La caída de Redmond Consulting marcó una importante victoria para Alexander y Emma. Sin embargo, como cualquier éxito en el mundo de los negocios de alto nivel, atrajo nuevos enemigos. Mientras Blake & Partners recuperaba clientes y fortalecía su reputación, una amenaza más grande y más insidiosa comenzó a gestarse, una que provenía de un lugar que ninguno de los dos había anticipado: alguien dentro de la propia empresa estaba conspirando en su contra.
Un mes después del escándalo con Redmond, Emma recibió un informe anónimo en su correo electrónico corporativo. El remitente no estaba identificado, pero el asunto decía: "Cuidado: alguien en Blake & Partners está trabajando para derribarlos".
El contenido del correo era breve pero alarmante:
"Tu empresa está siendo saboteada desde dentro. Los contratos recientes han sido manipulados para desviar fondos a una cuenta externa. Los próximos movimientos serán más evidentes, pero ya es tarde si no actúas ahora."
Emma leyó el mensaje dos veces, tratando de procesar lo que significaba. Si esto era cierto, no solo estaban enfrentando sabotaje interno, sino que alguien estaba robando directamente de la empresa.
Sin perder tiempo, llevó el mensaje directamente a Alexander, quien lo leyó en silencio, su expresión endureciéndose con cada palabra.
—Esto no es solo un rumor —dijo finalmente, dejando el papel sobre su escritorio—. Si alguien está desviando fondos, es una amenaza real para la estabilidad de la empresa.
Emma frunció el ceño.
—¿Quién crees que podría estar detrás de esto?
Alexander cruzó los brazos, su mente claramente trabajando a toda velocidad.
—No lo sé todavía, pero tenemos que actuar rápido. Si esto se filtra a los clientes o a los medios, podría destruir nuestra reputación.
Alexander convocó una reunión privada con Daniel Hughes y un pequeño grupo de confianza para investigar el informe. Daniel comenzó revisando las transacciones recientes y los contratos firmados durante los últimos meses, buscando cualquier anomalía que pudiera respaldar el correo anónimo.
—Esto no será fácil —dijo Daniel mientras mostraba una tabla con cientos de registros financieros en la pantalla de la sala de conferencias—. Si alguien está desviando fondos, lo está haciendo de manera muy cuidadosa.
Emma miró los datos y señaló un patrón sospechoso.
—¿Qué hay de estas transferencias pequeñas? Todas parecen estar relacionadas con contratos menores, pero los montos suman más de lo que parecen a primera vista.
Daniel asintió lentamente.
—Podría ser una estrategia para evitar ser detectados. Dividir las transacciones en partes pequeñas y moverlas a una cuenta externa.
Alexander se inclinó hacia adelante, su mirada fría y calculadora.
—Sigue ese rastro, Daniel. Encuentra a dónde está yendo ese dinero y quién lo autorizó.
Mientras Daniel y su equipo rastreaban las transferencias, Emma recibió otro mensaje anónimo. Esta vez, el remitente proporcionó más detalles:
"Busca en los contratos firmados por el socio principal más reciente. Ahí encontrarás lo que necesitas."
Emma inmediatamente pensó en David Stein, quien se había unido a la empresa hace apenas dos años pero había logrado ascender rápidamente gracias a su habilidad para cerrar grandes acuerdos. Aunque siempre había sido profesional, Emma recordó pequeños detalles que ahora parecían sospechosos: su constante insistencia en manejar contratos de alto perfil y su resistencia a compartir detalles sobre sus negociaciones.
Cuando compartió sus sospechas con Alexander, él apretó los labios, claramente incómodo.
—David ha sido un activo valioso para la empresa, pero no podemos ignorar esto. Si hay algo que conecte a David con estos desvíos, lo encontraremos.
Tras días de análisis, Daniel finalmente encontró algo que confirmó sus sospechas. Varias transferencias estaban vinculadas a una cuenta registrada bajo el nombre de una empresa ficticia: Stein Ventures LLC. La cuenta estaba activa en las Islas Caimán y recibía pequeñas sumas de dinero provenientes de contratos firmados exclusivamente por David.
Cuando Alexander recibió la información, su reacción fue una mezcla de ira y determinación.
—Sabía que David era ambicioso, pero nunca pensé que llegaría tan lejos.
Emma lo miró, preocupada.
—¿Cómo planeas enfrentarlo?
Alexander se levantó de su silla, su expresión oscura.
—Cara a cara.
Alexander convocó a David a una reunión privada en su despacho. Emma y Daniel estaban presentes, listos para respaldar a Alexander con las pruebas que habían reunido.
David llegó puntual, con su habitual aire de confianza, pero al ver la expresión de Alexander, pareció darse cuenta de que algo andaba mal.
—¿De qué se trata esto, Alexander? —preguntó, tomando asiento frente a su escritorio.
Alexander no perdió tiempo. Deslizó una carpeta con todos los registros y transferencias frente a David, su mirada implacable.
—¿Quieres explicarme esto?
David miró los documentos, y aunque trató de mantener la compostura, Emma notó que su mano tembló ligeramente al pasar las páginas.
—Esto no significa nada —dijo finalmente, aunque su voz carecía de la seguridad habitual—. Es una coincidencia.
Emma se inclinó hacia adelante, su tono firme.
—No es una coincidencia, David. Las transferencias están vinculadas directamente a contratos que tú manejaste, y la cuenta está registrada bajo tu nombre.
David intentó una última defensa, pero Alexander lo interrumpió con una frialdad que llenó la sala.
—No tienes salida, David. Ya hemos notificado a nuestro equipo legal, y si intentas negarlo, presentaré cargos.
David finalmente se derrumbó, soltando un suspiro derrotado. Su postura de confianza se desmoronó, y su expresión mostró por primera vez una mezcla de arrepentimiento y desesperación.
—Está bien… lo admito —dijo en voz baja, mirando los documentos frente a él—. Fui yo.