En un jardín de sueños y estrellas, donde susurran secretos las flores, una chica guarda en su pecho un amor que no conoce de colores.
Sus ojos se pierden en la dulzura de otra chica, brillante y serena, pero sabe que sus sentimientos son un río que no llega a su orilla.
Con el corazón pesado, decide alejarse para no causar dolor, pues el amor verdadero, entiende, a veces es dejar ir con valor.
En cada paso que da hacia la distancia, lleva consigo los recuerdos, de risas, de miradas furtivas, y de un amor que nunca será eterno.
Ella sueña con la felicidad de la otra, aunque no sea a su lado, y en la quietud de la noche, reza porque encuentre amor verdadero.
Su sacrificio es un poema triste, una melodía de silencios y lágrimas, pero en su interior, sabe bien, que amar también es soltar las alas.
Y así, en su camino solitario, con el alma rota pero entera, lleva en su corazón la esperanza de que algún día, quizás, la primavera
traiga consigo un nuevo amanecer, donde sus propios sueños florezcan, y el eco de su amor no correspondido se transforme en libertad y fortaleza.