Amor y poder bajo las luces de New York

Capitulo 17

Tras la confrontación con Nathan y la recuperación de la reputación de Blake & Partners, las cosas en la oficina parecían volver lentamente a la normalidad. Sin embargo, para Emma y Alexander, la "normalidad" era cualquier cosa menos sencilla. La conexión entre ellos, esa atracción latente que ambos habían intentado ignorar, ahora parecía más fuerte que nunca.

Ambos sabían que cruzar la línea entre lo profesional y lo personal pondría en riesgo mucho más que sus carreras. Y sin embargo, a pesar de su mejor juicio, los momentos entre ellos comenzaron a volverse cada vez más íntimos, aunque con una discreción absoluta.

Un viernes por la noche, Emma se encontraba revisando los últimos detalles de una presentación importante en la sala de juntas. Alexander apareció inesperadamente, sosteniendo una taza de café en la mano.

—Debería irse a casa, Parker. Es tarde.

Emma levantó la vista y sonrió ligeramente.

—Lo mismo podría decirle, señor Blake.

Alexander se acercó a la mesa y dejó el café frente a ella.

—Lo hago por costumbre. Usted parece hacerlo porque no sabe cuándo descansar.

Emma rió suavemente.

—Me gusta asegurarme de que todo esté perfecto.

Alexander la miró con una mezcla de admiración y algo más profundo que Emma no podía descifrar del todo. Se sentó frente a ella, cruzando las manos sobre la mesa.

—¿Alguna vez se detiene a pensar en lo que quiere, Parker? Más allá del trabajo.

La pregunta la tomó por sorpresa. Emma frunció el ceño ligeramente.

—Supongo que no muy a menudo. Nueva York es… demandante.

Alexander asintió, como si entendiera exactamente a qué se refería.

—Lo es. Pero a veces, hay cosas que valen la pena, incluso si son complicadas.

Emma sintió cómo el aire se volvía más denso, cómo la distancia entre ellos, aunque física, parecía desaparecer. Antes de que pudiera responder, Alexander inclinó ligeramente la cabeza.

—Parker…

—Señor Blake… —respondió ella en un susurro, pero ninguno de los dos terminó la frase.

El sonido de pasos en el pasillo los hizo apartarse bruscamente. Un asistente de otro departamento apareció en la puerta, disculpándose por interrumpir. Alexander se enderezó de inmediato, retomando su fachada profesional, pero Emma sintió cómo su corazón seguía latiendo con fuerza.

A la semana siguiente, Emma fue convocada al despacho de Alexander para revisar algunos contratos. Cuando llegó, él cerró la puerta detrás de ella, algo que normalmente no hacía.

—Necesitamos hablar —dijo Alexander, su tono más serio de lo habitual.

Emma frunció el ceño, sintiendo un nudo formarse en su estómago.

—¿Sobre qué?

Alexander la miró fijamente, apoyando las manos sobre su escritorio.

—Sobre esto. Sobre nosotros.

Emma sintió cómo sus mejillas se calentaban.

—¿Qué quiere decir?

—Sabes exactamente a qué me refiero —dijo él, su voz más baja—. Hay algo entre nosotros, y aunque hemos intentado ignorarlo, no podemos seguir fingiendo que no está ahí.

Emma cruzó los brazos, más para protegerse de lo que estaba sintiendo que por otra cosa.

—¿Y qué sugiere que hagamos?

Alexander dejó escapar un suspiro.

—No podemos permitir que esto afecte nuestro trabajo. Pero… tampoco puedo pretender que no me importa lo que pase contigo.

Emma lo miró, sintiendo cómo sus barreras comenzaban a desmoronarse. Finalmente, susurró:

—Esto es un riesgo, Alexander. Si alguien se entera…

—Nadie se enterará —respondió él rápidamente, su tono firme—. No si tenemos cuidado.

Emma sabía que lo que proponía era peligroso, pero una parte de ella no podía ignorar lo que sentía. Finalmente, asintió lentamente.

—De acuerdo. Pero esto no puede interferir en el trabajo.

Alexander asintió, su mirada más suave.

—Lo prometo.

Durante las semanas siguientes, Emma y Alexander comenzaron a pasar más tiempo juntos, pero siempre con extremo cuidado. Sus interacciones en la oficina seguían siendo profesionales, aunque los momentos en los que sus miradas se cruzaban eran más frecuentes y cargados de un significado que nadie más podía entender.

Por las noches, después de que todos los demás se habían ido, encontraban excusas para quedarse en la oficina, compartiendo conversaciones más personales y momentos que fortalecían su conexión.

Una noche, mientras revisaban un informe en el despacho de Alexander, él se acercó un poco más de lo habitual, inclinándose hacia ella.

—Eres increíblemente buena en lo que haces, Parker —murmuró, su voz apenas un susurro.

Emma levantó la vista, sintiendo cómo su respiración se aceleraba.

—Gracias… Alexander.

Él sonrió ligeramente al escuchar su nombre, y durante un breve instante, parecía que el mundo se detenía. Sin embargo, ambos sabían que no podían permitirse ser descubiertos.

—Deberías irte a casa. Es tarde —dijo Alexander, alejándose ligeramente.

Emma asintió, recogiendo sus cosas mientras intentaba calmar sus emociones. Pero cuando salió de la oficina, sabía que estaban caminando por una línea peligrosa.

A pesar de su discreción, no pasó mucho tiempo antes de que algunas personas en la oficina comenzaran a notar la cercanía entre Emma y Alexander. Vanessa ya no estaba, pero algunos empleados del departamento de recursos humanos comenzaron a murmurar cuando los veían salir de reuniones juntos o cuando notaban que Alexander parecía más atento a Emma que a cualquier otra persona.

Un día, Clara, su amiga del departamento legal, la detuvo en la cafetería.

—Emma, ¿puedo preguntarte algo?

Emma se tensó, tratando de mantener una expresión neutra.

—Claro. ¿Qué pasa?

Clara bajó la voz, mirando alrededor para asegurarse de que nadie las escuchara.

—¿Qué pasa entre tú y Alexander?

El corazón de Emma se detuvo por un instante.

—¿Qué quieres decir?

—Vamos, Emma. Trabajo aquí suficiente tiempo como para notar cuando algo es… diferente. No estoy diciendo que esté mal, pero si hay algo, deberías ser cuidadosa. Este lugar puede ser cruel.




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