Amor y poder bajo las luces de New York

capitulo 29

La llegada del mensaje anónimo puso a prueba no solo la capacidad de Alexander y Emma para manejar las amenazas a la empresa, sino también su relación. Mientras Alexander se sumergía en la investigación para descubrir quién estaba detrás de esta nueva amenaza, Emma comenzó a notar cómo las largas horas y la creciente paranoia estaban erosionando la conexión que habían trabajado tan duro por construir.

Una noche, Emma llegó al apartamento de Alexander con una bolsa de comida para llevar, con la esperanza de que pudieran pasar al menos un momento lejos de los problemas del trabajo. Sin embargo, al entrar, lo encontró en su despacho personal, rodeado de documentos y con la mirada fija en su computadora.

—Pensé que íbamos a cenar juntos esta noche —dijo Emma, tratando de sonar casual mientras colocaba la comida en la mesa.

Alexander apenas levantó la vista de su pantalla.

—Lo siento, Parker. Esto no puede esperar.

Emma se quedó en silencio por un momento, observándolo. Las ojeras debajo de sus ojos, el desorden en el escritorio, y la forma en que apenas había notado su presencia eran señales claras de cuánto lo estaba afectando la situación. Finalmente, decidió hablar.

—Alexander, llevas semanas así. No puedes seguir trabajando hasta el agotamiento. Necesitas parar.

Él soltó un suspiro y se reclinó en su silla, pasándose una mano por el cabello.

—No puedo, Emma. Si alguien está tratando de destruir lo que hemos construido, no puedo simplemente ignorarlo.

—Lo sé —dijo Emma, acercándose a él—. Pero no estás enfrentando esto solo. Estoy aquí para ayudarte. No tienes que cargar con todo tú mismo.

Alexander la miró, y por un momento, su expresión mostró una vulnerabilidad que rara vez dejaba ver.

—No quiero que te involucres más de lo necesario. Ya has pasado por demasiado.

Emma cruzó los brazos, tratando de contener su frustración.

—Alexander, esto también es mi problema. Estoy tan comprometida con esta empresa como tú. Pero cada vez que intento acercarme, parece que me empujas más lejos.

Él se levantó de la silla y caminó hacia la ventana, mirando las luces de la ciudad.

—No estoy tratando de empujarte, Emma. Solo… no quiero que termines herida.

—¿Y crees que mantenerme a distancia me protegerá? —preguntó Emma, su tono mezclando tristeza y enojo—. Lo único que estás logrando es hacerme sentir como si no confiaras en mí.

Alexander se giró hacia ella, con la mirada cansada.

—No es eso. Confío en ti más que en nadie. Pero esta situación es diferente. Si no controlamos esto, podría destruirlo todo.

Emma dio un paso hacia él, su voz más suave.

—No importa lo que enfrentemos, no tienes que hacerlo solo. Pero necesito que confíes en mí lo suficiente como para dejarme estar a tu lado.

Después de esa conversación, la tensión en el aire era palpable. Alexander no respondió de inmediato, y Emma decidió darle espacio. Se sentó en el sofá, abriendo la comida que había traído, mientras él volvía a su escritorio.

La cena transcurrió en un incómodo silencio. Emma esperaba que Alexander rompiera la barrera que parecía haber levantado entre ellos, pero él permaneció absorto en su trabajo.

Finalmente, Emma se puso de pie y recogió sus cosas.

—Voy a irme. Llámame cuando estés listo para hablar.

Alexander levantó la vista, claramente sintiendo el peso de sus palabras, pero no dijo nada. Emma salió del apartamento, sintiendo una mezcla de tristeza y frustración.

Al día siguiente, Emma llegó a la oficina temprano, decidida a no dejar que sus sentimientos personales afectaran su desempeño profesional. Sin embargo, mientras revisaba correos en su escritorio, recibió un mensaje de Clara, la media hermana de Alexander, quien había estado tratando de construir una relación con él desde que se confirmaron los resultados de ADN.

—Hola, Emma. ¿Podemos hablar? Es sobre Alexander. Estoy preocupada por él.

Emma aceptó reunirse con Clara en un café cercano durante su hora de almuerzo. Cuando llegaron, Clara parecía igual de preocupada que Emma se sentía.

—Gracias por venir, Emma —dijo Clara mientras se sentaban—. Sé que no nos conocemos mucho, pero creo que eres la única persona que puede ayudarlo ahora mismo.

Emma frunció el ceño, confundida.

—¿Qué pasa?

Clara suspiró, jugueteando con su taza de café.

—Desde que nos conocimos, Alexander ha estado muy distante conmigo. Entiendo que le tome tiempo aceptarme, pero creo que todo esto lo está afectando más de lo que deja ver. Anoche intenté llamarlo y estaba… diferente.

Emma asintió lentamente.

—Está lidiando con mucho ahora mismo. La empresa, la nueva amenaza… se está aislando de todos.

Clara inclinó la cabeza, observándola.

—Sé que no es mi lugar decir esto, pero creo que él necesita a alguien que lo saque de esa burbuja en la que se ha metido. Y creo que esa persona eres tú.

Emma sintió un nudo en la garganta, pero asintió.

—Lo intentaré.

Esa noche, Emma regresó al apartamento de Alexander. Esta vez, estaba decidida a hablar con él, aunque tuviera que enfrentarlo. Cuando entró, lo encontró en el mismo lugar que la noche anterior, pero al verla, Alexander se levantó y caminó hacia ella.

—Emma… lamento cómo manejé las cosas anoche —dijo, su tono genuino.

Emma cruzó los brazos, pero lo miró directamente.

—No se trata solo de anoche, Alexander. Se trata de cómo estás dejando que esta situación te consuma. No puedes proteger a todos y al mismo tiempo encerrarte en ti mismo.

Alexander se acercó más, su expresión mostrando un cansancio profundo.

—Tienes razón. No he sabido manejar esto. Pero no quiero perderte, Emma. Lo último que quiero es que te sientas apartada de mi vida.

Emma lo miró fijamente, su tono más suave.

—Entonces no me apartes. Déjame estar contigo, enfrentemos esto juntos. No puedo prometer que será fácil, pero sí puedo prometer que estoy aquí para ti.




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