Amor y poder bajo las luces de New York

Capitulo 32

Aunque Victor Kane había confesado y proporcionado información sobre Elliot Ward, las cosas no se calmaron para Alexander y Emma. La información que Victor había filtrado a Ward ya había comenzado a circular en círculos selectos, y aunque aún no se había hecho pública, las repercusiones dentro de Blake & Partners ya se estaban sintiendo. La tensión en la empresa, la presión de proteger su relación y la constante amenaza de que todo saliera a la luz estaban poniendo a prueba tanto a su liderazgo como a su conexión personal.

Una mañana, Emma llegó a la oficina y notó un cambio en el ambiente. Había murmullos en los pasillos, empleados que usualmente eran cálidos con ella parecían evitar su mirada, y algunos de los socios más antiguos mantenían conversaciones privadas que cesaban abruptamente cuando ella se acercaba.

Cuando entró al despacho de Alexander, lo encontró en una llamada tensa con Margaret Holden, una de las socias principales del consejo.

—Entiendo tu preocupación, Margaret, pero no hay nada de qué preocuparse —decía Alexander con un tono firme pero controlado—. Estamos manejando la situación internamente.

Emma esperó en silencio mientras Alexander terminaba la llamada. Cuando colgó, se reclinó en su silla y soltó un suspiro cansado.

—¿Qué está pasando? —preguntó Emma, sentándose frente a él.

Alexander frotó sus sienes, claramente agotado.

—Margaret está preocupada por los rumores. Parece que alguien está sugiriendo que nuestra relación podría haber influido en ciertas decisiones de la empresa.

Emma sintió un nudo en el estómago.

—¿Crees que alguien del consejo está detrás de esto?

Alexander negó con la cabeza.

—No lo sé. Pero no ayuda que ahora todos estén especulando. Y si Ward logra sacar algo más a la luz, podría ser un desastre.

Esa misma tarde, durante una reunión con el consejo directivo, Alexander y Emma enfrentaron una serie de preguntas incómodas sobre su relación. Aunque los miembros del consejo no abordaron el tema directamente, sus preguntas sobre decisiones recientes y posibles conflictos de interés dejaban claro que estaban preocupados por las implicaciones de las amenazas externas.

—¿Puedes asegurarnos que tu relación personal no ha comprometido la integridad de la empresa? —preguntó Gerald Kline, su tono educado pero cargado de escepticismo.

Alexander mantuvo la calma, aunque su mandíbula se tensó ligeramente.

—Mi relación con Emma no afecta nuestras decisiones profesionales. Ella es una de las personas más competentes y dedicadas en esta empresa, y siempre ha actuado con integridad.

Emma asintió, tratando de mantener la compostura.

—Entiendo sus preocupaciones, pero les aseguro que mi único enfoque siempre ha sido el éxito de Blake & Partners.

Aunque algunos miembros del consejo parecieron satisfechos con sus respuestas, otros no ocultaron su escepticismo. Cuando la reunión terminó, Emma sintió que el peso de las miradas de los demás la seguía mientras salía de la sala.

Esa noche, de regreso en el apartamento de Alexander, Emma se sentía agotada. Mientras él revisaba algunos documentos en su despacho, ella se sentó en el sofá, mirando sin interés la televisión. Finalmente, no pudo contenerse más.

—Esto no está funcionando —dijo, su voz rompiendo el silencio del apartamento.

Alexander apareció en la puerta de su despacho, frunciendo el ceño.

—¿De qué hablas?

Emma se levantó, cruzándose de brazos mientras lo miraba.

—Todo esto. Los rumores, las preguntas, la presión… Está afectando a la empresa, a nosotros. Siento que estamos peleando una batalla constante, y no sé cuánto más podemos soportar.

Alexander dio un paso hacia ella, su expresión suavizándose.

—Emma, lo sé. Esto es difícil, pero no podemos rendirnos ahora.

—No estoy diciendo que me rinda —respondió Emma, su voz cargada de frustración—. Pero siento que siempre estamos reaccionando a lo que otros hacen. ¿Cuánto tiempo más vamos a vivir así?

Alexander guardó silencio por un momento antes de acercarse más.

—Lo superaremos, Parker. Lo hemos hecho antes. Pero entiendo cómo te sientes, y lamento no haber hecho más para protegerte de todo esto.

Emma lo miró, sintiendo el peso de las últimas semanas acumulándose en su pecho.

—No quiero que te sientas culpable, Alexander. Solo… quiero que enfrentemos esto como un equipo. No como dos personas separadas peleando sus propias batallas.

Alexander asintió, tomando sus manos.

—Lo haremos, Emma. Prometo que lo haremos.

A pesar de la tensión, Emma y Alexander intentaron recuperar el control de la situación. Sin embargo, justo cuando pensaban que estaban comenzando a avanzar, recibieron una noticia devastadora: Elliot Ward había filtrado parte de las fotos y un documento manipulado a un periodista local.

El artículo insinuaba que Alexander había favorecido a Emma en promociones internas y contratos importantes debido a su relación, empañando tanto su reputación como la de la empresa. Aunque no había pruebas reales que respaldaran las acusaciones, el daño ya estaba hecho.

—Esto no es solo un ataque personal —dijo Alexander mientras discutía el artículo con Emma en su despacho—. Es un ataque directo a la empresa, a todo lo que hemos construido.

Emma apretó los puños, sintiendo la ira burbujeando dentro de ella.

—Ward no se detendrá hasta destruirnos.

Alexander la miró, su mirada llena de determinación.

—Entonces no le daremos la satisfacción. Si quiere guerra, tendrá guerra.




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