En la penumbra de la noche oscura,
donde los susurros se esconden del día,
nace un amor en una cárcel dura,
donde los sueños y la razón se extravían.
Sus miradas se cruzan en silencio,
dos almas que arden en un fuego oculto.
Sus corazones laten, sin permiso,
en un compás de pasión y tumulto.
Él, un suspiro en la bruma del alba,
ella, una estrella en el cielo velado.
Se buscan, se encuentran, y el alma
se estremece en un deseo sagrado.
Prohibido es el sendero que recorren,
caminan en sombras, temerosos y cautos.
Sus labios se rozan, sus cuerpos se adoran,
en un rincón del mundo, ajeno y remoto.
La sociedad, con su juicio implacable,
levanta barreras que intentan romper.
Pero el amor, en su fuerza indomable,
se cuela en los sueños, les hace renacer.
Sus noches son breves, sus días, eternos,
en la espera febril de un nuevo encuentro.
Amor clandestino, profundo y eterno,
en cada rincón de su ser, un centro.
Bajo la luna, se juran cariño,
en un susurro que el viento se lleva.
Amor prohibido, sin dueño, sin dueño,
que en cada latido, la vida renueva.
Y aunque el mundo los quiera apartar,
su amor, como río, encuentra camino.
Porque amar, en su esencia, es volar,
y en cada mirada, rompen su destino.