—Está bastante tarde, es hora de dormir —respondió el joven con naturalidad, intentando esconder lo incómodo de la posición en la que se encontraba.
—Hay una cama, las personas normales duermen en una cama, no en un sofá que ni siquiera es la mitad de su tamaño. —Un suspiro se escapó de entre los labios de Sheila.
A pesar de que se hubieran conocido desde hace un par de semanas, ella no se acostumbraba a la extraña actitud de Axel, de cierta manera podía comprobar la razón por la que su padre estaba urgido de ver a su heredero contrayendo matrimonio.
—Es para ti, para que puedas descansar —respondió el hombre con serenidad.
—Espera un momento —masculló la chica —¿No has llegado a dormir al lado de una mujer? —una de sus cejas se elevó mientras una sonrisita ladina adornaba su rostro. —¿Le tienes miedo a las mujeres? —indagó con un poco de cautela a medida que se acercaba más a su falso futuro esposo.
Entre más se acercaba Sheila, más se alejaba el hombre, el cual estaba evitando darle una respuesta a la más joven, la cual comenzaba a divertirle la reacción de Axel.
—Así que es eso… les temes a las mujeres.
—No, no lo es. Simplemente, quiero ser un caballero y no deseo incomodar —aclaró su garganta, entretanto desviaba su mirada.
—No lo haces. Al final de cuentas dormí con un extraño por tres años —dijo restándole importancia.
—Si tanto deseas dormir conmigo, lo haré, no hay problema —expuso poniéndose de pie.
Para Axel, nunca hubo ninguna clase de interés en una mujer, esa era la causa por la que no le había presentado a ninguna novia a su padre.
Axel estaba centrado en sus carreras de motocicleta y en centrar sus esfuerzos para que su padre lo viera como un digno heredero de la compañía Morgan, no había manera en la que se fijara en alguna chica.
Pero ahora, al estar tan cerca de una y de haber compartido tanto tiempo con ella, a pesar de solo tratarse de un par de semanas, estaba comenzando a sentir cosas que jamás había imaginado.
Era una situación extraña para él y lo confundía, porque no estaba seguro de que aquello fuera a llegar a algún lado.
•
•
•
Al amanecer Sheila regresó a la cabaña, en cuanto a Axel, se encaminó al trabajo. Debía demostrarle a su padre que él era el indicado para cuidar de la compañía Morgan y no otra persona.
Cada vez que pensaba en que el siguiente en la lista de herederos era su tío George, sentía cómo su enojo iba subiendo hasta su coronilla. Había algo en él que definitivamente no le terminaba de gustar, pero no sabía con exactitud qué era.
De camino a la compañía, notó como a uno de los costados de la gran entrada, estaba su madrastra y una joven que él jamás había llegado a ver. El rostro de ellas reflejaba que se sentían a gusto cerca de la otra.
¿Y cómo no podrían estarlo si se trataba de madre e hija?
La segunda esposa del señor Morgan no había detenido sus planes, ella estaba dispuesta a hacer que su hijastro y el fruto de sus entrañas se casaran, de manera que ella pudiera terminar su matrimonio con Morgan y aún gozar de su dinero.
Ella tenía un plan en mente, uno que la noche anterior se había desmoronado por completo, así que lo segundo en su lista era hacer que un embarazo entre ambos llegara a la familia.
Esto garantizaría que el cariño de Morgan por su nieto hiciera que se olvidara de la otra mujer.
Axel detalló con cuidado cada una de las facciones de la hija de su madrastra, él desconfiaba de todo lo que provenía de ella. Era imposible que de una mujer tan malvada viniera algo bueno.
Al llegar a la compañía, lo primero que hizo fue dirigirse a la oficina de su padre, para preguntarle si conocía a esa chica, si sabía qué clase de relación había entre ella y su madrastra.
Eso hasta que escuchó una voz familiar a través de la puerta.
«Señor Morgan, ¿No le parece extraño que de la noche a la mañana su hijo presentara a alguien para casarse? No me vaya a tomar como una persona imprudente y entrometida. Simplemente, estoy demostrando mi preocupación por la compañía. No sabemos nada de ella, puede que se trate de una cazafortunas y esté detrás del dinero del joven».
Oliver estaba hablando en contra de Sheila, estaba escupiendo numerosas cosas con y sin sentido, con el fin de estropear los planes que ambos tenían.
Axel crujía los dientes con demasiada fuerza.
¿Cómo era posible que ese bastardo intentara hacer algo más en contra de Sheila?
¿Acaso había olvidado que a causa de él ese niño había muerto?
Sin pensarlo dos veces, Axel abrió la puerta, no tocó cómo era costumbre. Entró a la oficina sin esperar a que su padre hablara, no podía permitirle que intercambiara palabras con ese buitre ponzoñoso.
—¡Axel, hijo! ¡Qué bueno que llegas! —saludó el señor Morgan con emoción.