Hilos de amor tejen nuestro destino,
enlazando corazones con dulce suavidad.
Son finos, invisibles, un suave desatino,
que unen almas en una eterna complicidad.
En la trama del tiempo, enredados,
se cruzan nuestros sueños y anhelos.
Con cada suspiro, estamos atados,
por hilos de amor, eternos y sinceros.
Como la seda, brillan bajo el sol,
reflejan la luz de nuestra devoción.
Son fuertes como el hierro, sin control,
y ligeros como el susurro de una canción.
Cada hilo, un momento compartido,
cada nudo, una promesa sin romper.
Son la esencia de lo vivido,
y el futuro que juntos hemos de tejer.
Nos envuelven en un abrazo infinito,
sin principio ni final, sin desvanecer.
Son el lazo que nos mantiene unidos,
un vínculo que no se puede deshacer.
Hilos de amor, tan frágiles y ciertos,
son el tejido de nuestra eternidad.
Enredan nuestras vidas en concretos,
en un tapiz de pura complicidad.
Así, en la danza de la vida seguimos,
guiados por esos hilos que no se ven.
Son la razón por la que existimos,
y el poema que juntos escribiremos también.