizo, delante de las personas correctas.
Emma, que había estado escuchando en silencio, frunció el ceño.
—¿Cómo planea hacer eso?
Alexander se giró hacia ella, su mirada intensa.
—Nathan es ambicioso y egocéntrico. Cree que tiene el control, pero podemos usar eso en su contra. Lo convocaré a una reunión “privada” para discutir un supuesto acuerdo. Lo enfrentaremos con la evidencia, y con un poco de presión, hará exactamente lo que queremos.
—¿Y si se niega? —preguntó Emma, sintiendo un nudo de nervios en el estómago.
Alexander dejó escapar una leve sonrisa, pero no había humor en ella.
—Nathan no es el tipo de hombre que sabe cuándo retirarse. Hará un movimiento, y nosotros estaremos listos para atraparlo.
Dos días después, Nathan fue convocado a las oficinas de Blake & Partners bajo el pretexto de discutir una propuesta de colaboración para un nuevo proyecto. La reunión se programó para después del horario laboral, asegurándose de que la mayoría del personal no estuviera presente.
Emma observaba desde la sala de conferencias mientras Nathan llegaba, luciendo confiado como siempre. Llevaba un traje perfectamente entallado y esa sonrisa arrogante que tanto la irritaba. Alexander lo recibió con un apretón de manos frío y lo condujo a la sala.
—Gracias por venir, Nathan —dijo Alexander mientras tomaba asiento frente a él.
Nathan se recostó en su silla, fingiendo una relajada curiosidad.
—Por supuesto. Siempre estoy dispuesto a escuchar una buena propuesta.
Alexander le dirigió una mirada calculadora antes de continuar.
—Antes de entrar en detalles, creo que deberíamos aclarar algunos asuntos pendientes.
Nathan levantó una ceja, pero no perdió su sonrisa.
—¿Asuntos pendientes? No estoy seguro de a qué se refiere.
Alexander deslizó el dossier hacia él.
—A esto. Correo electrónicos, transferencias bancarias, y registros que vinculan tu nombre a las filtraciones en mi empresa.
La sonrisa de Nathan se desvaneció ligeramente al abrir el dossier y ver el contenido.
—No sé de qué estás hablando, Alexander. Esto parece un malentendido.
—No hay malentendidos aquí, Nathan —interrumpió Emma, que había entrado silenciosamente en la sala—. Sabemos que usaste a Vanessa Greene para obtener información confidencial y que filtraste datos con el propósito de sabotearnos.
Nathan se giró hacia Emma, su expresión cambiando a una mezcla de molestia y burla.
—Emma, siempre tan leal. Supongo que Alexander te ha lavado el cerebro con sus discursos de perfección.
Emma dio un paso adelante, ignorando el intento de provocación.
—Esto no se trata de lealtad. Se trata de que cometiste un crimen, y tenemos todo para probarlo.
Nathan soltó una risa breve, aunque era evidente que estaba perdiendo la compostura.
—¿Y qué van a hacer? ¿Llamar a la policía? ¿Arruinar mi reputación? Adelante, inténtelo. Veremos quién tiene más que perder.
Alexander, que había estado observándolo en silencio, se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa.
—No necesitamos llamar a la policía, Nathan. Lo único que necesitamos es enviar esto —señaló el dossier— a las personas correctas. Los socios de tu firma, tus inversores, incluso los medios de comunicación. ¿Crees que alguien querrá asociarse contigo después de esto?
Nathan apretó los labios, claramente evaluando sus opciones. Finalmente, su máscara de confianza se derrumbó.
—Está bien, ¿qué quieren?
Alexander lo miró con frialdad.
—Primero, quiero que envíes un comunicado admitiendo que todas las acusaciones contra Blake & Partners son falsas y que las filtraciones provinieron de ti. Segundo, quiero que desaparezcas. No quiero verte cerca de mi empresa, de mis clientes, ni de mis empleados.
Nathan dejó escapar un suspiro, sabiendo que no tenía otra opción.
—De acuerdo. Pero quiero algo a cambio.
—No estás en posición de negociar —dijo Alexander con dureza—. Haz lo que te digo, o asegúrate de que tu carrera termine aquí.
Dos días después, Nathan cumplió con su parte. Emitió un comunicado admitiendo su responsabilidad en las filtraciones y retirando todas las acusaciones contra Blake & Partners. Aunque intentó minimizar su culpabilidad, la evidencia era demasiado contundente como para que alguien lo creyera.
La reputación de Alexander y su empresa se recuperó rápidamente, y las negociaciones con Armitage Financial volvieron a avanzar. Sin embargo, para Emma, el verdadero alivio no llegó hasta que Nathan abandonó la ciudad, dejando claro que no volvería a interferir en sus vidas.
Esa noche, después de que todo finalmente se resolvió, Alexander invitó a Emma a su oficina. Cuando ella llegó, él estaba de pie junto a la ventana, mirando las luces de la ciudad.
—Lo hiciste bien, Parker —dijo sin girarse.
—Fue un esfuerzo de equipo —respondió ella, acercándose a él.