Las semanas pasaron, y aunque Emma y Alexander se esforzaban por mantener su relación en secreto, la presión de ocultar lo que sentían empezaba a mostrar grietas. Ninguno de los dos era imprudente, pero la química entre ellos era difícil de ignorar. Incluso el personal más distante notaba pequeños detalles: las miradas que compartían, los encuentros prolongados en reuniones, y cómo Alexander, normalmente frío y distante, parecía mostrar una suavidad especial cuando trataba con Emma.
Sin embargo, el verdadero peligro no vino de un error entre ellos, sino de un observador inesperado: Vanessa Greene, quien no había desaparecido del todo.
Aunque había sido despedida de Blake & Partners, Vanessa aún tenía contactos dentro de la empresa. Su resentimiento hacia Alexander y Emma no había disminuido, y cuando escuchó rumores sobre la supuesta cercanía entre ambos, decidió investigar. Usó a uno de sus antiguos compañeros en relaciones públicas para confirmar que Emma y Alexander pasaban demasiado tiempo a solas después de horas laborales. Eso era todo lo que necesitaba para empezar a mover sus piezas.
Una tarde, mientras Emma trabajaba en su escritorio, recibió un correo electrónico de una dirección desconocida. El asunto decía: "¿Cuánto estás dispuesta a perder?".
Emma sintió un escalofrío mientras abría el mensaje. El contenido era breve pero directo:
"Sé lo que está pasando entre tú y Alexander. Tengo pruebas. Si no quieres que el resto de la oficina lo sepa, será mejor que hablemos. Vanessa."
Emma sintió cómo el aire se volvía pesado a su alrededor. Cerró el correo rápidamente, pero el contenido seguía rondando en su mente. ¿Qué pruebas tenía Vanessa? ¿Cómo lo había descubierto? Su primera reacción fue ir directamente a Alexander, pero sabía que no podían actuar precipitadamente.
En lugar de eso, respiró hondo y respondió al correo con cautela:
"No sé de qué estás hablando. Si tienes algo que decir, hazlo directamente."
No pasó mucho tiempo antes de que su teléfono sonara. Al contestar, escuchó la voz familiar de Vanessa.
—Oh, Emma, querida. No juegues conmigo. Sabes exactamente de qué estoy hablando.
—¿Qué quieres, Vanessa? —preguntó Emma, tratando de mantener la calma.
Vanessa dejó escapar una risa fría.
—Quiero justicia. Y quiero que Alexander pague por lo que me hizo. Pero podemos llegar a un acuerdo.
—¿Qué tipo de acuerdo?
—Es simple. Si no quiero exponer la relación entre ustedes, será mejor que me consigan una compensación adecuada. Digamos… cincuenta mil dólares.
Emma sintió cómo la indignación comenzaba a hervir en su interior.
—¿Estás extorsionándonos?
—Llámalo como quieras, querida. Pero no olvides que si esto sale a la luz, no serás solo tú quien lo pierda todo. Alexander tiene mucho más que perder.
Antes de que Emma pudiera responder, Vanessa colgó, dejándola con el sonido del silencio y un torbellino de emociones.
Esa noche, Emma decidió quedarse en la oficina hasta tarde para hablar con Alexander. Cuando finalmente entró en su despacho, él estaba sentado detrás de su escritorio, revisando un informe, pero al verla, dejó todo a un lado.
—¿Qué pasa, Parker? Pareces preocupada.
Emma cerró la puerta detrás de ella y se acercó lentamente a su escritorio.
—Vanessa me envió un correo. Y luego me llamó.
Alexander frunció el ceño de inmediato, enderezándose en su silla.
—¿Qué dijo?
Emma le entregó una copia impresa del correo, y mientras él lo leía, pudo ver cómo su mandíbula se tensaba. Cuando terminó, dejó el papel sobre su escritorio con más fuerza de la necesaria.
—Esto es un chantaje —dijo con frialdad.
—Lo sé, y quiere dinero. Dice que si no le damos cincuenta mil dólares, va a exponer nuestra relación.
Alexander dejó escapar un suspiro profundo, pasando una mano por su cabello.
—Esto es lo que hace, Parker. Intenta manipular a las personas para obtener lo que quiere. Pero no podemos ceder.
—¿Y qué hacemos? —preguntó Emma, sintiendo cómo la ansiedad crecía en su pecho.
Alexander la miró, su expresión determinada.
—Primero, debemos neutralizarla. Recopilar pruebas de su chantaje y asegurarnos de que no tenga forma de dañar nuestra reputación. Y segundo… necesitamos ser completamente honestos con nosotros mismos sobre lo que esto significa.
Emma frunció el ceño, confundida.
—¿Qué quiere decir?
Alexander se levantó y se acercó a ella, mirándola fijamente.
—Significa que si esto se hace público, debemos estar preparados para enfrentarlo juntos. No puedo arriesgarme a perderte, Parker, pero tampoco puedo permitir que alguien como Vanessa controle nuestras vidas.
Las palabras de Alexander hicieron que Emma sintiera un nudo en la garganta. Había temido este momento desde el principio, pero ahora que estaba aquí, sabía que tenía razón.
—Entonces, ¿cómo manejamos esto? —preguntó finalmente.
Alexander sonrió ligeramente, aunque su mirada seguía siendo seria.
—Luchamos, como siempre lo hacemos. Pero lo hacemos juntos.
Con la ayuda de Daniel Hughes, Alexander y Emma comenzaron a recopilar pruebas del chantaje de Vanessa. Daniel rastreó los correos electrónicos y llamadas, y descubrió que Vanessa había estado usando un antiguo contacto dentro de la empresa para obtener información adicional. Este contacto, un empleado de nivel medio en el departamento de relaciones públicas, había ayudado a Vanessa a acceder a horarios y registros de movimientos de Alexander y Emma, información que usaba para respaldar sus amenazas.
—Esto confirma que Vanessa no está actuando sola —dijo Daniel mientras mostraba los registros a Alexander y Emma en la sala de reuniones—. También tengo una copia del mensaje que envió pidiendo dinero. Eso es suficiente para denunciarla por extorsión.
Alexander cruzó los brazos, observando los documentos con una expresión tensa.