Capítulo
—Por favor abre la puerta... Si no me abres justo ahora te juro que la voy a derribar —amenazó mamá y tuve que levantarme de mi cómoda cama para complacerla porque según ella yo estaba a un paso del suicidio, pero la verdad no me conocía lo suficiente, yo era demasiado cobarde para eso.
Di unos cuantos pasos flojos y quite el seguro para que pudiera entrar, regresé a la cama y me tendí boca abajo envolviéndome en la cobija.
—Mira todo este desorden, Clara parece que vivieras en los túneles de Nueva York, esto es vergonzoso —se quejó recogiendo todo a su paso para devolverlo a su lugar—. Le diré a Jules que venga a limpiar este chiquero, no pienso tener mi casa como un criadero de cerdos —continuó con su sermón y encogí los hombros.
—Puedes hacer lo que te dé la gana mamá, es tu casa —contesté fríamente y hubo silencio. Sentí sus pasos avanzar y de nuevo iba a demostrarme su lástima.
《 Rayos 》
Me lamenté, odiaba cuando querían tratarme como una miserable idiota que estaba deprimida, yo no era de esa manera, únicamente no me sentía bien para salir. Todo empeoró cuando me subí al tejado para ver las estrellas y mi histérica madre hizo un escándalo creyendo que me iba a suicidar, me mantenía vigilada todo el tiempo hasta le dijo a Berenice, cosa que no le perdoné porque mi amiga estaba de viaje a Rusia con Max, ya que había un par de cosas que necesitaba arreglar sobre Vladímir. Cuando Bere regresó, de inmediato vino a verme y tuve que fingir estar en excelentes condiciones para no preocuparla, debido a que temía afectar su embarazo y obviamente no lo haría.
—Recuerda que tienes cita hoy a las 4 con Francis —añadió y solté un resoplido levantando el rostro para mirarla con desdén.
Francis era mi psicólogo, mamá tomó cartas en el asunto y aunque yo refute oponiendo resistencia a su decisión, no existió poder humano que la hiciera cambiar de opinión, por lo cual llevaba dos meses visitando al tal sujeto.
—Ok, ahora sal de mi habitación, quiero dormir —pedí y negó.
—Son las 2:30 de la tarde, baja a comer algo y luego date una ducha para ir a tu cita —ordenó. Yo arrugué la frente un poco incrédula, me sorprendía como podía dormir tanto, la verdad todo eso se debía a las noches en vela que pasaban porque empecé a tener pesadillas, desde que Vladímir se fue intenté acostumbrarme a su ausencia, sin embargo, los días y meses pasaban no obstante mi vida empeoraba y la carta que me dejó fue la gota que derramó el vaso, cambie muchas cosas en mi vida a pesar de haberle prometido que seguiría adelante, no pude cumplir esa promesa.
Parecía estar peor, saltaba las comidas y de no ser por mamá, quizás ya hubiera muerto por no comer, aunque a veces me irritaba tenerla 24/7 sobre mí como una mosca, también estaba al tanto, de que solo deseaba cuidarme y ver que yo estuviera bien.
Me puse de pie para bajar salir de mi habitación, mamá se mantuvo en silencio y al llegar en la sala noté que todo seguía igual, me tomó por sorpresa darme cuenta a través de un espejo, lo demacrada que estaba, mi cabello grasoso y el rostro lleno de ojeras, pálida como un papel y bastante delgada. Una corriente de tristeza me embargó porque se suponía que yo no era así, siempre me caracteriza por ser feliz y alegrar a los demás, empero no existía más felicidad dentro de mí para poder transmitir a otros.
Mamá se interpuso en el espejo, interrumpiendo mis pensamientos y señaló el comedor.
—El desayuno te espera —agregó y solo seguí en dirección a donde ella me indicó. Llegué observando el amplío lugar que estaba vacío, solo una charola con mi comida y nada más.
Avancé halando una silla para tomar asiento, luego miré el contenido del plato, era como un banquete para una familia entera, últimamente yo perdí el apetito y solo podía comer porciones pequeñas, una galleta me hacía sentir saciada hasta qué mamá intervino y mejoré un poco mis hábitos alimenticios.
Comí lentamente y cuando no pude más me puse de pie otra vez, luego subí para darme una ducha y lavarme mi asqueroso cabello, al estar lista mamá me llevó a mi cita, las cuales odiaba porque ese tipo me tocaba fibras sensibles y siempre terminaba llorando.
***
—Hola, Clara, qué gusto verte —saludó y yo únicamente le dediqué una sonrisa forzada—. Cómo te encuentras el día de hoy —interpeló y encogí los hombros.
—Bien, creo —contesté nerviosa.
—Toma asiento —prosiguió, observé el sofá de cuero y respiré hondo porque sabía lo que se aproximaba. Se me quedó viendo como esperando a que le dijera algo, sin embargo, no fui capaz de pronunciar una sola palabra, por lo que él tomó la iniciativa. Sabes estuve pensando que necesitas algo que distraiga tu mente, ¿Qué te parece hacer algo que te guste? —interrogó y fruncí el ceño.
—Cómo qué —cuestioné
—No lo sé, trata de aprender un oficio u arte, algo como pintar o bailar —señaló y contraje la nariz.
—No, gracias —me negué de inmediato y sonrió.
—Vamos, no pierdes nada —insistió y puse mala cara.
—Francis, yo no quiero pintar ni bailar —declaré irritada esquivándolo.
—Debes hacer algo que ocupe tu mente —manifestó hasta hacerme perder la paciencia y tener que ceder ante su demanda.
—Ok, voy a pintar. Verás que solo será una perdida de tiempo como todo lo que hemos hecho estos últimos meses —reconocí y negó estirando una tarjeta.
—Tengo fe en ti, ve a esta dirección y diles que vas de mi parte, ellos te van a instruir bien y te aseguro que verás las cosas de forma distinta.
—Ok—contesté obstinada, soltando un resoplido por mi nariz, guarde la tarjeta en el bolsillo y seguimos con la terapia hasta culminar el tiempo que correspondía.