En el horizonte de la despedida,
donde el sol se oculta sin volver,
la separación dibuja sus sombras,
y el corazón comienza a entender.
Las palabras se vuelven ecos lejanos,
las promesas se deshacen en el viento,
y en el vacío de la ausencia,
resuena un dolor lento y sin aliento.
Las manos que una vez se entrelazaron,
ahora se alejan, solas y frías,
y el abrazo que solía ser refugio,
es ahora un recuerdo en la penumbra.
Los días se alargan en la distancia,
y las noches se llenan de preguntas,
donde la soledad toma el protagonismo,
y las respuestas son pocas y juntas.
Los sueños compartidos se disipan,
como estrellas que se desvanecen,
y en el rincón de la memoria,
cada imagen y cada risa se deshacen.
La separación es un viaje incierto,
donde cada paso es una duda,
y el corazón, aún herido y roto,
busca en el futuro una nueva ruta.
Pero en el dolor también hay lecciones,
en la pérdida, un camino para sanar,
y aunque las despedidas duelen,
es en el tiempo donde se aprende a amar.
Así, en el horizonte de la separación,
donde el sol se oculta sin retorno,
se encuentra la fuerza para seguir,
y el valor para construir un nuevo sendero.