Después de la caída de Merrick Global y la restauración de la estabilidad en Blake & Partners, las cosas parecían finalmente encaminarse hacia una relativa calma. Emma y Alexander continuaron manejando su relación con discreción, y el equipo en la oficina había vuelto a enfocarse en los proyectos más importantes. Sin embargo, Emma comenzó a notar algo diferente en Alexander. Aunque seguía siendo el líder decidido y calculador de siempre, había momentos en los que parecía distraído, casi ausente.
Era evidente que algo lo estaba preocupando, pero Alexander no decía nada. Emma intentó no presionarlo, pero cuanto más tiempo pasaba, más sentía que él estaba lidiando con algo más grande de lo que estaba dispuesto a admitir.
Todo salió a la luz una tarde de viernes, cuando Emma recibió una llamada en su escritorio.
—Señorita Parker, hay una mujer en recepción preguntando por el señor Blake. No está en la lista de citas, pero dice que es un asunto personal.
Emma frunció el ceño, algo intrigada.
—¿Cómo se llama?
—Dice que se llama Margaret Blake.
El corazón de Emma dio un vuelco. Aunque Alexander rara vez hablaba de su familia, recordaba que una vez había mencionado a su madre. Era un tema que siempre parecía evitar, y ahora entendía por qué.
—Déjala pasar. Yo me encargaré de recibirla —respondió Emma antes de colgar.
Cuando llegó a la recepción, vio a una mujer elegante de unos sesenta años, con un abrigo caro y una postura impecable. Tenía los mismos ojos grises que Alexander, pero su expresión era fría y distante.
—¿Señora Blake? Soy Emma Parker, asistente ejecutiva de Alexander.
Margaret la miró de arriba abajo, como si estuviera evaluándola.
—Así que tú eres la famosa Parker. Alexander ha hablado de ti.
Emma sintió un escalofrío ante la intensidad de su mirada.
—¿Puedo ayudarla en algo?
Margaret esbozó una sonrisa que no alcanzó sus ojos.
—Sí, quiero ver a mi hijo. Es hora de que hablemos.
Cuando Emma escoltó a Margaret a la oficina de Alexander, él estaba revisando unos documentos. Al ver a su madre, su expresión se endureció de inmediato.
—Madre —dijo con un tono neutral, dejando los papeles sobre su escritorio—. Esto es una sorpresa.
Margaret cerró la puerta detrás de ella antes de responder.
—No debería serlo. Sabías que eventualmente vendría a buscarte.
Emma se quedó en silencio, sintiendo que estaba presenciando algo que no debía. Antes de que pudiera retirarse, Alexander habló.
—Emma, quédate.
Margaret arqueó una ceja, claramente descontenta con su presencia.
—¿Estás seguro de eso, Alexander? Esto es un asunto familiar.
—Emma es parte de mi vida, madre. Si tienes algo que decir, puedes decirlo delante de ella.
Margaret soltó un suspiro dramático y tomó asiento frente a él.
—Muy bien. Vine porque he escuchado cosas preocupantes. Parece que tu nombre ha estado demasiado en boca de la gente últimamente. Chantajes, rumores, conflictos públicos. Esto no es digno de un Blake.
Alexander apretó los puños sobre el escritorio, pero su tono permaneció controlado.
—¿Eso es todo? ¿Viniste a recordarme los estándares de la familia?
Margaret lo miró fijamente, su expresión endureciéndose.
—No. Vine a recordarte que todo lo que tienes proviene de nuestra familia. Y si sigues tomando decisiones imprudentes, podrías perderlo todo.
Emma observaba en silencio, sintiendo cómo el ambiente se cargaba de tensión. Finalmente, Alexander se levantó de su silla, mirándola directamente a los ojos.
—Madre, todo lo que tengo lo construí yo mismo. No necesito que me recuerdes de dónde vengo. Y, francamente, no necesito tu aprobación.
Margaret se levantó lentamente, su rostro rígido.
—Siempre has sido terco, Alexander. Pero ten cuidado. Las decisiones personales tienen consecuencias, especialmente cuando afectan tu legado.
Con eso, se giró hacia Emma, su mirada gélida.
—Cuídalo bien, señorita Parker. Parece que necesita toda la ayuda que pueda conseguir.
Y con esas palabras, salió de la oficina, dejando a Emma y Alexander en un silencio pesado.
Emma miró a Alexander, que permanecía de pie junto a su escritorio, claramente tratando de procesar lo ocurrido. Finalmente, ella habló.
—¿Estás bien?
Alexander dejó escapar un suspiro, pasándose una mano por el cabello.
—Mi madre tiene un talento especial para aparecer en los peores momentos.
Emma dio un paso más cerca, con cuidado de no invadir su espacio.
—Nunca hablas de tu familia.
Alexander la miró, sus ojos grises llenos de algo que Emma no había visto antes: vulnerabilidad.
—Porque no hay mucho que decir. Mi familia siempre ha valorado más la apariencia que las relaciones. Para ellos, todo se trata de legado y control.
Emma sintió una punzada en el pecho al escucharlo.
—¿Eso incluye tu relación conmigo?
Alexander la miró fijamente, sus facciones suavizándose.
—Ella puede decir lo que quiera, pero no dejaré que nadie interfiera entre nosotros. Ni siquiera mi madre.
Emma quiso creerle, pero no podía ignorar la sensación de que Margaret Blake no era el tipo de mujer que se daba por vencida fácilmente.
Más tarde esa noche, mientras Emma se preparaba para salir de la oficina, recibió un sobre sin remitente en su escritorio. Al abrirlo, encontró una carta escrita a mano en una caligrafía elegante pero fría.
*"Señorita Parker,
Espero que entienda que mi interés es proteger a Alexander. Su cercanía con él es problemática y podría tener consecuencias. Por el bien de todos, le sugiero que reconsidere su lugar en su vida.
Sinceramente,
Margaret Blake."*
Emma sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Margaret no iba a detenerse, y ahora estaba claro que veía su relación con Alexander como una amenaza para el legado familiar.
Sabía que tendría que decidir si enfrentaba a Margaret o mantenía la carta en secreto, pero una cosa era segura: el pasado de Alexander había regresado, y esta vez, estaba dispuesto a destruir todo lo que habían construido juntos.