Capítulo 3
Soñaba con aquella apuesta que hicimos Vladímir y yo, el recuerdo fugaz de una sonrisa tenue en su rostro al advertirme que me enamoraría primero y fue así, yo terminé amándolo como toda una tarada mientras él simplemente obviaba la idea de algo que jamás pude experimentar con nadie, porque yo tampoco solía ser de las chicas que entregaban sus sentimientos tan fácilmente, sin embargo, hubo algo en él por lo cual fui directo a un peñasco dictando mi sentencia de muerte a un amor no correspondido.
Abrí mis ojos notando que ya había llegado al aeropuerto, sorprendida admiré aquel bello lugar, en realidad Reino Unido parecía un lugar mágico donde podías sentir paz, por eso decidí sin chistar visitar a mis tías de Edimburgo, en el campo donde se encontraba su pequeña casa podría respirar un ambiente distinto al de la ciudad.
En el aeropuerto salí en busca de un taxi que me llevara a la estación de tren. Me puse una gabardina antes de salir porque el lugar se encontraba en pleno invierno, avancé extendiendo mi mano y un taxi se detuvo unos cuantos pasos más adelante, corrí para subirme y antes de hacerlo un sujeto me ganó.
—Hey, este es mi taxi —manifesté sería y me observó con una sonrisa de disculpas.
—Oh, lo siento señorita, es que no la vi, pero podríamos compartirlo si no le molesta —propuso y entre cerré los ojos un poco desconfiados. No obstante, encogí los hombros porque no me molestaba hacerlo.
—Yo iré a la estación de trenes, y tú —interrogué y amplió los ojos mostrando un brillo curioso.
—Vaya, esto es una casualidad interesante, yo también iré a la estación de trenes —confesó con ese acento británico marcado.
—Bien, entonces podremos compartir no solo el taxi, sino también el viaje —añadí al tiempo que abordábamos el vehículo.
El joven, de cabello castaño y ojos marrones relucientes como dos monedas de oro apuntadas al sol, hablaba acerca de una fiesta con las amigas de su madre, ellas la organizaban cada año y compartían una cena agradable, sin embargo, las malas noticias abundaban por todos lados y lamentablemente, su madre había fallecido el año pasado. En el rostro de él podía notarse la tristeza que embargaba aquella pérdida, no obstante volvió a sonreír añadiendo con ánimo.
—Este año he decidido ir a pesar de que mamá no podrá, siento que debo hacerlo, ya que sus amigas eran bastante importantes para nuestra familia —comentó y sonreí llevando una mano a la suya, no sabía si estaba bien, pero logre empatizar con él.
—Creo que haces muy bien, es bonito de tu parte que vayas a compartir con las amigas de tu madre —felicité ese acto y me dedicó un gesto amable.
—Gracias. Y usted, señorita, a donde se dirige exactamente —deseó saber. Yo pensé unos segundos recordando la razón de estar yendo a Edimburgo.
—Voy a visitar a mis tías, hace tiempo que no las veo y les daré una sorpresa —comenté en forma de secreto y sonrió con complicidad.
***
En el tren ambos subimos compartiendo asientos, pude percatarme de que también se dirigía al mismo sitio que yo y empezaba a generarme curiosidad el hecho de que hayamos coincidido de forma tan inesperada.
—Había olvidado lo hermoso que es este lugar —mencioné en un murmullo viendo a través del cristal los hermosos paisajes que se presentaban ante mis ojos.
—Sí, por eso se ha vuelto un sitio turístico, a muchas personas les atrae estos paisajes y construcciones antiguas —explicó mirando también por la ventanilla.
Suspiré de forma melancólica, realmente me sentía triste por el hecho de estar tan lejos, no iba a ser fácil pasar tiempo alejada de algo a lo que ya estaba tan acostumbrada, no obstante pondría de mi parte, para no sentir tanto la lejanía.
Llegamos por fin a la parada correspondiente y de ahí el joven que conocí por el nombre de Noah Wilson, me acompañó para tomar el último taxi. Nos despedimos con la mano y antes de subirme, él tocó mi hombro.
—Señorita Clara, eh, sé que es atrevido de mi parte y me disculpo por hacer esto, pero me gustaría invitarla a salir, si no le molesta —propuso y aunque en otro momento hubieran aceptado emocionada, precisamente estaba huyendo por un amor que no pudo ser e involucrarme con otra persona sería complicarlo más, no le haría eso a nadie y por eso aunque me causara un poco de tristeza al ver el rostro ansioso del joven Noah, negué con mi cabeza.
—Realmente estaría encantado de aceptar Noah, pero la verdad estoy en un momento de mi vida en el que necesito pensar muchas cosas, de igual manera agradezco te hayas tomado la molestia de invitarme a salir, fue un placer conocerte —culminé despidiéndome, observé su rostro tornarse desanimado y aun así mostró una sonrisa saludándome con amabilidad.
—El placer fue mío, señorita Clara, espero la vida me permita una vez más esta maravillosa casualidad de encontrarla de nuevo —añadió, asentí con la cabeza en una sonrisa de labios cerrados y él cerró la puerta del coche por mí en un acto caballeroso. Cosa que le hizo recordar a Vladímir y apreté los labios conteniendo las ganas de llorar.
Miré adelante indicando al chófer la dirección y descanse mi cabeza en el asiento, esperando llegar pronto para ver a mis tías.
Luego de una espera larga, por fin estuve frente a la pequeña casita de mis tías, Rubí y Cintia. Ellas eran hermanas de papá, siempre fueron muy valiosas para nosotros y aunque decidieron mantenerse lejos de la familia por problemas personales, nunca perdimos el contacto con ellas, a excepción de un año hasta el presente día, puesto que las ocupaciones nos sobrepasaron.
Avancé hasta la puerta principal por el camino de piedras que se hallaba en medio, alrededor todo era blanco por la nieve, cubriendo lo que antes podía haber sido césped verde, al igual que los árboles, los cuales habían desechado sus hojas y algunas capas de nieve se posaban tenuemente en las ramas. La puerta principal tenía un tapete abajo que decía: Bienvenidos sean a nuestro pequeño hogar.