Extraño a mi yo de otros tiempos,
aquel ser libre y sin miedos,
cuando mis sueños eran inmensos,
y mis pasos eran ligeros.
Extraño a mi yo que reía,
sin la sombra de la duda en su mirada,
que vivía cada día,
como una aventura inesperada.
Ese yo que creía en el amor,
sin reservas, sin temor,
que veía en cada estrella,
una señal de esperanza, un fervor.
Extraño a mi yo valiente,
que enfrentaba la vida con desdén,
que no conocía las cadenas,
de la tristeza ni el desdén.
Ese yo que veía la belleza,
en cada rincón del mundo,
que encontraba en la simpleza,
un refugio profundo.
Extraño a mi yo soñador,
que creía en los finales felices,
que en cada fracaso veía,
oportunidades y matices.
Pero el tiempo pasa,
y las heridas dejan marca,
el yo que ahora soy,
es una mezcla de luz y sombras.
Aún así, en mi corazón,
guardo un rincón para aquel ser,
el yo que extraño,
el yo que espero volver a ver.
Extraño a mi yo perdido,
en algún lugar del pasado,
pero sé que sigue vivo,
en cada sueño que he guardado.
Quizás un día lo encuentre,
en una sonrisa, en un suspiro,
y en ese reencuentro,
mi alma hallará su respiro.