Antes de leer este capítulo quiero recordarles la advertencia cuando iniciamos la historia, no me hago responsable por corazones rotos, así que dicho esto pueden proceder a leer este capítulo. Nos leemos en los comentarios.
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Capítulo
—Lo siento, yo… —quise disculparme sintiéndome un asco de persona por haber actuado de esa manera con Noah, él negó y acarició mi mejilla.
—Te entiendo Clara, la verdad moriría porque esto ocurra, pero no de esta manera. Me gustas mucho; sin embargo, sé que justo ahora no es buen momento para ti en cuanto a una relación, yo seré paciente y esperaré hasta que realmente estés lista, no voy a apresurarte, solo quiero que tú estés bien —manifestó para luego retirar su mano de mi mejilla, se levantó de la cama y salió de la habitación, no sin antes recordarme salir a desayunar.
Al estar sola ahogué un grito en la almohada y lloré de ira, no podía ser posible que yo estuviera en esa circunstancia, jamás lo hubiera imaginado de ese modo. Quizás necesitaba hablar con mi mejor amiga, ella podría darme algún concejo que sirviera y que yo entendiera todo ese embrollo.
Marqué el teléfono de Bere, empero ella no contestó y puse mala cara, necesitaba hablarle con urgencia. Me estaba desmoronando yendo hacia un barranco para perderme en la oscuridad.
Era raro sentirse de ese modo, mi mamá siempre decía que yo era el tipo de persona que no solía verse triste continuamente, de hecho me caracterizaba por ser una niña feliz durante la época donde todavía jugaba con muñecas, luego al crecer si tenía algún problema podía afrontarlo con humor y reírme de mí misma, sin embargo, en ese instante no tenía fuerzas para reírme y menos de mí.
Solo deseaba llorar sin consuelo, necesitaba estar recostada en la cama porque la tristeza me cubría como un manto en la noche fría, poco a poco mi corazón se agrietaba y esas fisuras dolían tanto al punto de cortar mi débil respiración.
Siempre pensé que nunca iba a enamorarme, de hecho fui una chica desprendida en ese aspecto, no me interesaba involucrarme de manera sentimental con nadie hasta que apareció Vladímir, pero su pasado y problemas con afrontar la vida superaban sus sentimientos, dándole fin a lo que yo anhelaba tener junto a él.
***
Mi teléfono sonó y lo miré de reojo en la mesa, estaba leyendo un libro de poesía que Noah me recomendó, la pantalla indicaba que se trataba de Berenice. Habían pasado un día y medio desde la última vez que intenté llamarla y ella no atendió, deduje que estaba ocupada y no quise molestarla hasta ese momento en el cual devolvió mi llamada.
—Hola, señora que se olvida de sus amigas y no atiende el teléfono —rezongué; sin embargo, no hubo una respuesta alegre como de costumbre. Su voz sonaba rasposa y débil.
—Clara —dijo mi nombre con una tristeza que se sentía.
—¿Bere, qué pasa, estás bien? —interpelé bastante preocupada.
—Clara, yo… —hizo una pausa y carraspeo—. No sé cómo decirte esto, es que —volvió a hacer silencio creando una gran incertidumbre dentro de mí.
—Bere, habla, por favor, me tienes con el corazón en la boca —pedí con exasperación.
—Es Vladímir, tuvo un accidente —pronunció las palabras y mi corazón se detuvo. Quizás había escuchado mal, por eso tuve que preguntar nuevamente.
—Berenice, creo que no entendí, ¿Acabas de decir qué? —quise cuestionar, pero ella me interrumpió.
—Sí, fue terrible, Max está destrozado —continuó. Entonces comencé a experimentar una clase de cierre en mi garganta que impedía pasar el aire con normalidad.
—P-por favor… D-dime que él está bien —tartamudee luchando con la falta de aire. Ella solo hizo un largo silencio y esa fue una respuesta suficiente, pero me aferré a la esperanza de que solo estaba imaginando lo peor y todo estaba bien.
—No, él no está bien… Clara, ni siquiera sé como diré esto, pero Vladímir murió —ella concluyó y en su voz sentí una daga ardiente atravesando mi pecho, solo bastó decir esa última palabra que acabaría conmigo en definitiva. El teléfono se deslizó de mi mano, era como si no tuviera la capacidad para poder sostenerlo.
Me quedé viendo a la nada, y esa nada se volvió una inmensa penumbra, de mis ojos no brotaron lágrimas, solo experimentaba una extraña sensación de ausencia, mi cuerpo se paralizó tensando cada músculo,
no tenía una explicación para lo que estaba pasándome, era como estar dormida con los ojos abiertos, algo parecido a la parálisis del sueño. Pero en ese instante no se trataba de una terrible pesadilla, sino una realidad cruel de la vida que se estaba encargando de hacerme sufrir tanto como fuera posible.
—Clara, cariño, qué tiene. Hija, dime por qué estás así —la tía Rubí hablaba, pero yo estaba sumergida en ese mar de agonía que me impedía poder responder. Ella tomó el teléfono del suelo, y la llamada seguía abierta, Rubí pegó el auricular a su oído y pudo entender la razón del porqué yo me encontraba así, luego de unos segundos colgó y me observó, yo estaba consciente de su presencia y todos los movimientos que hacía; sin embargo, no fui capaz de articular ni moverme. Oh, mi niña, cuanto lo siento —me consoló acercándose a mi lado, por fin pude reaccionar y me puse de pie evitando ser tocada por ella.
—Debo regresar a Nueva York —expresé con desesperación. Ella intentó detenerme, pero me zafé inmediatamente, avancé a zancadas hasta la habitación y cerré la puerta, busqué mis cosas a toda prisa, empero pronto me desvanecí cayendo al suelo de rodillas. La garganta se me cerró y aferré mis manos a la alfombra apretando los puños en un intento desesperado por recuperar el aliento. Vladímir —susurré débilmente, inhalaba y exhalaba con fuerza hasta que pude levantarme sintiendo una cólera inmensa, la visión se me entenebreció y perdí la razón por completo.